Desconocíamos totalmente el piso de arriba, las puertas que daban hacia el elevador estaban cerradas y solamente subiendo las escaleras podríamos confirmar qué era lo que nos esperaba ahí.

—Se pulverizó —comentó Lizzeth. Descarté esa teoría al instante. El cuerpo tenía que aparecer, el impacto que se escuchó era lo suficientemente fuerte para romper huesos, pero no para hacer polvo a una persona.

—No, no creo que haya pasado eso —respondí, Lizzeth se mantuvo callada y nadie me contradijo—, el elevador quizá chocó contra el techo pero no para hacer polvo a Ricardo. Si está muerto, su cuerpo debe estar ahí arriba.

—¿Y si no lo está? —Habló Cristy por primera vez apartándose de los brazos de Lizzeth. Se secó las lágrimas y se limpió la cara con sus manos llevándose un poco de rimel en ella. Caminó con nosotros y sus zapatos fue lo único que se escuchó en todo el hospital. Llevaba unos tacones pequeños—. ¿Y si Ricardo está arriba queriendo matarnos?

—No creo que esté fingiendo su dolor —respondió Johana acercándose a Cristy—, su zapato y su corbata, deben tener explicación lógica para poder estar aquí. Además la sangre, debe ser de algo en específico.

—¿Y si no es sangre? —Preguntó Cristy y se acercó al pequeño charco rojo, se agachó y arrastró su dedo por él para tomar una muestra. Parecía tan real, tenía que ser sangre.

Ricardo no podía estar arriba queriendo matarnos. Estaba enfurecido pero no creía que él fuera capaz de ocultarse para después salir por sorpresa y atacar.

—¿Qué otra cosa sería? —Preguntó Johana. Estas dos mujeres eran la atención de todo el hospital. Ambas se mantuvieron a un lado del charco analizando lo que fuera aquello—. Tiene que ser sangre. Pero sin duda no es de Ricardo.

—Es de Patricio —susurró Donato opinando, todos enfocamos la mirada en él esperando a que continuara. Él se puso de pie y echó una mirada más al techo—, tiene que ser de él. Su cuerpo pudo haber sido utilizado para esto.

—O a Ricardo pudo haberle pasado lo mismo que a Patricio —comentó Lizzeth desde su lugar—, el cuerpo de Patricio no fue hallado y ahora, el de Ricardo tampoco. Porque Ricardo subió al igual que Patricio bajó, lo que fuera que estuviera abajo o arriba los consumió por completo.

Johana asintió lentamente dándole la razón a Lizzeth, sin duda era una teoría muy acertada y la que más me convenció. De cualquier manera, esos gritos que ambos producieron al ser atacados, fueron los últimos de su vida. Ambos ya no estaban en esta tierra.

—Lo que dice Lizzeth tiene mucha verdad —dije y me convertí en el centro de atención, ahora era mi turno de hablar. Salí del elevador y Johana y Donato también lo abandonaron. Entre todos formamos un semi círculo y nos mantuvimos quietos—. Algo consumió a Ricardo y Patricio por completo. De Patricio solamente quedó su cabeza, que minutos después explotó. Y de Ricardo no quedó absolutamente nada, solamente un zapato y su corbata.

—¿Perdió Ricardo? —Preguntó el inocente de Matías con un rostro afligido—. ¿Por qué cuando alguien pierde dicen que muere?

Cristy, quien estaba a su lado, fue quien se encargó de hablar con él y contarle lo sucedido. Yo me acerqué con Donato quien comenzaba a alejarse del grupo. Todo había cambiado, cada vez más la confianza iba disminuyendo, con menos personas, esto se volvía más silencioso. En verdad hacían falta, Ricardo tenía una gran inteligencia para pensar en lo que sucedía. Doroteo también se encargaba de opinar, y qué decir de Victoria, una gran señora que se encargaba de mantener a Matías quietesito y a Lizzeth un poco más calmada. Desde que ellos se fueron, Lizzeth y Donato se pusieron más serios aún, casi no mencionaban palabra y se alejaban del grupo. Hacían falta esas personas, eran un sustento para mantener la esperanza viva.

