Capitulo 4: "Desde cero, o menos"

500 43 6
                                    

*{Narra Leo}*

Abrí poco a poco mis ojos, solo para ver qué estaba apoyado en una cama, y que me encontraba en una habitación, negra y roja. No recordaba cómo,había llegado aquí, en sí no recuerdo mucho más de los malos recuerdos con mis hermanos.

Entonces alguien abrió la puerta del cuarto, una chica delgada, de pelo corto, negro y puntas rubias. Llevaba una armadura, de metal, y telas negras por debajo; su recuerdo también se me hacía demasiada borrosa para reconocerla.

-Veo que as despertado-
-¿Quién eres?-
-Veo que tenía razón. Me llamo Karai, soy tu hermana-

¿Mi hermana? No recuerdo tener ninguna hermana, los únicos que tengo, me rompieron el corazón.

-No recuerdo tener una hermana. Sino tres hermanos menores-
-Me sorprende saber, que les recuerdes-
-Para no recodar, destruyeron todo lo que me daba vida-
-Lo siento tanto, por lo que te hicieron. Pero el Maestro té quiere ver-
-¿Quién?-
-Ya lo verás-

Y con esas palabras me ayuda a ponerme de pie. La tal Karai parece amable además de algo linda; ¿qué estoy diciendo? Mejor que lo ignore.

No sabía porque, pero parecía que mis piernas no me hacían caso, e hicieran lo que les de la gana. Como si no estuvieran conectadas a mi mente, y no pudiesen saber mis órdenes. Eso lo noto la chica de cabello de dos colores, ya que una que otra vez, me ayudaba a andar.

Entonces llegamos delante de dos puertas de metal, que se deslizaron a los lados, para dejarme ver un hombre sentado en un tipo de trono. Se me hacía demasiado familiar. Nos fuimos acercando al hombre, y a una distancia, la chica se arrodilló, yo no lo hice por dos simples razones:

1- No conozco al hombre, todavía.
2- Mis piernas seguían sin responder.

El hombre me miraba directamente, pero de una manera diferente a que les hacía a los demás. Yo intentaba en lo más profundo de mi mente, saber porque se me hacía tan familiar, pero parecía como todo en mi ser no me hace caso. Lo único que razonaba conmigo, eran mis labios, para cuando quiero hablar.

-Leonardo, me alegra ver que as despertado-
-Lo siento mucho. Pero no no le reconozco, aunque se me haces muy familiar-
-Soy tu padre, Leonardo-

¿Mi padre? ¿Él es mi padre? De alguna manera, mi cabeza no procesaba bien esa información; de una manera en que no se confiaba de esas palabras. De repente mis piernas empezaron a temblar, dándome el aviso, que en cualquier momento harían lo que les hiciera la gana; y como si fuera un crío de seis años, pregunte:

-Pa-Padre, con todos mis respetos, me permite sentarme. Es que siento que mis piernas me van a traicionar en cualquier momento-
-Adelante, no me importa que te sientes. De todos modos es tu casa, siéntese cómodo-
-Gracias-

Y cuando sentí que me iba a caer, me senté en posición de loto, mientras miraba atentamente al que se hacía llamar mi Padre. De alguna manera, mi mente decía que no me preocupase, que él era en verdad mi padre; pero mi corazón decía lo contrario, que él era mi enemigo, y que debería volver con mis hermanos.

Cuando el corazón pronunció la palabra hermano, sentí como la sangre me hirviese, y que me enfadase. No quiero volver con ellos, solo me hacen sufrir, me destrozan, solo me dicen lo que hago mal, no me dicen ni un simple gracias; ellos lo dijeron: "el mundo iría mejor, si no existiera"

-Si usted es mi padre, fuisteis vos quien crío a mis hermanos, de una manera en que me destrozasen-
-No, hijo mío. Vosotros fuisteis secuestrados por Hamato Yoshi, quien fue el que lleno de cosas desagradables. Pero al parecer, tu pudisteis quedaros con lo que te enseñe, respeto, honor y paciencia. En cambio, tus hermanos, fueron llenos de rebeldidad, irresponsabilidad y celos; haciendo que sus corazones se volvieran oscuros. Pero ahora podrás ayudarme a recuperar, a los que yo llamaba hijos; y podrás conseguir lo que siempre querías. Solo tienes que decidir-

Me explico, cada palabra que decía, me hacía razonar, y sentía como algo en mi mente, dolía y cambiaba. Un dolor comenzó a reinar mi cabeza, obligándome a cerrar los ojos; los ojos me empezaron a doler, de una manera que me daban ganas de llorar. Pero no me atrevía a dejar una sola lagrimar caer, delante del que se hacía llamar mi Padre; me ardían los ojos, pero cuando el dolor desapareció, logre abrir los ojos.

Note como me miraban, estaban de una manera de decir, con miedo. Pero mi padre, me miraba con asombro, sorpresa y felicidad; entonces Karai se acercó un poco a mi, y me susurró:

-Le-Leo, tus ojos-
-¿Qué pasan con ellos?-
-Son rojos-
-¿Qué, que estás diciendo?-
-Son rojo sangre...-

Pero antes de poder decir algo más, a cabeza me empezó a doler de nuevo; y mi padre empezó a hablar.

-Leonardo quiero hacerte un tipo de prueba. Por favor ponte de pie-

Obedientemente me puse de pie, entonces Karai se fue andando al lado de mi padre; de la nada aparecieron un montón de ninjas, parecían querer matarme.

-Empezad-

Y de allí todo se volvió negro.

.
.
.
.
.
.
.

Todo empezó a volver a mi visión. Algo que no quise hacer ahora. Tenía en mi mano mi Katana, pero de ella goteaba un líquido, un líquido rojo; al rededor mía solo había cuerpos, cuerpos apuñalados, sin partes ser cuerpo, y cada uno de ellos estaban rodeado del mismo líquido.

No me lo creía:
Los había asesinado, a todos.

Deje que mi Katana se resbalase de mi mano, y me caí de rodillas. Yo nunca me creí capaz de matar, y menos a tanta gente; había decepcionado, mi propia reputación, había destrozado lo que creía que era.

Pero lo que no supe porque, era que empecé a reír.
Reír de alguna manera malvada.
Una manera macabra.
De alguna manera que sentí miradas llenas de miedo, hacia mi. Algo que no me importó, algo que ahora no me molesta.

Porque ahora todo iba a cambiar.

DestruyeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora