Aunque no te pueda ver

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Anoche soñé contigo, otra vez.

Estabas tan guapo como siempre, bien arreglado y con tu sonrisa preparada a veinte centímetros de la mía.

Yo volvía a tener 6 años y llevaba aquél vestido blanco que tanto te gustaba.

Me cogiste de la mano y me susurraste en el oído un "¿quieres dar un paseo, mi princesa? " fue entonces cuando te miré y, después de tantas veces intentando recordarte, pude verte de manera clara. No me acordaba de lo guapo que eras ni tampoco de que tuvieras esos ojazos.

Paseábamos en silencio, pero no pedía nada más, sólo tu compañía.

De repente, nos paramos en frente de un parque al que siempre iba a jugar, entonces me vinieron todas las imágenes juntos; cuando me llevabas en tu espalda y me hacías sentir la princesa más feliz del mundo, cuando jugábamos al escondite y siempre me encontrabas en el mismo sitio - inocente de mí-, me acordé de las horas y horas que estabas conmigo, regalándome lo más valioso que puede existir en la vida: el tiempo. Después recordé todas las veces en que me enfadaba con papá y mamá cuando teníamos que irnos a casa y sabía que hasta mucho tiempo no volvería a verte.

Fue entonces donde empecé a sentir mis mejillas húmedas... Me acordé de aquél terrible febrero que tanto lloré y nunca consigo olvidar.

Desde navidades que no te veía, me regalaste un vestido de hadas para mi cumpleaños, dios qué feliz me hizo. Cómo no, me tocó despedirme de mi tía, de mi futuro primo y de ti... Las despedidas igual de duras y tristes que siempre...

Sin embargo, no me esperaba que esa fuese la definitiva... Siempre pensaré que me quedaron muchas cosas por decirte...

Y a ti, muchas promesas que cumplir juntos.

Aún así, llorarle a la vida - o a la muerte- no me sirve de nada, puesto que ya nunca regresarás. Lo que sí puedo y pienso hacer, es cumplir todos nuestros sueños, por ti y por nosotros.

Porque fuiste tú quien me enseñó a tener fe, a seguir adelante y a luchar contra todos los obstáculos.

Dejé de creer solamente en Dios, para empezar a creer en el destino, en mí, en ti y en el cielo en sí.

Sé que desde otro lugar, quizás otra vida, otro tiempo; sigues ahí, cuidándome, desde lo más alto y resplandeciente. Por eso mismo, me gusta tanto la noche, no por la oscuridad... Sino porque los ángeles se dejan ver desde el cielo.

Te quiero, Jesús

El eco de lo no dichoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora