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Saludos queridos hermanitos, es realmente joroschó que volvamos a leernos

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Saludos queridos hermanitos, es realmente joroschó que volvamos a leernos. Sé que dije que debía seguir solo mi camino, pero sería cruel privaros de mí, además después de todo lo ocurrido no queda nadie con quien pueda compartir mi vida realmente.
Si habéis encontrado esta parte de mis memorias sería esencial haber leído las primeras.

Así que, empecemos la historia por la parte importante, ya que a nadie le interesa si me pasé la noche anterior tomando un vaso tras otro en el bar Korova. Lo hice, pero no es importante para la historia y no pretendo aburriros tan pronto, drugos míos.

Aquí comienza lo bueno. Conmigo, Alexander deLarge, iteando por estos mestos. Las calles que yo controlo, mi adorado territorio.

Sin embargo, estaba solo, como ya acostumbraba. La noche hacía que todos se resguardasen en el calor de sus viejos hogares, lo que no me ayudaba a encontrar a una joven débochca cualquiera que llevaba tiempo buscando.

Todas las vecas estarían con sus pe y eme listas para meterse en la cama y soñar con los angelitos, después de haberle rezado un par de oraciones a su Bogo favorito pidiendo que alguien como yo no se cruzase en su camino. La ciudad nocturna no es un lugar seguro para una señorita.

Cuando me vieron, enseguida acudió a mí un grupo de chavalcos de mi edad, sin duda me conocían como todos los nadsat de por allí. Uno de los tri chelovecos me ofreció un cancrillo, aunque no fumé aquella cala dejé que me acompañaran.  Iteábamos mis nuevos drugos y vuestro humilde narrador, cuando entonces alguien crichó hasta vaciar sus pulmones.

Seguimos el sonido de la golosa que pedía auxilio. Era la hora de reclamar mi territorio.

La naranja mecánica: El regreso de AlexDonde viven las historias. Descúbrelo ahora