Rompecabezas.

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Abrió los ojos lentamente debido al peso extra que sentía en los párpados. No podía enfocar bien, todo estaba muy borroso, pero pudo distinguir el techo de su habitación. Una punzada de dolor atacó su cabeza haciéndolo soltar un gruñido.

Se sentía bastante mal, aquella resaca sin duda era de las peores. Trató de hacer memoria y recordar lo que había sucedido para terminar así, pero fue en vano. Su mente no cooperaba frustrándolos de sobre manera. Maldición, jamás se embriago tanto como para no recordar que había hecho.

De lo único que tenía certeza era que hubo una fiesta y a juzgar por su estado, una muy grande.

Reunió fuerzas y se sentó como pudo en la cama. Como consecuencia del proceso, toda la habitación comenzó a darle vueltas.

—Joder—. Se quejó llevándose las manos a la cabeza. Después de unos segundos, todo pareció mejorar, así que volvió a abrir los ojos.

Miro hacía abajo y reparo en el hecho de que estaba completamente desnudo. De inmediato escaneó la habitación encontrando su ropa esparcida por el suelo. Había tenido sexo y ni siquiera lo recordaba.

Volteó y encontró el otro lado de la cama vacía y a juzgar por la falta de prendas que no sean suyas en el suelo, su amante se había ido.

Normalmente, hubiera ignorado el hecho, pero algo en él estaba inquieto, deseoso de averiguar quien fue su acompañante nocturna. Poso su mirada en la mesita de noche junto a él en busca de algún papel con un numero telefónico. Sus conquistas de una noche solían dejarle su número con la esperanza de que las llamará, pero eso nunca sucedía. Se llevó una sorpresa al no encontrar lo que buscaba.

Sesshomaru se levantó de la cama y se tambaleo hacía el baño para asearse. Ni siquiera se molesto en levantar la ropa. Lo único que quería era una buena ducha y una pastilla para ese maldito dolor que lo estaba enloqueciendo.

Entró al baño cerrando la puerta tras de si. Se acercó al lavabo y se miro en el espejo. Tenía ojeras y no muy buena cara, pero era normal después de su aparente noche salvaje. Cortó sus pensamientos al descubrir algo más. Un lápiz labial rosa estaba en sus labios a causa de besar a la desconocida y tenía un poco corrido en la mejilla.

El peli plata llevó una de sus manos a la mejilla y de nuevo la duda le surgió. Sentía que esa noche había pasado algo que debía recordar, algo importante.

El color no era uno que hubiera visto antes en sus acompañantes. Ellas normalmente usaban tonos más oscuros, más atrevidos. Pero ese era un rosa pálido, inocente.

Después de salir de la ducha se acostó en su cama después de haber tomado una pastilla para el dolor de cabeza. Agradeció que era domingo y cerró los ojos dejándose vencer por el cansancio.

Al día siguiente sintiéndose renovado se preparo y fue a la universidad. Al llegar a su facultad, se encontró con dos de sus amigos. Koga y Miroku.

—¿Qué tal estuvo la resaca?—. Preguntó Koga apenas llegó junto a ellos.

—Hmp—. Musito sin dar más respuesta. Así que había estado con ellos. Quizás podían darle más información. Interiormente deseaba que supieran con quien se fue esa noche. No había podido quitarse el asunto de la mente y la molesta sensación de que era algo importante lo carcomía.

—Parece que no tan bien—. Comentó Miroku.

—¿Saben con quién me fui esa noche?—. Les preguntó sin rodeos. Ambos amigos se miraron entre si como preguntándose con la mirada y se encogieron de hombros.

—No tengo idea—. El primero el contestar fue Koga—. Malamente podía conmigo mismo como para vigilarte—. Admitió. El peli plata poso su mirada en su otro amigo esperando su respuesta.

Lapiz Labial. Where stories live. Discover now