Prólogo

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El móvil volvió a sonar, levanté ligeramente la cabeza y vi su nombre en la pantalla. Emití un leve gruñido y volví a dejar caer la cabeza sobre la almohada. Era la cuarta vez que Charlie Taylor me llamaba en una semana. ¿Qué podía querer de mí? Ya le había dicho que no sería el guardaespaldas de su hija, no sé cuántas veces más insistiría.

No había pasado tanto tiempo en Quántico como para querer ahora trabajar de guardaespaldas para uno de los compañeros de mi padre. Ellos habían trabajado juntos, y yo lo había conocido cuando mis padres aún estaban vivos, pero una vez que murieron, Taylor hizo de todo para que no perdiera el rumbo de mi vida. Se lo agradecía, de verdad, pero de ahí a estresarme cuidando a la mocosa que suponía que sería su hija había un paso enorme.

Cerré los ojos con intención de volver a dormir cuando el móvil volvió a sonar.

Con un suspiro frustrado me senté rápidamente en la cama y contesté a la llamada. De otra manera no me dejaría dormir en paz.

—Dime.

Le oí aclararse la garganta antes de hablar.

—Mañana, Dixon. A las diecisiete horas. Se puntual.

Cuando iba abrir la boca para contestar con una negativa la línea se cortó.

Miré la pantalla durante un segundo, fastidiado, hasta que oí el timbre de la puerta resonar por todo el piso. Resoplé al levantarme de la cama y fui a ver quién era. Al llegar al salón vi un sobre en el suelo por debajo de la puerta y lo cogí con desconfianza. Dentro había una hoja con instrucciones de cómo llegar a la mansión Taylor. Miré el reloj de mi muñeca, quedaban dieciocho horas para entonces. Tiré el sobre en el sofá y fui echar algo de ropa en una mochila.

Viviera o no a tres horas de Dixon, no estaría mal pasar a saludar a unos viejos amigos después de acudir hasta la mansión para decir a Charlie, con toda la seguridad y convicción del mundo, que no aceptaría trabajar para él. Así que ese era el plan: ir ver a Charlie y decirle, cara a cara, de una vez por todas, que no trabajaría para su familia. Que mis planes iban más allá que cuidar a su hija. Era más ambicioso, quería un cargo mucho más importante que el simple guardaespaldas de una niña rica.

A la mañana siguiente, de camino a mi cita con Charlie, no dejaba de darle vueltas a cómo decirle, sin sonar ofensivo, que no quería someterme a tal cosa. Dixon era una ciudad demasiado normal para vivir un multimillonario, heredero de una familia vinculada, desde tiempos remotos, con el FBI. Pero bueno, solo estaba siguiendo instrucciones del director del departamento de narcotráfico. Aparqué el coche en la entrada de una gran casa de estilo victoriano con su fachada perfectamente pintada en blanco y azul Tiffany.

Había varías personas en la entrada y la música se oía a lo lejos. Me bajé del coche y me apoyé en él mientras decidía si entraba o no. Había adolescentes vestidos de gala con sus gorros de graduación mientras se hacían algún que otro selfi. Por el rabillo del ojo vi a alguien acercarse a donde estaba y desvié mi mirada hacia el intruso de mi espacio.

Charlie llevaba un traje hecho a medida de color negro con una pajarita de lo más graciosa. Tuve que toser para no reírme.

—Miller —me saludó con su tono serio, pero cordial.

—Charlie.

Estrechamos nuestras manos y luego él se volvió para mirar la casa al escuchar un grito femenino.

—Bonita casa...

—Lo es. Pertenece a mi familia desde hace dos siglos. Espero poder dejársela a mis hijos algún día. —Me examinó con sus serios ojos azules y continuó—: Hablemos de ti. ¿Has pensado en mi propuesta?

Antes de que pudiera contestar, una voz cantarina empezó a gritar su nombre y resopló.

—Quédate, disfruta de la fiesta. Luego seguimos hablando.

Me lanzó una mirada que no aceptaba contradicciones y se marchó.

Cuando estuvo a unos pasos de la entrada, una chica alta, más delgada de lo que debería estar, salió de la casa corriendo y abrazó a Charlie.

Su melena rubia voló por todas partes a cámara lenta, mientras él la cogía en sus brazos.

Después de unos segundos abrazados, se separaron y entraron a la casa riéndose.

Solté un ruidoso suspiro y les seguí.

Debía esperar hasta que él estuviese desocupado para decirle definitivamente que no. ¿Por qué no esperar un rato bebiendo una cerveza o lo que fuera que tuvieran que ofrecer?

Dentro, todo estaba decorado con globos blancos y burdeos, el suelo era de color vino pulido muy brillante, hasta podía ver mi reflejo en él si me dispusiera a mirar con detenimiento. Había camareros llevando copas y canapés a todos los invitados. Puse los ojos en blanco, cogí una copa de champán y seguí caminando por el gran salón sin dejar de observar a cada individuo y sus acciones.

Todo era demasiado banal. Los jóvenes hablaban entre ellos y algunos bailaban la música que sonaba a todo el volumen por la casa. Seguí caminando un buen rato hasta que me topé con la chica que había abrazado a Charlie en la entrada, estaba al lado de un chico rubio alto y algo relleno, sin llegar a ser gordo. La chica era demasiado delgada para mi gusto, pero la sonrisa falsa y tímida que echaba a todos los que la miraban captó mi atención.

¿Por qué de todo lo que había allí, ella parecía lo más real de todo?

Podría sonreír cínicamente; mirar, sin mucho interés, a su alrededor, pero algo en ella despertó en mí la curiosidad. Y eso solía ser bastante complicado.

Llevaba mirándola detenidamente un buen rato cuando sus ojos se posaron sobre los míos como si escucharan mis pensamientos. Me erguí casi como por instinto, repasó mi cuerpo sin mucho interés y cuando estaba a punto de dar un paso para saludar a la chica rubia de ojos ámbar, con una sonrisa pegada con pegamento invisible en la cara, otra chica salió de la nada y la rodeó con sus brazos, lo que desvió toda su atención en ella.

Parpadeé un poco confuso, di un sorbo a la copa y fui hacia fuera. Me apoyé contra la barandilla de la azotea y admiré las vistas del campo. Me recordaba la casa de mis padres...

—Toma, esto es para ti. —La voz de Charlie hizo que me girara para verle con una carpeta color mostaza en la mano.

Dejé la copa a un lado y cogí la carpeta para abrirla.

Al hacerlo, vi la foto de la chica rubia en la primera página junto con sus datos principales.

NOMBRE: Amanda Ann Taylor.

FECHA DE NACIMIENTO: 30/10/1996.

Cerré la carpeta y miré a Charlie listo para decirle lo que llevaba tiempo haciendo por teléfono, solo que ahora a la cara.

—No me contestes ahora, piénsatelo bien. Necesita a alguien como tú.

Alzó su copa en el aire mientras una sonrisa retorcida adornaba sus labios y se marchó.

Y otra vez, ahí estaba yo, con la palabra en la boca sin ser capaz de encontrar la forma de decirle a Charlie Taylor que no.

GUARDAESPALDAS (RETIRADA DE WATTPAD)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora