7. Reginam: el circo de la muerte en asiento VIP

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Se escuchan trompetas.

Silencio. Todos, nobles y plebeyos, debemos ponernos de pie. Ahora escuchamos el sonido de tambores. En el palco, a pocos metros de los asientos que ocupamos Gio y yo, finalmente hace acto de presencia la familia real. Los Abularach. Los rectángulos gigantes muestran una por una sus caras.

Todos aplauden.

¡PUAJ!

—Majestad —dice Hank, quitándose el sombrero y haciendo una reverencia a Eleanor—. Háganos el honor de inaugurar esta festividad.

La reina destaca más que su prosapia. Su corona, con forma de cascabel de serpiente, está adornada con plumas de colores. Su vestido es verde esmeralda y, como siempre, parece una enorme carpa ambulante. Ella usa perlas y diamantes, pero entre todas sus joyas destaca su bastón de oro, también con forma de serpiente. El pálido rostro de Eleanor no es bello, pero es simétrico y está exageradamente maquillado. ¡Payasa!  No puedo ver el color de sus ojos, que muchos dicen parecen dos llamas de fuego, pero ahora que puedo verla un poco más cerca, la curioseo: frente amplia, nariz pequeña y pómulos pronunciados. Su cabello es dorado y está sujeto en un moño alto, simulando ser la melena de un león.

Al lado izquierdo de Eleanor está el rey Jorge, que es alto, muy alto, como todo hombre o mujer de Cadamosti, pero en contraste es rollizo y grotesco. A la derecha de Eleanor está el príncipe Gavrel, el heredero al trono. 

—¡Aplaude, Elena! —me vuelve a regañar Gio.

Nunca he pensado en el príncipe Gavrel como "el heredero", pues toda mi vida he visto a Eleanor Abularach a cargo de todo cuanto conozco, y a nadie más. Y es que, el príncipe Gavrel tampoco representa una esperanza para nosotros. Esas son palabras de mi padre.

Detrás de ellos tres están de píe el príncipe Sasha, la princesa Isobel, dos mujeres que nunca antes había visto y el obispo.

Eleanor da un mensaje de bienvenida y nos recuerda cuánto lamenta entregar a sus amados hijos a las fieras salvajes bla bla bla. Nos pide que confiemos en que, cada decisión que toma, primero piensa en nosotros los plebeyos bla bla bla. Pero también nos amenaza con ser inclemente si decidimos traicionarla.

Mientras la reina se dirige a sus súbditos, el rey asiente con la cabeza, conforme; el príncipe Gavrel tiene una mirada hermética, el príncipe Sasha parece aburrido y la princesa Isobel se encoge de hombros. Los nobles sonríen condescendientes y los plebeyos escuchan, pero sólo porque de lo contario seríamos llevados al cepo.

Circo.

Todos aplauden cuando la reina termina su discurso. Nobles. Plebeyos. Yo también tengo que aplaudir. Pero lo hago para celebrar que por fin se calla.

Murmullos. No sé qué indica que ya nos podemos sentar o hablar, pero lo hacemos.

—Son tan diferentes —susurra Gio a mi oído, señalando discretamente a Gavrel y Sasha, que están siendo mostrados en los rectángulos gigantes.

Sé cuál es el motivo de su nerviosismo. Sasha.

—¿Por qué son diferentes? —pregunto, porque quiero que él me explique lo que yo no puedo ver. Para mí un príncipe es un príncipe sin importar cómo se ve. 

—Los rasgos de Sasha son tan delicados y sublimes —dice—. Es como si su rostro hubiese sido esculpido por el Padre sol. 

No estoy de acuerdo. Es cierto que el aspecto de Sasha es mucho más delicado, pero Gavrel es más varonil. Me recuerda a los hombres que suelen estar al frente de un ejército. Se ve fuerte y severo; y destaca más entre los Abularach porque es el único que no tiene el cabello dorado, el suyo es marrón y está un poco rizado.

Crónicas del circo de la muerte: Reginam ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora