Más tarde ese día...

—El tiempo esta horrible, se está levantando viento; mira los relampagos —me dijo el rubio mientras caminábamos en el aparcadero, a la salida del trabajo.

—¡Dios todopoderoso! ¡Dios no quiere que tengamos una cita doble con la ex tuerta! —dije en un tono risible.

—Ya la llamé por teléfono y aceptó muy emocionada. Prepárate porque la gran cita es mañana.

Me despedí de él y esperé junto a mi auto que llegue Mathilde. Llegamos a casa y una mujer, de pie junto a la puerta vestida de negro, me llamó con gruñido amistoso.

—¿Quién es esa pelinegra? —pregunté—. ¿Es la mujer del bar?

Mathilde descendió del auto y fue directamente a interrogarla. Caminé tembloroso por la inusitada situación y cuando la vi de cerca supe que era Rubí.

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Al pie del umbral de mi casa estaba Rubí. Ella ya no tenía esa larga y esplendorosa cabellera rubia, ahora era pelinegra.

Mathilde volvió al auto para sacar las llaves de la casa de su cartera, en sus ojos pude ver que se estaba enfadando, y eso era una mala señal: yo la había albergado en esta casa con las esperanzas de que tengamos un futuro y podamos ahorrar, por no decir algo más.

Estacioné el fitito como pude, estaba temblando como un niño pequeño. Cuando crucé la puerta ya oí los gritos.

—¿Qué plata quieres? ¿Eso es lo único que te importa? —Mathilde se estaba poniendo mordaz—. Aquí estoy mejor que en tu departamento. Estamos bien, cuido tus putos loros, voy todos los meses a verificar que los inquilinos no maltraten tu hogar.

—Sí, es verdad Rubí —repliqué—. Mira, bella, no hay nada fuera de control, ni siquiera algo minúsculo para ocultarte, y tú lo sabes.

—¿Donde están mis películas hindis? Seguro que las tiraste a la basura. —Se sentó; y se puso a observar a las aves desde el sofá del comedor, sin ningún movimiento que indique desesperación—. Mathilde, no vine a discutir, no quiero quedar como una boba delante de tu guapo compañero, allá tú si estás molesta, pero no me vengas a decirme que me importa el dinero de la renta de mi departamento, ¿vale?

Yo podria haber dicho que se quede, ya que no podía retornar su hogar, hasta que recordé aquel beso cariñoso en el buque y la vez que tuvimos sexo.

—Si quieres puedes quedarte en la habitación con tu hermana —afirmé—. Te compraré nuevas películas hindis y si todo marcha bien en esta casa —me apresuré a decir, porque ya veía a Mathilde con la mirada deformada por la ira— , puedes hacer lo que desees, también puedes ir a la casa de tu hermano.

Ya me safé, pensaba yo, le sugerí que vaya a quedarse con Matheus, pero como era predecible, Rubí estaba abriendo su maleta de viaje y entonces pensé que no había duda alguna de que se quedaría aquí.

—Entonces... ¿Puedo quedarme aquí? —exclamó Rubí.

Mathilde se marchó dando un portazo. Dramática, como siempre. No fui tras ella. Ya sabía que ella le gusta llamar la atención de todos.

Los Deseos de Demetrius    (𝙽𝚘𝚟𝚎𝚕𝚊 𝚝𝚛𝚊𝚜𝚑)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora