Capítulo 5

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Había intentado llamar a mi madre como 40 veces en todos estos días. Necesitaba hablar con ella urgentemente, no solo para contarle lo de Harry si no para tener a alguien con la que me pueda quejar sobre el ejercicio al cual nos estaban sometiendo. No me había respondido a ninguna llamada y estaba comenzando a preocuparme. Iría a exigirle respuestas a la directora si seguía sin contestarme. Ya me habían contado muchas personas que cada vez había menos oportunidades para hablar con las familias, y si la delegada no se quejaba, lo haría yo. Quizá era porque nuestra señal se había estropeado o algo por el estilo. O la del mundo exterior. Lo único que sabía seguro es que tendrían que arreglarlo rápido o iba tener que pedir unos días libres para salir a la ciudad. Estaba anocheciendo y justo cuando decidí dar una vuelta por los pasillos de los beskermers la puerta se abrió, dejando a la vista a una Rita nerviosa.

-¡No te lo vas a creer!- se sentó corriendo en mi cama, sin darme tiempo a casi sentarme.

-¿Algo grave?- ella asintió con prisa.

-Esta tarde he intentado llamar a mi hermano, unas 500 veces, y nada. Al ver que no me contestaba he ido a ver mi padre- el subdirector-. Unos guardias irrespetuosos me han echado de su oficina como si fuese una mierda. Me han dicho que no podía reunirse conmigo porque estaba tratando algo de máxima importancia. ¡Todo mentira! Mi padre jamás me diría que no a una charla- fruncí el ceño.

-Mi madre tampoco responde a mis llamadas- ella frunció el ceño también.

-Esto es muy raro, Aurora y estoy empezando a ponerme nerviosa. En este sitio cada vez hay menos vida- dijo casi sin voz-. ¿Tú no lo notas?

-Llevo diciendo eso desde que vine aquí- bromeé en un intento de hacerla reír, provoqué todo lo contrario.

-Es en serio. No se lo digas a nadie, pero últimamente mi padre y sus guardias están muy raros. Como si escondiesen algo de vida o muerte. Antes todo su ordenador estaba lleno de documentos y cosas de esas, sabiendo que cualquiera que supiese la contraseña del ordenador, podría leerlos. Ayer, al intentar descubrir qué estaba pasando me percaté de que esos documentos ya no estaban, y que tenía una especie de cajón con clave escondido.

-¿Te has colado en la oficina de tu padre? ¡¿Estás enferma?! Que sea tu padre no significa que puedas librarte de un castigo así como así y menos de ese nivel.

-¿Me has escuchado? ¡Eso es lo que menos importa ahora! Lo que importa es que necesito colarme de nuevo, encontrar la llave y descubrir qué esconden- mi respiración se cortó.

-Como se te ocurra...

-No eres mi madre.

-No, no lo soy. Soy tu beskerm. Mi deber es protegerte. Me niego a que arriesgues tu vida por descubrir algo que no sabemos si es importante.

-Ya has cumplido tu deber. Ahora yo haré lo que me de la gana- apreté los puños cabreada. Me levanté de la cama e hice que se abriese la puerta.

-¡Aurora!- gritó antes de que la puerta se cerrase. El frío me caló los huesos y rápidamente me rodeé con los brazos intentando entrar en calor. Solo entraba un poco de luz por las pequeñas ventanas del largo pasillo. Ya era de noche y no conseguía ver del todo bien. No sabía cuántos minutos u horas llevaba deambulando por los pasillos bajando y subiendo escaleras, pensando en cómo narices iba a conseguir que Rita cambiase de idea. Su padre no podría hacer nada si el gobierno se enteraba de que había invadido la intimidad del subdirector. La condenarían de muerte igual. Y su padre no levantaría cabeza después de eso. Justo cuando iba a entrar en mi habitación visualicé dos figuras saliendo de una de las 20 habitaciones que había en nuestro pasillo, todas ocupadas por guardias y gente importante. Conseguí distinguir una figura de mujer y otra de hombre. Rápidamente me escondí detrás de las columnas.

