Victoria asintió de inmediato y tomó su mano. Los demás desaparecimos por el pasillo. Me sorprendió el ver a Ricardo sentado en la pared con las rodillas estiradas, en ellas cargaba uno de los cajoncillos del casillero, finalmente pudo abrirlo.

—¿Qué encontraste? —Le pregunté y él no se inmutó por girar a verme, continuaba observando el contenido del cajoncillo, decidí ignorarlo, de igual manera Ricardo no iba a mostrarme nada. No ahora con ese carácter. Alcancé a vislumbrar el contenido del cajoncillo, solamente se miraban carpetas. Caminé al casillero, éste ya estaba de pie y el cajoncillo del medio era el que ya se encontraba abierto y tenía Ricardo. Ahora no era necesario abrir el cajoncillo de abajo, puesto que, las cosas de éste podían sacarse desde arriba. Como lo suponíamos, artículos médicos. Un estetoscopio, jeringas, frascos con algún líquido azul, cajas de pastillas, un set de primeros auxilios y otros artefactos que se utilizan en operaciones. Sin duda esto podía servirle a Johana en lo que fuera que estuviera haciendo con Lizzeth.

—Cristy —le llamé y no tardó en llegar a mi lado y observar el cajoncillo—, llévale esto a Johana, puede necesitarlo. —Dije. No podía permitirme llevarlo yo y posiblemente ver a Lizzeth desnuda.

Ella no rechistó y tomó los artefactos, cuando se fue llegó Matías a mi lado y me abrazó con lágrimas en sus ojos, de inmediato me conmovió.

—Señor —me llamó y me coloqué a su altura, sus ojos derramaban grandes gotas de lágrimas—, ¿qué le está pasando a Lizzeth? No quiero que se muera.

—No se va a morir Matías —le dije y sentí la mirada de Ricardo en mí, giré a verlo y el cajoncillo ya lo tenía a su lado, se levantó y caminó hacia nosotros—, ella va a estar bien.

—¿Naúm podemos hablar? —Me preguntó Ricardo, observé a Matías y luego a Ricardo con un poco de enojo pero no era momento para discutir con él, me levanté y asentí sin mencionar palabra—. Me gustaría hacerlo en privado. —Miró a los gemelos y luego a Matías.

Asentí y miré de nuevo a Matías para decirle que me ocuparía, no quería dejarlo solo mientras lloraba desconsoladamente pero tenía que hablar con Ricardo.

Matías se fue con Donato y él se colocó a su altura para platicar con él. El osito en sus manos no lo soltaba y miré como Donato sonreía al verlo para animarlo un poco. El gato no lo había visto otra vez y supuse que estaba oculto en algún rincón.

Ricardo y yo entramos al primer cuarto y él cerró la puerta tras de sí, antes de que él dijera algo me adelanté a hablar.

—¿Encontraste algo?

—Sólo estaba lleno de carpetas con informes de pacientes —contestó y eso me desilusionó un poco, de igual manera aún quedaba un cajoncillo por investigar—, no las analicé con profundidad y supongo que no es nada importante. —Se detuvo un instante dando por terminado el tema y siguió con lo suyo—. Naúm, ¿cómo está Lizzeth? Sonaré hipócrita lo sé pero de verdad estoy muy arrepentido, nunca hubiera hecho eso. Naúm yo no soy así, tan explosivo. Pero la boda de mañana me tiene muy estresado. Quiero comportarme pero cualquier cosita me enciende de nuevo.

Observé con detenimiento su rostro, tenía marcado uno que otro golpe por parte de Doroteo y sangre seca se apegaba a él.

—Lizzeth está embarazada Ricardo —informé y eso pareció derrumbarlo, dio unos pasos hacia atrás por la impresión y agachó su cabeza—. Esperemos que no suceda nada con el bebé.

Volvió a levantar su mirada, en verdad notaba la gran preocupación que cargaba, se llevó una mano a la cara y la bajó lentamente.

—¿En qué me estoy convirtiendo? Nunca en mi vida me había peleado, y ahora, en las pocas horas que llevamos aquí ya la mayoría me odia, estoy golpeado de la cara y por pronto mato a una muchachita.

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