Capítulo 4: Un viejo amigo, mi primer amor.

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En mi estómago sentí un cosquilleo que se apoderaba de él. Los ojos verdes de Isma se encontraban muy cerca de los míos, así como su nariz y, por supuesto, su boca.

Me aparté brúscamente de él, me ardían las mejillas, estaba demasiado avergonzada.

- No, no somos novios, - le dijo él al niño - ella sólo está aburrida y por eso me molesta, pero apenas nos conocemos.

- Oye, no exageres - le di una colleja bromeando, él me sonrió. Maldita sonrisa.

Estuve con él toda la mañana, la gente pasaba y le daba dinero a Ismael, escuchando lo bien que tocaba y cantaba, poniendo caras de asombro. Ese chico tenía mucho talento.

- Deberías ir a comer a casa, - me dijo, mientras, yo asentía - ¿esta tarde tienes algún plan?

- No, ¿ya quieres una cita conmigo?

- Ya quisieras tú. - Soltó riéndose a la vez que me pellizcaba el brazo. - He quedado con mis amigos, si quieres puedes venir.

Me fui de allí después de responderle. Obviamente le había dicho que sí, por eso intenté llegar rápido a casa, para comer y prepararme.

Mis padres no estaban en casa, tal y como era de costumbre, empezaba a cansarme el silencio que había siempre, las empleadas de casa eran silenciosas y el único ruido que había ocasionalmente era la música que ponía mi hermana con un volumen exagerado, creo que hasta podría escucharlo el vecino de en frente.

Comimos sin hablar de nada, mi hermana leía una revista y yo veía la televisión. La sopa que Alicia y Clara nos habían preparado estaba demasiado rica.

Al terminar me fui de la cocina, dirigiéndome al baño para ducharme y luego a mi cuarto para pensar qué podía vestirme.

Finalmente, opté por unas vans rosas, un short vaquero, una camiseta blanca y una sudadera también rosa. Me alisé el pelo y me sorprendió encontrarme un pelo rubio en medio del mío castaño claro. Empecé a reirme sola y luego me sentí estúpida.

Salí, quería llegar cuanto antes. Tenía el presentimiento de que Isma y yo seríamos buenos amigos.

- Hola. - Alguien me había sujetado por el hombro. - Hacía tiempo que no te veía.

Me giré y me encontré con un chico rubio. Sus ojos azules se me hacían familiares, pero no conseguí averiguar de qué. Tenía una boca perfecta, sus dientes eran blancos y rectos, sin nada que corregir. A su vez, su nariz también era recta y preciosa, daban ganas de besarlo.

- Nai, ¿ya te has olvidado de mí?

- ¿Yoel? - él era el único al que le permitía llamarme así.

- ¡Claro que sí, enana!, ¡Ven aquí! - me acercó hacia él y me dio un gran abrazo.

Yoel siempre había sido mi amigo de toda la vida. Su padre era amigo del mío, y juntos manejaban la cadena de restaurantes que ambos tenían. Mi amistad con él aminoró cuando hacía cuatro años se fue con su padre a Inglaterra, donde se ocuparía de más y más restaurantes, para así ampliar la empresa y nuestros bienes económicos. El único problema que hubo en nuestra amistad era que a mí me gustaba muchísimo, pero él eso nunca lo supo.

- Oye, Yoel, ahora tengo que irme pero puedes venir a mi casa cuando quieras, creo que tenemos mucho que contarnos - le dije sonriendo.

- Sabes que iré. Es más, me dijo mi padre que esta noche cenaremos en tu casa.

Felizmente, me despedí de él y me fui hacia donde Ismael debería estar.

Él ya no se encontraba solo, dos chicos y dos chicas lo acompañaban, me imaginé que serían las novias de esos dos.

Regálame una sonrisa.Where stories live. Discover now