Capítulo 04

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Canción: The Lady In My Life - Michael Jackson

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Canción: The Lady In My Life - Michael Jackson

* * *

Nuestras respiraciones se fusionaban. Nuestro silencio habitaba. Él quedó mudo mientras miraba detalladamente mi rostro como si le tomara una foto. Yo sólo miraba sus labios, húmedos.

—Puedo sentir... —dijo él en un murmuro, su aliento rozaba mis labios—... cómo otro sentimiento va creciendo en mí, y se trata de ti.

—¿Qué quieres decir?

—Quédate conmigo —repitió—, y te daré calor, sí, a través de las sombras de la noche. Déjame tocarte con mi amor porque yo puedo hacerte sentir muy bien. Y, ¿sabes?,a  través de los años, incluso aunque seamos viejos, te amaré cada día más porque tú siempre serás la mujer de mi vida.

Acarició con suavidad mi mejilla mientras miraba mis ojos dulcemente. Yo también lo hacía.

—¿La mujer de tu vida?

—Siempre estuviste conmigo y mi corazón no te veía. Hoy me he dado cuenta que eres tú la única que me quiere realmente, como realmente soy junto a mis defectos. Eres la única mujer que me ha acompañado todo este tiempo. Y ahora descubro que te amo, recién ahora me doy cuenta de ello. Quédate conmigo y juntos disfrutemos de nuestras compañías esta noche de oscuridad. Sé mi luz y mi felicidad.

—Pero..., sólo somos amigos —dije, cabizbaja y lo mire entre pestañas.

—Mis ojos ya no te ven cómo una simple amiga. Yo deseo compartir mi vida contigo, con la única mujer de mi vida.

—Michael... —musité ya que él se aproximó más a mí. Esa tortura que ocasionaba era insoportable. Estábamos a pequeños centímetros de hacer contacto con nuestros labios. Por dentro gritaba y deseaba con que lo hiciera pero no.

Se detenía allí como si esperase mi permiso, como si no quisiera faltarme el respeto. Su aliento se mezclaba con el mío. Nuestros cuerpos transmitían su calor, y mis manos temblaban como si tuviera frío o algo similar. Él llevó su mano derecha hacia mi cabello y lo acarició de media hasta las puntas. Sus ojos seguían el camino de sus dedos. Todo lo observaba con otra mirada..., una dulce... Yo le miraba cada gesto que hacía, cada respiración que tomaba hasta que giró su rostro y me miró, de inmediato desvié la mirada mordiendo mi labio.

Sentí las yemas de sus dedos rozar mi mentón y elevarla para que él pueda ver mi rostro. De nuevo acarició mi mejilla con delicadeza.

—No quiero obligarte —dijo él susurrando. La lluvia comenzó a caer del cielo—. No quiero forzarte a sentir algo. Si sólo me ves como un amigo, lo aceptaré. Pero jamás dejes de ser mi amiga y la chica especial que está ahí cuando la necesito.

Sólo miraba sus labios, cómo se separaban y se juntaban para pronunciar esas palabras con la compañía de su lengua que apenas se podía ver. No, yo ya no podía mirarlo de otra forma, ya no podía verle como un amigo. Esa noche hubo un gran cambio en mi interior. Su manera de hablarme, de mirarme, hasta de tratarme que me hacía sentir especial, provocó que mis sentimientos por él sean más fuertes. Sus labios ahora eran lo único que deseaba en esos momentos, poder sentir su calidez y suavidad pero no sabía qué decir.

Miré sus labios unos segundos más para luego ver su nariz y así, mirando su rostro como si fuese la última vez que lo veía y que quería observarle para recordarle. Mis ojos se encontraron con los suyos. Eran dos ojos de la perdición, con el brillo de las velas y de algo más, un brillo precioso que jamás había visto. El único sonido que mis oídos podían percibir y oír eran nuestras respiraciones y la lluvia caer con tranquilidad. Esa noche era una inolvidable.

—Esta noche —dijo él mientras llevaba su mano hacia mis labios y los acariciaba con la yema de sus dedos— no hay ni habrá oscuridad. Puedo ver cómo mi amor hacia ti brilla como la luz más fuerte de la Tierra... Puedo ver a través de tus ojos la valiosa y hermosa personalidad que tienes. Dime... ¿te estoy molestando? No quiero incomodarte si sólo quieres ser mi amig... —Lo interrumpí llevando mi dedo índice a sus labios callándolo con dulzura.

—Para nada... Para nada, Michael... —murmuré, perdida en sus ojos tan oscuros pero con un brillo, parecían el más precioso eclipse solar.

Ese momento fue cuando no me limitaba a dejar de mirarle con detalles pero mi teléfono sonó. Ahí supuse que sería una de mis amigas ya que no les informé que no iría.

Contesté y, como lo había dicho, me hablaron de aquello. Después de una pequeña discusión, les comenté que me quedaría con Michael ya que tuvo problemas y soy yo, su mejor amiga, quién estaría a su lado en esos momentos en su vida que la mayoría de la gente no lo puede superar. Colgué y guardé mi teléfono en mi bolso. Lo miré. Él me miró, abrió sus brazos y me dijo—: Ven, pequeña.

Yo no lo dudé y fui y lo abracé. Sentí sus brazos rodearme por completo. Otra vez rodeé su cintura, la mitad de mi rostro estaba apoyada sobre su pecho. Nuevamente esa preciosa y relajante melodía retumbaba en de mis oídos. Cerré los ojos con lentitud. Disfrutaba de ese momento. Sus brazos me brindaban ese cálido sentimiento y de esa sensación de protección, de que nada podía dañarme si me conservaba entre sus brazos. Él besó mi cabeza y apoyó su mentón sobre esta. Los latidos de su corazón eran rápidos, esa velocidad transmitía al mío. Podía sentir nuestros corazones en el medio del éxtasis.

—¿Escuchas mi corazón? —preguntó él. Yo miré hacia arriba para verle sin despegar mi rostro sobre su pecho— ¿puedes oírlo? Él se siente con vida al sentir tu presencia y tu tacto.

—¿Te digo algo? —Él me miró como si asintiera— El mío esta de igual manera. Como si tu corazón enviara corrientes eléctricas al mío y logre acelerarlo. No sé por qué ocurre eso...

Él me tomó de los hombros para alejarme de él con suavidad y hacer que lo mirase. Llevó su manos tras mi nuca. Yo llevé las mías tras la suya. Ambos lo queríamos. Ambos deseábamos ese encuentro con nuestros labios para poder sentir ese sentimiento. Esa noche era la más rara pero única de mi vida...














Quédate conmigo © | Michael JacksonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora