Quiero disculparme porque sé que mi historia no será tan buena como la original, pero como parece que no va a haber una segunda parte oficial, he decidido hacerla yo. No porque no fuese PERFECTA, porque el final me dejó con ganas de más y es una mal...
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——Pues voy a darte algo Alexander, algo que no te han dado nunca; —— la débochca se inclinó hacia mí.—— una lección. —— metió el dedo en la herida de mi ruca, que ella misma me había causado, y el cobro brotó de nuevo. La herida se había hecho bien bolche, la ptitsa sabía lo que hacía, consiguió hacerme crichar de nuevo como un sodo.
Vuestro humilde narrador crichó como una vonosa rata. Pero mis drugos, lejos de ser más valientes, se echaron a placar llamando a sus pe y eme.
——Volved a casa, la nito es para los mayores.——por fin, dejó de apretar la herida y colocó una cuerda en mi rota . ——Voy a soltaros, pero os vais a marchar de aquí y no volver nunca. Si os vuelvo a videar la gloria por estos mestos, me haré un pinchito moruno con vosotros.—— Sigma paseaba delante de nosotros restregando su victoria. ——¿Vale? ¿Vale? ¿Vale? ¿Vale?—— fue preguntando de odin en odin.
Intenté moverme para contestar. La pititsa se acercó otra vez y me quitó la cuerda de la rota.
——Primero, ¿Qué haces llevando esos platis como si fueras un málchico cualquiera?—— la débochca solo parecía tal, videándola dva veces.
Por aquella época las débochcas vestían platis ajustadas y llamativas con rellenos en los lugares indicados, con tacones que las hacían más altas que los málchicos y levantaban sus scharros, aparte de las pelucas coloridas con formas... sugerentes.
Puso la ruca sobre mi golová y la empujó contra la pared, con tal fuerza que el cobro sustituyó la pintura. El dolor era tremendo, me recordó al que sentía tras la primera terapia Ludovico. Se disponía a colocar la cuerda sobre mi rota, pero la paré.
——No he acabado, hermanita.—— la cheloveca se apartó y yo pude continuar.—— ¿Por qué no acabas con nosotros? ¿Estos Vonosos trozos de cala no te sirven para nada?
——Alexander, —— me selló la rota con la cuerda por última vez. Notaba cierto rasdrás en ella, y no quería ni imaginar cómo sería de mal humor.—— hay que saber repartir la violencia entre los que más la merecen. Y no sois lo suficientemente squilos para que malgaste más tolchocós con vosotros.