-¿Cuándo saldremos de este infierno?- la voz de la chica era dulce, un poco chillona, pero dulce.

-Pronto, y fuera nos casaremos- mi corazón dejó de latir cuando escuché la voz de Aiden. ¿Había dicho casar? Asomé la cabeza, para visualizar mejor a la chica. Era una guardia, iba aún vestida con el uniforme, y por la forma de su cuerpo era una protetgat. Mierda, mierda, mierda.

-¿Me lo prometes bebé?- di un respingo cuando escuché el apodo.

-Sabes que no soy de prometer cosas, nena- ¡¿Nena?! ¿Por qué dolía y sonaba tan sexy en su voz? Justo cuando iba a apartar la mirada vi como depositaba un suave beso en sus labios. Si no fuese tan tarde ya le habría gritado unas cuantas barbaridades sobre por dónde se podrían meter su afecto. Pero si salía lo más seguro es que me volviesen a meter en aquella habitación sin ventanas, por desobedecer las bromas. Y esta vez Aiden no se callaría, me lo dejó bien claro la última vez. Esperé unos minutos hasta que la chica se metió en su habitación y Aiden la imitó. Corrí hacia la mía y cerré la puerta rápidamente. Ahora sabía que Aiden dormía en la habitación de al lado y su novia en la de enfrente.

-¿Dónde narices estabas?- todas las luces de la habitación se encendieron y me encontré a Rita sentada en una de las sillas, esperándome como si fuera mi madre.

-Haré lo que me de la gana- repetí su frase, de la misma forma en la que ella me lo dijo.

-¿Aún sigues enfadada?- me hizo un puchero.

-Nada de eso te va a funcionar conmigo Rita, y hoy no tengo mi mejor día. Te lo he dejado claro antes, perderás mi amistad si intentas colarte ahí dentro.

-¡Lo hago para que podamos enterarnos de lo que está pasando ahí fuera! ¡Lo necesitamos más que nadie! ¡Sabes la de cosas horribles que puede hacer el gobierno! ¡¿Es que no quieres saber si tu familia está a salvo ahí fuera?!

-¡¿Se puede saber desde cuándo te interesan las cosas que haga el gobierno?! Ellos nos son los únicos malos de la película, el mundo que nos rodea es malo. Y ya es hora de que te des cuenta.

-¿Crees que vivo en una burbuja?

-¡Ambas sabemos que no lo has pasado mal. Lo más doloroso de tu vida habrá sido que Jasper te haya engañado!- me arrepentí inmediatamente de lo dicho. Me miró con una cara de odio profundo-. Yo no quería decir eso.

-Tú nunca quieres decir nada- apagó las luces con una palmada. No, no, no, no.

-Lo siento, Rita- dije dando una palmada haciendo que volviesen a encenderse.

-Hablamos mañana, ahora déjame en...- nuestra puerta se abrió y me encontré con un Aiden en pijama, con el ceño fruncido.

-¿Qué quiere?- le pregunté cabreada.

-He escuchado los gritos y creía que estabáis en problemas.

-No, solo hemos discutido- Rita se acomodó en su cama, tapándose hasta la cabeza.

-Además, a usted que le importa- la mirada de Aiden se llenó de odio. Esto me gustaba.

-Faltarle el respeto a un protegat es algo grave, Aurora. No solo me estoy refiriendo a Rita, también a mí, así que ten más cuidado con lo que dices- aunque fuese dos cabezas más alto que yo no me incomodaba para nada, quizá no podría darle una buena paliza pero sí dejarle unos cuantos moratones.

-Vaya, supongo que no todos somos igual de cariñosos que usted- al principio no lo entendió, pero luego por la forma en la que relajaba su rostro pareció comprenderlo. La había cagado al decirlo, pero no creo que le comentase nada al gobierno.

-Hablaremos mañana sobre eso- sonreí con maldad.

-No tengo nada que hablar con usted. Buenas noches, señor- me dirigió una última mirada de odio antes de que la puertas se cerrase.

OblivionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora