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Sintió al pequeño moverse entre sus brazos y le dio un leve apretón para que se quedara quieto. Miró nuevamente su acta de nacimiento. Noah MacIntyre. Le había colocado el apellido de el padre de su hijo, aunque él no supiera de su existencia. Los recuerdos de las mujeres mirando a Noah con admiración llegó a su mente, declarando que él de grande sería una gran belleza.

Los años pasaron y aquél delgado bebé se había convertido en un niño delgaducho y alto. Pasó su infancia en local de Damas de Compañía en donde trabajaba su madre. Pasaba las noches encerrado en su habitación o ayudando a su madre y amigas.

—¡Eres un asco! ¡Nunca debí de haberte tenido! —Gritó Lola a Noah quien se escondía detrás de la pared continua de la habitación.—¡Eres un inútil! ¡No sirves para absolutamente nada!

—¡Claro que no! —Respondió defendiéndose.

—¿Que no? ¡JA! ¡Mírate pedazo de basura! Tú no deberías de estar aquí, creo que hubiera sido mejor haberte dejado en la basura para que te recogieran como la basura que eres! ¡Hubiera sido mejor haberte dejado morir!

—¡Cállate, cállate! —Chilló Noah al borde de las lágrimas.

—¿Qué? ¿Te duele la verdad, basurita? Porque esa es querido hijo desgraciadamente mío.

Noah no pudo aguantar más. Salió corriendo tropezando con sus pies y apenas logrando salir del local. Lloró en cuanto se vio completamente solo.

Comenzó a golpear las desgastadas paredes. Golpeó las cajas de donde salieron despavoridas unas cuantas ratas. El dolor por dentro lo estaba consumiendo casi por completo. ¿Cómo hacerle frente a todo? Él ya tenía la manía de golpear cosas siempre que se sentía frustrado y lleno de dolor, justo como se sentía ahora mismo.

Luego de varios golpes y patadas se tiró al suelo y abrazó sus piernas contra su pecho. Miró sus nudillos, que estaban llenos de sangre y pedazos de pintura seca.

—Yo no soy una basura...—Musitó sorbiendo su nariz y sintiendo cómo las lágrimas bajaban por sus rosadas mejillas.

Sufría los maltratos de todos allí, sobretodo de su madre. No sabía qué había hecho para merecer algo así. Recibía continuamente golpes e insultos que lo hacían sentir que era lo peor del mundo. Su madre, siempre que tenía oportunidad, desahogaba todos y cada uno de sus sentimientos por él, expresándole que él era una basura, que había arruinado su vida, y quizá, fuera cierto. Era normal para él escuchar todos sus insultos y, a lo largo del tiempo; había comenzado a acostumbrarse.

La actitud de Lola había empeorado con el paso de los años, no soportaba a Noah. Pero al menos tuvo la decencia de inscribirlo en una escuela, un poco atrasado pero lo hizo. Logró meterlo en el grado que tenía que estar a sus siete años gracias a que conocía muy bien al director de la escuela de ese lugar. Luego de que ella tuviera que hacerle unos cuantos favores, él aceptó a Noah en su escuela.

Justo ese año Lola se embarazó de nuevo, pero esta vez de una niña. Los problemas que había tenido con Noah se repitieron con exactitud con éste nuevo bebé, con la excepción de que ahora si no sabía quién era su padre.

Tenía una nueva criatura qué alimentar y ya tenía suficiente con Noah. No quería tener otra carga igual de insoportable que él. Intentó por todos sus medios conseguir algo de dinero extra para el aborto, pero no lo consiguió.

Mientras tanto, el pequeño Noah tenía la ilusión de cuidar a su nuevo hermana o hermano. ¿Que niño no es así al principio? Incluso a sus siete cortos años era totalmente consciente de lo que sucedía a su alrededor.

Cuando supo que era una niña, no pudo con la felicidad que sentía y no pasó mucho tiempo para que Noah se encariñara con Annie y se volviera un hermano sobre protector con ella. Pasaron los años y en los cinco años que llevaban juntos habían desarrollado un vínculo muy fuerte, era muy apegados el uno con el otro. Noah no dejaba que absolutamente nadie la tocara, sobretodo los hombres que solían merodear por el lugar.

Corazón Principiante✔️Where stories live. Discover now