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   No soporto la frustración. Es triste saber que con casi veinticuatro años, mis amigos me tienen que presentar mujeres. En verdad
—y odio tener que pensar en esto— me arrimé al borde de la baranda de la escalera
—precisamente delante de todos, con una angustia irremediable—, para hacerle señas con las manos a Mathilde.

  Estaba nervioso y sudado, pero sentía frío al mismo tiempo, sentía mi cuerpo como plomo y hasta me temblaban los brazos.
¡Que mierda! ¿Por qué tengo que recurrir a mi amiga para conseguir una estúpida cita?
¡Bueno, maldita mi vida y maldita suerte!
Siempre fui un chico un poco tímido, de esos que en lugar de ir a patear en la cancha, siempre terminaba de arquero en un amistoso de fútbol.

Siempre tuve lo que quise, una casa, un auto y una familia —bueno, aunque mi padre siempre me presionó para que siguiera su legado en el campo automotriz—, siempre amarrado a la falda de mamá, con una mente que luchaba por contener mis deseos.

  Poco a poco iba creciendo como todos: realmente llegué a ser lo que soy ahora, un fracasado en el amor y en las finanzas.
¿Por qué no soy inteligente como Matheus?

No podía salir del cascarón. Aunque solo pude seguir fingiendo, como lo había hecho hasta ahora. Recuerdo que entonces dije en voz alta: "Jesús, perdóname. No quiero tener ese fetiche tan extraño". Sin embargo, ahora que sé que Matheus tiene la misma fijación y sin embargo es exitoso en la vida; yo me pregunto: ¿Y ahora qué? ¿Debo decírselo? ¿Se reirá de mí?

  Quizás lo mejor es ocultarlo, o ir directamente a decírselo y contar la verdad, en la forma exacta de como la estoy pasando con este secreto. También diría que, el infortunado paquete de revistas, lo había dejado a merced de las burlas. Yo lo hice sin premeditación ni alevosía, ni siquiera sabia que a Matheus le gustaban los pies de las mujeres.

  Si se lo digo, ¿Después qué? Me culparían al bajar la mirada. Tal vez —no; certeza que no— Mathilde comenzaría con sus juegos de mal gusto. Y entonces, quizás podría caer en una irremediable depresión. Después de todo tengo que mantenerme en pie por la salud de mis padres.

  También me preguntaba, si Matheus incorporaba su adoración, durante el coito sin que las mujeres piensen que lo que él practica es una herejía. Sin sus consejos podría llegar a estar tan confuso y atrapado, como en un callejón sin salida.

  Pero así, corro el riesgo de no encontrarme a mi mismo. Es similar a estar parado en la calle, observar a un BMW con chapas Francfort y no poder subirse, y no poder conducir con el placer de poder palpar con emoción aquello que tanto me atrae.


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Finalmente tuve que aceptar una cita arreglada por mi amiga. El encuentro sería en un bar del microcentro.

Cuando estacioné el auto, pude verla a través de los cristales del local. A simple vista se veía bonita. Vestía un blazer blanco en combinación con sus zapatos de tacón. Cuando entré por la puerta entrecerré mis ojos con una mirada complacida. No quería que Rubí sienta mi estado de éxtasis.

—Hola querido—. Me dijo tendiendo la mano y al sentir la suavidad de su piel, mi corazón comenzó a latir con más fuerza de lo usual.

Si alguien no llega pronto con dos Mimosas, terminaremos siendo muy buenos amigos —añadió Rubí, con una sonrisa.

—¿Qué te pasó cuando me viste en tu
casa? —pregunté tímidamente.

—Sonará extraño, pero es una de las primeras cosas que pensé hoy —inquirió Rubí—, fue que en verdad eres alto y tienes unos ojos azules muy atractivos.

Cuando la hermana de Mathilde dijo esas palabras, en mi interior dije: ¡Sí!

—Es bueno que no te hayas asustado — agregué—, es que irrumpimos en tu departamento sin previo aviso.

—¿Qué pensaste tú al verme? —exclamó temblorosa —odio preguntar eso... pero tengo curiosidad.

—Pensé que eras linda, creo que nunca estuve con la hermana gemela de alguien — dije con un tono de voz sutil— , no pareces ruda como tu hermana Mathilde.

—Me siento incómoda —dijo Rubí.

Cuando mencionó que estaba incómoda, me sentí en un callejón sin salida. Pero quizás no. ¿Que haría Matheus en esta situación? Seguramente comenzaría a alardear para conseguir la aceptación de su cita. De golpe me di cuenta que tenía que ir a vomitar, y ni siquiera habia tomado un sorbo de mi cóctel.

—Bueno, es mejor que brindemos por esta cita —dije conteniendo la respiración.

—¡Chin chin! —respondió ella con una sonrisa que volvió inmediatamente a su rostro.

De la calle me llegó un sonido de la puerta metálica del bar al abrirse de golpe. ¿Matheus? ¿Por qué esta aquí?

Miré por la ventana y vi a mi compañera de trabajo, del departamento de cobranzas del hipermercado, Monique. Ella estaba de pie en la vereda fumando un cigarrillo, con un vestido mugriento y un labial rojo que le había pintado sus dientes.

Matheus llegó como un impestuoso fantasma, entre la luz tenue del local. Él caminó en dirección oblicua hacia mi mesa e hizo una seña con la mano y para que salgamos a hablar a la acera.

—Demetrius, te estuve buscando durante horas —dijo el rubio—, tu padre tiene mi auto en el taller.

—Lo sé —agregué— ve a buscarlo, ¿tocaste el timbre de mi casa?

Matheus odiaba que le retengan su vehículo, él estaba exasperante y quería que vaya hacía el local de mi padre para poder sacar el auto.

—¡Estoy en una cita! —mascullé.

Mi jersey era grueso y estaba sudando de los nervios. Sin contar que el putesco perfume que traía mi amigo, que me provocaba que mis náuseas se intensifiquen.
Contuve la respiración y dije:

—Monique, ven aquí. La señorita que está sentada allí es la hermana de Mathilde
—expliqué— , ¿puedes acompañarla en la mesa?

—Oh, sí —dijo Monique—, pensé que era Mathilde.

—¡Eh, tómatelo con calma! —me gritó Matheus.

—Explícale a la señorita que tuvimos un percance, que vuelvo en un santiamén.

Monique río sacarronicamente y dijo:

—¿Es tu cita? ¿Sales con ambas hermanas?

—Tú y tus chistes, son cada vez peores — dije— , ya volvemos.

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Los Deseos de Demetrius    (𝙽𝚘𝚟𝚎𝚕𝚊 𝚝𝚛𝚊𝚜𝚑)Where stories live. Discover now