—¿Y si él no está muerto? —Preguntó Ricardo acercándose un poco más a nosotros, se detuvo un instante como si estuviera recordando algo y negó de inmediato—. No, olvídenlo —dijo—, no recordaba que vimos cómo su cabeza explotó.

—Efectivamente —dijo Donato y todos desviaron su mirada a él, caminaba de un lado a otro dando palmaditas en la espalda de Matías, como si fuera un bebé que necesitaba bastante cuidado—. Vimos su cabeza explotar pero nunca vimos su cuerpo.

—¿Y crees que su cuerpo va a andar caminando por ahí sin cabeza? —Cuestionó Doroteo con sarcasmo. Donato se mantuvo callado, era cierto lo que me dijo, prefería quedarse callado cada vez que Doroteo lo contradecía solamente para no iniciar una discusión que pudiera distanciarlos aún más.

—No regresemos a algo obvio —dijo Cristy con enfado—, es más que claro que Patricio murió y que él y el doctor no son la misma persona. Debemos enfocarnos en buscar opciones —Cristy entrecerró los ojos y su mirada se centró en el elevador—. ¿Y si intentamos abrir el elevador? Sabemos que los botones no funcionan pero podemos intentar abrir las puertas con algún fierro delgado.

Observé el elevador, había una pequeña franja en la que si la forzabamos, podríamos abrirla e intentar bajar o subir por él. Cristy tenía una buena idea. Mis ojos se desviaron a las 11 barras que indicaba la cantidad de personas vivas en este momento. 3 ya estaban apagadas, 8 estaban encendidas con su respectivo color rojo, lo curioso era cómo sabían que una persona había fallecido. Tenían trampas pero no cámaras y eso era muy sospechoso, como todo lo que se encontraba dentro del hospital.

—¿Con qué podríamos forzarlo? —Preguntó Ricardo tocando lentamente las puertas del elevador, su mano se fue al cuadro de botones y los presionó todos de manera rápida pero ninguno funcionó.

Me puse a pensar en algo pero nada se me venía a la mente, todo era grande y no cabía por la pequeña franja del elevador.

—¿Podríamos intentarlo con la mano primeramente? —Preguntó Johana—. Deberíamos intentarlo entre todos y así poco a poco ir abriéndola. Enterremos las uñas y luego vamos introduciendo los dedos.

—Vengan a ayudarme —dijo Ricardo, cuando lo vi ya tenía un pequeño pedazo de sus dedos entre la franja de las puertas. Estaba tirando de ellas pero no lograba nada.

Los gemelos, Johana y yo nos acercamos, Cristy no podría con una mano y Lizzeth estaba débil, con nosotros 5 eran más que suficientes. Incluso Johana se mantuvo quieta al ver que ya no tenía espacio para ayudar. Los gemelos se colocaron de lado derecho y Ricardo y yo del lado izquierdo. Comenzamos a tirar de la puerta y lentamente comenzaban a ser arrastradas provocando un ruido chirriante. Era una pelea que ganaríamos, nuestras manos cada vez fueron agarrando más espacio dentro de la franja hasta que finalmente las puertas se abrieron al límite. El elevador se había abierto.

Cuando nos asomamos no esperábamos nada adentro y efectivamente, no había nada, era un elevador totalmente normal. Ricardo entró con sigilo y comenzó a analizarlo, detuvo la mirada un momento hacia arriba y pude comprobar lo que veía cuando yo también me adentré, el elevador era largo, para que cupieran las camillas de los enfermos, pero éste no tenía techo alguno. Arriba se miraba el techo de lo que abarcaba todo el edificio del hospital, se veían las puertas que llevaban al piso de arriba, al sanatorio, pero había algo más arriba, otro piso, pero se miraba muy estrecho, como si fuera una pequeña azotea. No pensé en que hubiese algo interesante ahí arriba. Podrían haber documentos o más cosas personales, pero hasta ahí, estaba seguro que una pista no nos esperaría ahí arriba.

Salí del elevador cuando me sentí sofocado, Donato, Doroteo y Johana se habían adentrado y decidí darles espacio para que lo vieran con detenimiento. Me acerqué a Cristy quien estaba sentada en el suelo a un lado de Lizzeth, ella mantenía su cabeza recargada en su hombro viendo el interior del elevador, o lo que hacían las personas dentro.

—¿Qué hallaron? —Preguntó Cristy. Negué y me encogí de hombros respondiéndole, ella apretó sus labios y se mantuvo callada.

—¿Te duele tu estómago Lizzeth? —Le pregunté, asintió levemente y trató de enderezarse.

—Sigo sin creer que Victoria está muerta —respondió—, y cuando trato de creerlo viene a mi cabeza la pregunta de, ¿quién es Victoria? Porque parece que nunca existió, porque sólo la conocí unos instantes y es extraño estar llorando por algo así.

—¿Y cómo te sientes por lo de tu bebé? —Le preguntó Cristy.

—También me siento extraña por él, porque, yo no lo quería y ahora que no lo tengo siento como si me hiciera falta, porque ya tenía una responsabilidad, con Victoria y ahora que no existe más ninguno de los dos, me siento en shock, sin saber cómo reaccionar. Por un momento me sentí muy mal por ambas personas, pero ahora no lo sé, no tengo claras mis emociones hacia ellos.

Si lo veía de esa manera, entendía las palabras de Lizzeth, Victoria estuvo con nosotros pero el saber que la conocimos por unas horas y no tener más recuerdos sobre ella, lo hacía ver extraño y parecía incierto.

Caminé al casillero y abrí el primer cajoncillo, de ahí tomé las pastillas que podrían servir para mi dolor de cabeza y el dolor de estómago de Lizzeth. Observé la fecha de caducidad y me percaté que aún estaba vigente, faltaban unos meses para que éstas dejaran de hacer efecto.

—Deberíamos tomar estas pastillas —anuncié, no pensé que hablaría tan fuerte, puesto que, los que estaban en el elevador giraron a verme, sentí la necesidad de dar una explicación de inmediato—, el paracetamol sirve para aliviar el dolor y, Ricardo —lo vi y saqué las otras pastillas del cajoncillo—, según mi esposa, éstas sirven para aliviar la tos. Es diclofenaco.

Ricardo observó las pastillas desde su lugar y luego caminó hacia mí sin despegar la mirada de ellas, las tomó y las analizó detenidamente. Abrió la caja y sacó uno de los paquetes de pastillas, de las 10 pastillas que debería contener, solamente 8 continuaban dentro, habían utilizado dos.

—¿Estás seguro? —Me preguntó agitando el paquete de pastillas frente a mí.

—Sí —respondió Johana por mí y se acercó a nosotros—, creo que también tomaré una. Son buenas para la fiebre y aunque haya disminuido demasiado desde que llegué aquí, quiero prevenirla de nuevo.

—Llegaste muy mal —dijo Doroteo—, me encantó cuidarte Johana, y sentir que eras mi hija. Pero ya no te molestaré más con eso.

—Y te lo agradezco Doroteo —dijo ella sonriendo, lo vio y suspiro—. Bueno. Tomemos una pastilla ahora, para sentirnos con más energía.

Lo hicimos, se me dificultó tragar la pastilla con la falta de algún líquido. Sentí un momento la pastilla atorada en mi garganta y finalmente cayó en mi estómago. No sabía cuándo haría efecto, por ahora no me dolía la cabeza pero esperaba que no me dolierá más.

Johana, Ricardo, Lizzeth y yo fuimos los que tomamos las pastillas, después de eso todos nos mantuvimos reunidos. Johana colocó a Lenin, el osito de Matías encima del casillero y por fin retiró la bata de su cuerpo. Llevaba una blusa color roja con los hombros descubiertos, no iba a negar que se le veía muy bien y más atractiva. Doroteo también lo notó, observé cómo su mirada se desviaba al cuerpo de Johana disimuladamente.

El gato pasó corriendo por nuestro lado, no lo perdí de vista y vi cómo se mantuvo quieto al borde de las escaleras, observó el barandal y brincó a él, comenzó a subir por ahí pero se bajó al instante y regreso corriendo hacia nosotros. Se detuvo un momento y con más calma caminó hacia el elevador, cuando estuvo dentro se giró y nos vio con sus grandes ojos, como si esperara algo, a que el elevador subiera por ejemplo, era como si conociera perfectamente el lugar y sabía sus funciones, pero por ahora el elevador estaba fuera de servicio y nunca iba a subir. Todos manteniamos la mirada en el gato, él observó con sus ojos hacia arriba y le vi la intención de brincar. Pero no lo hizo, al contrario hizo una cosa más escalofriante, lentamente miramos como el gato iba haciéndose cada vez menos notable hasta que de repente, ya no estaba más. El gato había desaparecido como un fantasma.

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