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¿Qué acaba de decir? Hace unos minutos me dio a entender que iba a estar ocupado toda la noche... ¿y ahora sale con esto? No lo pienso permitir.

—No tienes que...

—¡Yo creo que es buena idea! —me interrumpe Astrid mientras le dirige una mirada de suficiencia a Nadia.

—¡Alex! ¡¿Qué crees que estás haciendo?! ¡¿Me dejarás aquí sola?! —chilla ella.

—Estoy seguro de que encontrarás la manera de divertirte con alguien más, Nadia. Además yo ya me iba de todas formas; estoy cansado.

—¡No se trata de eso y lo sabes!

—Alex, brother, no hagas enojar a tu chica. Quédate con ella, ya me hago cargo yo —interviene Diego.

—¡¿Es que nadie me escucha?! ¡Me quiero ir, maldita sea! —ruge, y se dirige a nosotros—: Los espero afuera. Si no salen en menos de cinco minutos, me largo.

Nadia se levanta y va detrás de él. Diego, por su parte, se acerca y le coge las manos a Astrid.

—Qué pena que te vayas tan pronto. Me habría gustado... seguir disfrutando de tu compañía.

—A mí también —responde con una sonrisa de oreja a oreja—. ¿Nos volveremos a ver?

—Cuando quieras. Tienes mi número. Hasta luego, nena. —Le guiña un ojo y se marcha.

—Vamos —me dice Astrid entre risitas.

—¿Qué? ¿Con Alex? Quiero decir... ¿A su auto?

—¿A dónde más sino?

Abro la boca para protestar, pero vuelve a interrumpirme.

—Escucha. Si dejo mi auto aquí, mañana tendré que ver a Diego nuevamente. ¡Es la excusa perfecta! ¿No es la excusa perfecta?

—Supongo —contesto resignado. Mañana, cuando esté sobria, hablaré seriamente con ella sobre la persona que cree que es Diego.

Cuando salimos de la casa, Alex está sentado en el capó de su vehículo con los brazos cruzados sobre el pecho, esperándonos.

—Yo iré en el asiento de atrás, si no les importa —anuncia Astrid.

—Yo también —añado.

—No te sientas mal, Luqui, pero voy a necesitar todo el asiento para descansar en el camino. Apenas puedo mantener un ojo abierto.

—Ah... Claro, está bien... Pero ¿yo dónde iré?

—Eh, amigo, si eres observador, te darás cuenta de que hay otro asiento en la parte de adelante —me dice Alex como si estuviera hablando con un estúpido.

Me muerdo la lengua para no decir nada inapropiado, y vacilo un momento antes de meterme en el asiento del copiloto al que se refiere Alex. Aunque no es que haya sido mi primera opción. Cuando ocupa su lugar, visualizo un esbozo de sonrisa en su rostro. Nadie dice nada mientras avanzamos por la autopista hasta que Alex rompe el silencio.

—Casi lo olvido. Deberías fijarte dónde dejas tus cosas. La próxima vez no estaré ahí para salvarte —dice tendiéndome mi teléfono, y se lo arrebato inmediatamente.

—¿Qué hacías tú con mi celular?

Pone los ojos en blanco.

—Por Dios, ¿algún día aprenderás a ser agradecido?

—Gracias —musito avergonzado.

—Se te cayó cuando te empotré contra la pared —sonríe maliciosamente. Vuelvo la cabeza hacia atrás para asegurarme de que Astrid no lo haya oído. Por suerte, se ha quedado profundamente dormida en cuestión de nada.

ContigoTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang