4: Llamemosle "amor"

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Y ésta es la parte en donde les cuento mis aventuras amorosas y las cosas se ponen picantes, o no. Porque a decir verdad no me han gustado demasiados chicos en mi vida y no es como que tuviera demasiado éxito en ello. A pesar de ser no ser una chica tímida, con los chicos sí que lo era, no lograba ser capaz de hablar o tan siquiera mirarlos a la cara. Aunque yo diría que más bien era estúpida. Y no tímida.
Tampoco era de las que tenía un modelo de chico ideal, ni de las que vivía gustandole alguien diferente cada día. Era inmune al amor y más a las relaciones a distancia. ¿Yo? ¿Enamorarme? ¡¿Y DE ALGUIEN QUE ESTÁ A CIENTOS DE KILOMETROS DE MÍ?! ¡Por favor! No me vengan con puras babosadas, porque ese tipo de amor no es para mí.

A medida que crecía y mis hormonas de puberta aumentaban, fui poniendo un poco más de atención al tema que tanto consideraba tabú; los chicos. Debo destacar que parte de la suerte que me correspondía, seguro se la dieron a Madonna y por eso logró estar de novia con chico de 21, porque cuando alguien por fin atraía mi atención... ¡buuum!, yo no le gustaba. Que grata sorpresa. Siempre era así. O será que yo tengo otro tipo de suerte y Madonna sólo es linda y tiene dinero, y yo... bueno, ya saben, procuro no desesperar.

No malinterpreten, tampoco es que era la típica rata rara de la clase que se sienta al fondo, no habla y viste de negro. Soy rara, muy rara, pero ellos no lo sabían.

Había chicos que se interesaban en mí pero como era de esperarse, ellos no lograban despertar mi interés, y no estoy hablando de su fisonomía, sino que las supuestas variadas personalidades que me rodeaban, terminaban siendo casi identicas... y no eran precisamente de mi agrado.

Hasta que lo conocí a él.

La segunda persona a la que me aferré en momentos difíciles y con la cual generé un lazo de cariño, que yo creí en ese momento, infinito.

No diré su nombre porque no es necesario mencionarlo pero sí contaré la forma en que lo conocí y cómo cambió mi vida.

Noviembre 2015

Volvía a casa con mis padres de pasar un fin de semana fuera de la ciudad. Me duché con agua fría, típico de mí. Entré a mi habitación, me coloqué el pijama, salté a mi cama y comencé a youtubear (palabra que acabo de inventar) desde el ordenador.

Uno de mis youtubers favoritos había subido un nuevo vídeo en el que aparecía "trolleando" gente por Chatroulette, una página web al estilo Omegle, donde gente de diferentes partes del mundo podía comunicarse mediante el uso de una cámara web.

Sentí curiosidad por esa página y entré. Pude comunicarme y pasar el rato con diferentes personas, realmente fue muy divertido.

En una de las tantas veces que comencé a hablar con alguien nuevo, apareció en mi pantalla un chico proveniente de mi país, aunque lamentablemente de diferentes ciudades, con aproximadamente unas 4 horas de distancia, un chico con una sonrisa la cual yo, considero hermosa.

A decir verdad, tuvimos una conversación breve y no muy interesante pero él tenía algo que llamaba mi atención. Intercambiamos números y rápidamente comenzamos a hablar cada día mediante Whatsapp y a pesar de que teníamos gustos completamente diferentes nos llevábamos bastante bien.

A medida que íbamos conociéndonos sentí una gran conexión, comencé a sentir algo por él que jamás había sentido por alguien más, ¿es posible amar sin haber visto a la persona?. Y sí. Si es posible. Yo le gustaba y él me gustaba a mí. Pero había un pequeño problema, sí... la distancia.

Al cabo de unos meses decimos organizar un encuentro. Esto sería en una pequeña plaza de mi ciudad.

Llegó el día y realmente estaba muy nerviosa, vestía una chaqueta, blusa floreada y unos jeans rotos.

Me dirigí hacia el lugar, le había dado las instrucciones de como llegar ya que él no era de aquí. Llegué temprano, algo inusual en mí, pero temía hacer alguna torpeza al verlo y no poder ni caminar. Me senté a esperar en una banca cerca de donde habíamos quedado en encontrarnos. No podía soltar el móvil ni parar de enviarle mensajes a mi amiga de lo nerviosa que estaba.

Pasaron unos minutos, miré al frente y ví que un chico no muy alto (pero sí más que yo), con una pronunciable sonrisa, algo duro al caminar (tal vez sean los nervios) que venía hacia mí. Lo reconocí. Sabía que era él. Me paré y le hice un gesto con la mano un poco temblorosa, ¡ag que tonta!.

Y de un momento al otro, lo tenía frente a mis narices, bueno, solo tengo una, así que frente a mi nariz. Me saludó con un beso, y no, no fue en la mejilla, me quedé perpleja, no sabía que hacer ni que decir, pero en mi mente pensé "Malia, no te quedes callada, no puedes seguir haciendo el ridículo" así que comencé a preguntarle en un tono casi desesperado cómo se encontraba, qué tal el viaje y sí se sentía cómodo estando aquí. Él sólo sonrió, tomó mi mano y sólo respondió una de todas las preguntas que le hice. Sólo me dijo "Malia, estoy justo donde he querido estar toda mi vida."

Estuvimos hablando por laaargas horas hasta que llegó el momento en el que debía volver a su ciudad. No quería, no. Quería volver a sentir esos cálidos abrazos y seguir viendo esa gran sonrisa con esas mejillas rosadas provocadas por la timidez que trataba de ocultar.

Me dió un abrazo de despedida y mi piel se erizó inmediatamente, mil sensaciones pasaron por mi cuerpo. Sabía que era la persona correcta, que no sería uno más en mi vida, que sería de esas personas que llegan a tu vida para dejar su huella.

Muñeca de PapelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora