04. ARAÑAS

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«El mejor día de mi vida fue en realidad una persona»
Benjamín Griss

Entré en la cocina y me encontré con Claire colocando los platos sobre la mesa. Sonrió al verme, le devolví la sonrisa. No había ni rastro de Dixon, me acerqué y la ayudé a terminar de poner la mesa, no me gustaba ver a la gente haciendo algo y no poder ayudar.
—¡Oye! Siento lo de antes, no pretendía portarme así... —Me disculpé con ella. Desde luego, ella no era la culpable de mi berrinche, y yo era una persona bastante sensata, a menos que me cabrearan.
De ahí a lo que pueda pasar no me corresponde a mí decirlo.
—Oh, no te preocupes, yo también me habría puesto así si tuviera que vivir con mi ex. —Nos reímos—. Aunque Dixon parece ser un tipo legal.
Aparté la vista y miré hacia el techo.
¿Tipo legal? Hmmmm. No sé yo.
Lo más seguro es que le haya lavado el cerebro dedicándole alguna de sus sexis sonrisas. Venga ya. ¿Qué mujer se resistiría a eso?
—Lo es, supongo...
—¿Hablando de mí, señoritas? —preguntó el aludido entrando a la cocina, con un caja de pizza en la mano.
—Perdóname, no eres tan importante como crees o pretendes serlo —repliqué.
Me acerqué a él y abrí la caja para ver lo que había dentro. Pizza vegetariana: masa de pizza, queso, tomate, maíz, aceitunas negras y champiñones.
—Hmmm.
Fruncí el ceño y alcé la vista a Dixon, quien me devolvió una mirada burlona, algo que me confundió... demasiado.
¿Cómo sabía él que esa era mi pizza favorita? Esas cosas no se las dirán antes de meterles como guardaespaldas... ¿o sí? Fuese como fuera estaba segura de que ni siquiera George, que era mi guardaespaldas desde que era pequeña, lo sabía.
¡Qué tipo más extraño!
Me pregunto de dónde lo habrá sacado mi padre. ¿De una de las largas filas de modelos de Hollister? Esa sería una buena explicación a todas mis dudas.
—Si no recuerdo mal, es tu favorita.
Abrí la boca para decir algo, pero opté por quedarme callada.
Me uní a Claire y esperé que empezaran a comer.
El olor de la pizza me revolvió el estómago, olía muy rico, pero comerla era lo último que me apetecía en aquel momento.
Miré a Dixon, él me fulminó con la mirada y señaló al trozo de pizza que había en la caja para que yo me la comiera.
Hice una especie de puchero raro y resignado, pero lo cogí. Di el primer mordisco y el sabor me sorprendió. Estaba riquísima, con una textura suave y jugosa.
Mientras comía, Claire y Dixon mantenían una breve discusión sobre un viernes de película. Yo los observaba, no era de hablar a la hora de la comida. No me parecía muy apropiado hablar con la boca llena, pero no me podía quejar de que ellos lo hicieran. Por lo que había entendido, Claire era una fanática de las películas de acción, y al parecer Dixon tampoco se quedaba atrás.
Durante el tiempo que me llevó comer mi primer trozo de pizza no dejaron de discutir sobre cuál era la mejor película que había hecho Bruce Willis hasta el momento; estuvieron de acuerdo que eran Red y La Jungla.
No las había visto, por lo que no podía opinar.
Cuando terminé mi primer trozo ya estaba demasiado llena, a tal punto que creía que iba a vomitar. Ganas de hacerlo no faltaron, pero en cuanto pensé en ello, los verdes ojos de Dixon se posaron en mí como si acabara de leer mi mente y me estremecí.
Me levanté de la mesa sin decir nada y me dirigí a mi habitación algo más cansada de lo habitual; era una persona que me cansaba con suma facilidad, quizá por la falta de proteína y minerales en sangre por lo poco que comía, no lo tenía muy claro.
Entré a mi habitación y me tiré sobre la cama.
Cerré los ojos y respiré hondo.
Había tenido un día demasiado largo, los cambios siempre me resultaban agotadores, aunque me vino bien cambiar de aires. Me pregunté qué estaría haciendo ahora mismo si estuviera en mi casa de New York. Seguramente nada. Nunca hacía nada interesante. Pensé que venir a Maine había sido una buena decisión, teniendo en cuenta que lo quise desde el principio. Venir, estar lejos y empezar mi vida sola y conocer a personas que quizá fueran definitivas en mi vida o no, nunca se sabe.
Por no hablar de labrar una carrera y crearme un futuro para no tener que depender del dinero de mis padres o de alguien más. Siempre me consideré una persona muy independiente. Respiré hondo otra vez y a los pocos segundos después sentí algo haciéndome cosquillas en la mano derecha, abrí los ojos y miré hacia allí.
Una araña.
Me levanté de golpe y solté un grito a todo pulmón. Odiaba las arañas, me daban miedo y asco a la vez; por no decir que era feísima. Segundos después Dixon irrumpió en mi habitación y miró a todas partes, al ver que no había nadie, relajó su expresión y me miró a mí con una ceja erguida. Corrí hacia él, mi cuerpo chocó contra el suyo, él me sujetó con fuerza sin llegar a entender qué demonios estaba pasando para que gritara como una posesa.
Hundí la cara en su pecho y me quedé ahí, respirando hondo y temblando de miedo.
Lo sé, soy una exagerada.
—Araña... una araña. —Logré decir.
—Una ¿qué? —preguntó, sin entender lo que estaba diciendo.
Levanté la vista de su pecho y señalé a la araña que caminaba sobre la colcha de color crema de mi cama.
—Una araña.
—Una araña, ¿en serio? —preguntó él, con sorna.
Le fulminé con la mirada.
—Oh, vamos. Solo es una araña pequeña —dijo mientras entraba a la habitación.
—No me importa su tamaño, ¡la quiero muerta! —grité, dirigiéndome al baño.
—Lo siento, amiguita, pero... la jefa es la jefa —le oí decir.
Puse los ojos en blanco, cerré la puerta del baño y me miré al espejo. Mi pelo rubio estaba hecho un desastre, mis mejillas coloradas y mis ojos, color ámbar, se veían cansados. Me cepillé los dientes y me lavé la cara antes de volver a la habitación.
Dixon seguía allí cuando entré, estaba sentado sobre la cama y miraba su mano.
—Creí que necesitarías pruebas. —Levantó la vista y señaló su mano para enseñarme la araña muerta.
Hice una mueca de asco y di un paso atrás. Suspiré. Ese chico era raro de cojones, era como si se pudiera adelantar a mis ideas o me leyera la mente. Negué con la cabeza. A ver si de pronto era psíquico. De todas formas, intentaría no pensar en lo sexy que era, no fuera ser que le creciera el ego.
—No seas asqueroso. Deshazte de ella, anda.
No pude evitar hacer una mueca de disgusto.
—¿Qué tienes contra las arañas? —preguntó él, mientras se acercaba a mí.
Di otro paso hacia atrás.
—Nada... solo que no me gustan —contesté, mirándole fijamente.
Dixon se quedó ahí, sólido, sombrío y casi tan agotado como yo, mirándome. Sus ojos se veían negros ahora, eso me hizo dudar de su verdadero color.
Había sido un día bastante largo y lo único que quería era dormir. Pero no lograba apartar la mirada de aquellos ojos profundos que estaba casi segura que eran verde pizarra.
—Iré a tirar esto —dijo. Rompió el contacto visual y abandonó la habitación.
Respiré hondo en un intento de recuperar el ritmo de mi corazón. Hasta ese momento no me había dado cuenta que había estado conteniendo la respiración. Apenas era consciente de lo que me estaba pasando. Era como si estuviera drogada o algo similar, me sentía demasiado cansada como para seguir de pie, aparté la colcha y me metí en la cama, cerré los ojos y dejé que el sueño me arrastrara a la oscuridad.

*CANCIÓN: Sofia Karlberg- All of me
CAPÍTULOS DE LUNES A VIERNES.

GUARDAESPALDAS (RETIRADA DE WATTPAD)Where stories live. Discover now