—¿Cómo te sientes Donato? —Le pregunté. Él bufó, se cruzó de brazos y se recargó a la pared.

—No lo sé Naúm —me respondió. Johana se acercó a nuestro lado sigilosamente y no habló, solamente se dispuso a escuchar—. Aún no me creo que mi hermano ya no esté aquí. Pienso, en que quizá todo esto es una pesadilla, que cuando salgamos todo volverá a la normalidad. Que quizá en sí todo es un juego y cuando mueres termina y puedes continuar con tu vida normal.

Escuchar la voz de Donato me deprimía. Hablaba con una nostalgia silenciosa, quería mostrarse fuerte a pesar de todo y le costaba, mucho.

—Todos hemos perdido a alguien alguna vez —dijo Johana, se mantuvo quieta en su lugar y suspiró profundamente—, sé que Doroteo sufrió mucho. Perdió a su familia, pero piensa. Él en este momento está reuniéndose con ellas, con su hermosa hija y con su amada esposa.

La miré y volví la mirada a Donato asintiendo, era verdad. Todos habíamos perdido a alguien alguna vez. Pensé en mis padres, en el único abuelo que conocí, en los hijos que no pudimos tener mi esposa y yo, los habíamos perdido, ya no estaban pero a pesar de eso, seguíamos adelante, y eso teníamos que hacer una vez que saliéramos de aquí.

—Pienso que ya le tocaba —habló Donato con su mirada en el casillero, en el lugar donde la roca cayó—, por algo Ricardo no pudo mantenerse estable, porque era el turno de mi hermano, no de él que de igual manera, su hora ya llegó.

Cristy llegó a nosotros con Matías en sus brazos. Lizzeth estaba a su lado con la mirada ida, la mantenía fija en un punto de la pared que no tenía la más mínima importancia. Sin duda después de sus acontecimientos, no iba a volver a ser la misma chica que conocí cuando entré aquí.

Lizzeth nos observó a todos con sus grandes ojos, parecía aterrada, Matías se miraba un poco más tranquilo y callado. Lizzeth se acomodó y se acercó un poco más a nosotros para sentirse más cómoda y evitar gritar.

—No sé cómo relacionar esto pero —dijo pero se detuvo, seguramente no sabía cómo comenzar a decir lo que tenía en mente. Se pasó la lengua por sus labios y prosiguó a hablar—, cuando Victoria murió fue porque estaba persiguiendo al gato. Él observó la parte azul del techo, lo cual nos llevó a la muerte de Doroteo, y ahora, él entró al elevador justo antes de que Ricardo entrara y muriera ahí dentro.

Nos miramos entre todos con miedo y confusión, Lizzeth tenía demasiada razón, el gato fue quien los guió a esas muertes.

—¿Crees que el gato tenga algo qué ver con las muertes? —Pregunté.

Cristy tenía la uña de su pulgar en la boca, como si estuviera analizando lo que acababa de decir Lizzeth, se giró repentinamente y al retirar el pulgar de su boca dio una fuerte bocanada de aire.

—También, cuando mandamos al gato al piso de abajo, minutos después de ahí mismo provino la trampa que asesinó a Ximena.

Todo ahora parecía encajar, el gato tenía que influir mucho en las muertes. Por algo era extraño, por algo sus signos vitales no funcionaban.

—No puede ser —habló Lizzeth y se vio más asustada, su mirada me observó y luego habló—, Naúm. ¿Dónde está el dibujo y la nota que encontraron?

—En el casillero —contesté y lo señalé desde mi lugar. Lizzeth corrió a él y tomó las dos hojas, dejó el dibujo dentro y caminó con la nota.

—La muerte siempre estará con ellos y no los dejará hasta el final —dijo leyéndola, la tomaba con las dos manos a pesar de ser un papel muy pequeño. La mantuvo baja y levantó la cabeza—. Si no me equivoco, con este papel y con lo sucedido, puedo determinar que... El gato, es la muerte.

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