—Correcto, —El chico pasó su mirada entre nosotros con una sonrisa mal escondida. Se acercó a la luz de la farola; era verano, pero la oscuridad lo reclamaba todo a esas horas. Su rostro quedó visible por completo y mi respiración se atoró en mi garganta por cinco segundos enteros. ¡Y es que santa madre, el chico era hermoso! Una frente amplia, encantadores ojos azules de bebé, una nariz perfilada, pómulos altos y una sonrisa de infarto. Como si mi desasosiego repentino no fuese suficiente, él llegó hasta nosotros, levantando una mano en nuestra dirección. —Soy Richard Baker. Pueden llamarme Rick.

—¿Rick? —Eddie frunció las cejas al saludarlo. —¿Richard Baker como de Tuercas Baker?

—Sí, —El chico, Richard se congeló, su mano a mitad de camino de encontrarse con la mía sin llegar a toparla. Fue inquietante. —¿de dónde me conoces?

—Tu hermano Efren. —Eddie se relajó mirándome entonces con una sonrisa. Ambos éramos pésimos con los extraños, gran motivo de que fuésemos solo los dos para todo era nuestra extrema timidez, pero en su nueva escuela Eddie había conocido chicos, se había hecho de algunas amistades intensas. —Es mi amigo, lo conozco de un par de años. Pasamos el tiempo en el taller, tenemos una banda y nosotros...

—Wow, wow, desacelera tu carro, ¿ustedes conocen a mi hermano?

—Él lo hace —Sentí la necesidad de dejar en claro. Eddie tragó audiblemente. Richard negó con una sonrisa incrédula.

—Quién lo diría, acabo de volver a este lugar y mi primer problema tiene que ver con ese condenado. Supongo que tenemos que arreglar eso, vengan. Por cierto, no me han dicho sus nombres.

—Soy Eddison Gabriel, —dijo Eddie sacando pecho, luego me apuntó —ella es mi mejor amiga Alice.

—¿Mejor amiga? —Rick se enfocó en nuestras manos que manteníamos tomadas. —Me imaginé que sería tu novia.

—Oh no, ella...

—¿Cuál es tu apellido, Alice? —Su mano se extendió hacia mí y con ímpetu la tomé de inmediato. Mi padre me enseñó a dar un buen apretón, eso es importante según él. La mano de Richard engulló la mía, callosa y algo áspera, pero no apretó al sostenerme. Curiosamente delicado.

—St. Claire.

—Mm, creo que conozco a tu familia. —Me regresó mi mano para meterse dentro del carro, me aferré a mi falda mirándolo maravillada. Su cuerpo apenas cabía dentro de ese pequeño carrito azul, él tuvo que doblarse para buscar lo que sea que estaba buscando, cuando sale de regreso, su sonrisa estaba de vuelta y me miró para regalarme un guiño. —Luces como un ángel, Ali.

Me habían dicho ese apodo antes. Mi piel es muy pálida, si miras bien en mi rostro puedes ver las venas destacarse en colores muertos. Es algo odioso. No es un rasgo que haya perdido con el paso de los años, pero aprendí a tomar los comentarios dependiendo de quién viniese. En ese momento, mi mano solo puedo apretar el dobladillo de mi falda.

—No le digas esas cosas. —Eddie saltó en mi defensa, siempre mi caballero en brillante armadura listo para poner su escudo ante mi persona.

—¿Por qué no? —preguntó el chico mayor mirándome otra vez. Sus ojos se tomaron su tiempo en su camino arriba y abajo. No la clase de mirada que hace sentir incomoda, quizás solo autoconsciente. Como cuando las chicas de la escuela salen a la misma hora que los chicos de la secundaria de al lado y ellas se pavonean por allí esperando que ellos las noten y las aprecien. A mí no suele pasarme, ¿qué si no les gusta lo que ven? Soy demasiado alta, demasiado delgada, demasiado yo. —Ella es linda, no veo porqué eres solo su amigo.

Eso había sido...

El cuerpo de Eddie se tensó y tuve que darles un apretón a sus dedos. No es como que fuese a empezar una pelea, ni siquiera una verbal, solo era cosa de dar un paso atrás. Él era enclenque y Richard lucía como si pudiese matar a alguien con sus propias manos. Él estaba en el ejército, quizás lo hubiese hecho.

Fin del juego AmandaWhere stories live. Discover now