01.

4.6K 128 8
                                    

EMMA.

Tic. Tic. Tic...

Me acurruqué más en la manta, buscando el calor que ésta me proporcionaba y sumiéndome en la oscuridad, di paso a un mundo de hermosos sueños.

Un mundo donde yo hacía lo que se me daba la gana y James con sus ganas de hacerme como Emily no existían.

No me malinterpreten, amaba a mi hermana, siempre estuvimos muy unidas y aunque había diferencias nunca nos afectó.

Algunos decían que por el simple hecho de ser gemelas pasaba esto, ya que si nos encontráramos en la calle por casualidad yo la insultaría por su forma tan sumisa de ser, y ella solo agacharía la cabeza y seguiría su camino sin siquiera mirarme; seguramente tendrían razón, pero nunca pensé lo mismo.

Desde pequeña tenía la idea de que éramos dos mitades, la una completaba a la otra, día y noche, fuego y agua, frio y calor, muy distintas, pero necesarias para existir, y sigue siendo así, a pesar de que no lo demuestre seguido, Emily es tan indispensable como al aire que respiro, sin ella mi lado borde y amenazante saldría más seguido de lo normal.

Tic. Tic. Tic. Tic.

El molesto ruido seguió, así qué, a regañadientes saqué las sabanas blancas tan suaves cómo la seda, tan cómodas, que eran mi cielo personal, y poniéndome las pantuflas me dirigí a la ventana.

Seguramente parecía Cruela de Vil con estás  pintas, con mi pelo castaño todo enmarañado y lagañas en los ojos, junto con mi pijama arrugado, que por vagabundo podría pasar.
Llegué a la ventana pero no sin antes agarrar mi bate de beisboll, uno nunca sabe quien puede estar detrás de una ventana.
Hasta el jodido Barnie, ese molesto dinosaurio que canta sobre la amistad, compartir y esas cosas tomaría cuidado, jamás llegaré a entender como las madres pueden hacer que sus hijos vean eso, uff.

Con mi poderosa arma en la mano derecha, corrí las cortinas con la izquierda, y abrí la ventana.

¿Quien mierda es?

Pensé mirando hacia afuera.
Miré a todos los lados pero nada.
Seguro me estoy volviendo loca.
Aunque no sea probable ya que soy un prodigio para esta sociedad, volví a meter la cabeza dentro de la habitación, pero en ese segundo una piedra me dio justo en la frente haciendo que soltara un grito de sorpresa.

Me sobé la parte lastimada y viendo que no había provocado sangre, me asomé nuevamente, y justo en medio del patio trasero estaba Travis con una mano tapándose la boca, los ojos abiertos como platos, la mano izquierda con pequeñas piedras. Clavé la mirada en ellas, y mi mejor amigo siguiendo mi línea de visión se dio cuenta, lo observé nuevamente levantando una ceja y él rápidamente las tiró al suelo, y se limpió la palma de la mano en el jeans oscuro que llevaba.

Si hubiera sido otro momento seguramente me reiría como loca por el temor que había en sus ojos color café, cómo si le fuera a hacer daño o algo, pero lo más chistoso es que él es el doble de irritante que yo, sin mencionar su altura, ya que con mi metro sesenta y cinco no alcanzaba a nadie, pero dicen que si las miradas mataran, la mía ya habría acabado con el setenta y cinco porciento de la población de adolescente de Alabama, nuestro "acogedor" pueblo, donde los chismes corren más rápido que Emily con hambre por las mañanas.

—¿Qué haces aquí? ¿Y por qué coño tiras piedras a mi ventana? Como le encuentre algún rayon te las veras conmigo mañana, Baker... —Dije entre susurros para evitar despertar a Emily o a papá.

—Thompson en la 612A, veinticinco de los grandes en juego ¿Te apuntas?

Carreras Ilegales.
A eso se refería, y él sabía que aceptaría.
Levanté un dedo, para decirle que me esperara y con un asentimiento de cabeza se acercó hasta debajo de mi ventana, donde una enredadera escalaba con todo fervor hasta mi ventana, dándome una perfecta escalera que utilizaba para huir en noches como aquella.

¿Ella? Soy yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora