CapítuloNueve|Mente en descontrol|

Comenzar desde el principio
                                    

Subió la cabeza y ahí, frente a él, estaba Esa mujer mirándolo con mofa, era evidente la emoción en su rostro. Se movía con serenidad de un lado a otro. Su sonrisa era cada vez más amplia mientras lo miraba ahí, tirado en el suelo y sin la mera posibilidad de defenderse de ella.

Su corazón comenzó a latir con fuerza y sintió como si éste se fuera a salirse de su pecho.

—Míralo, pobresito.

Siguió caminando a su alrededor y Noah comenzó a sentir el pánico que siempre sentía cuando era niño cada que se quedaba solo con ella en una habitación.

—Quizá te hayas convertido en un hombre muy exitoso y de mucho prestigio, pero hay algo que tienes que recordar, cariño: Aunque el mono se vista de seda, mono se queda—. Se rió en cuanto vio las primeras lágrimas de Noah bajar por sus mejillas—. Por muy fuerte que quieras hacerte ver por fuera eso no cambia que por dentro sigas siendo la misma basurita de siempre.

—¡Déjame en paz!—Sollozó golpeando cada vez con más fuerza sus puños contra el suelo.

Noah se levantó con sus pocas fuerzas y se abalanzó sobre el reflejo que rápidamente desapareció ante sus ojos haciéndolo caer al suelo.

Sus sollozos eran cada vez más fuertes, pero él era el único que podía oírlos. Las lágrimas bajaban una seguida de la otra. El dolor era imposible de soportar y no tenía a nadie que lo apoyara en ése momento. Estaba totalmente destrozado. No podía siquiera levantar su cuerpo del suelo. Las lágrimas y el dolor, no paraban. Aumentaban con el paso del tiempo. ¿Cuándo pararía de aumentar?, mirando el techo, pensó que lo que más deseaba en ése momento, era un maldito abrazo.

—Sólo quiero que me dejes en paz—Susurró sintiendo como todo su cuerpo pesaba—, déjame ser feliz por al menos una vez...

Y eso, era verdad. Lo único que él quería era ser feliz en su totalidad por primera vez. Quería experimentar todo lo que era sentir amor y cariño, y que esa persona lo sintiera por él. Algo mutuo. Quizá encontrando a Annie el dolor pararía un poco, pero seguiría con el paso del tiempo.

Pero eso no era para él.

Por mucho que deseara todo aquello, para alguien como él era imposible establecer una relación con todos sus fantasmas. Sabía que era probable que nadie supiese cómo reaccionar ante sus arrebatos. Quizá ése era su destino, vivir solo y con el constante miedo de que su mente hiciera aparecer a Esa mujer en sus peores momentos de debilidad mental y ésta comenzara a atormentarlo y se encargara de llevarlo a las profundidades de su mente. Su infancia.

Ella era el punto clave, su némesis. El punto que había marcado todo para él. El temor de que ella apareciera físicamente ante él, era algo con lo que tendría que vivir toda su vida. Sabía que si ella llegaba a aparecer, se decaería de nuevo y volvería a ser lo que era antes. Ella no podía aparecer, no podía. No tenía manera de saber cuándo volvería a verla, pero sí sabía que cuando el momento llegara, no estaría preparado para afrontarlo de forma madura.

No tenía la fuerza suficiente para levantarse. Sabía que debía de hacerlo y de alguna manera seguir con su trabajo, pero debido a las condiciones de la oficina y su propia condición, no podía. Sus nudillos ardían por los golpes dados al suelo.

Ésa era su vida. Estaba en el mundo solo y sin nadie que lo apoyara.

Las lágrimas y sollozos habían parado, sin embargo, el dolor había quedado implantado en su pecho. Echó un vistazo a su alrededor y todo estaba hecho un completo desastre. Libros, papeles y objetos estaban desparramados de aquí para allá.

Corazón Principiante✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora