5. La maldición

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- ¡No!!! - continuaba gritando Nicolae -. ¡No!!!

Sibelle sonrió. Lo había conseguido. ¡Era libre! Se puso de pie lentamente, sacudiéndose el pasto de su túnica.

De pronto, un estremecimiento sacudió su cuerpo. Un fuerte dolor le invadió el abdomen, esparciéndose hacia sus partes íntimas. Sintió un líquido tibio deslizarse por sus piernas. Tuvo que arrodillarse por el dolor. Nicolae seguía gritando sus lamentos. Cuando Sibelle se subió la túnica e identificó el líquido como su propia sangre. Sangre que brotaba de ella cada vez con más abundancia.

- ¡Mi hijo, Sibelle! - expresó Nicaole -. ¡No podía salir del castillo, tal como yo! ¡Has matado a nuestro niño!

El líquido carmín continuaba brotando, arrastrando cruelmente el interior de su útero. Pronto saldría algo más... Un feto del tamaño de una ciruela.

- ¡No!!! - gritó esta vez Sibelle, contemplándose las manos llenas de sangre -. ¡No!!!

Se recostó en el pasto y se revolcó llena de dolor. Agonizaba, toda ella ardía en pura tribulación.

- ¡Te maldigo, Sibelle! - azotó entonces Nicolae desde lo alto -. ¡Maldigo lo que has hecho y te maldigo a ti! ¡Nunca más podrás tener hijos! ¡Y no podrás acostarte con otros, porque te dolerá demasiado el recuerdo! Y juro por Dios, amada mía, que si lo haces, ¡regresarás a mí!

Nicolae atravesaba también por mucho sufrimiento, agonía y  una ira incontenible ante la traición de su amante y el fallecimiento de su único primogénito. Sus ojos se habían teñido de rojo por tanto llorar... y odiar.

- ¡No lo hagas nunca, Sibelle! - prosiguió con el mismo tono lleno de rencor -. ¡Porque si regresas sabré entonces que te habrás entregado a otro y te castigaré! ¡Ahí recién sabrás lo que es estar confinada en una torre y más! 

Ese día, Sibelle permaneció acostada en el pasto, sin valor para nada más. Con uno de sus pies había vuelto a tocar el castillo, que al más mínimo roce le hizo saber que no le daría más la bienvenida. Su entrada estaba restringida, así como la salida de Nicolae.

Ya entrada la noche, tuvo las fuerzas suficientes para levantarse y comenzar a caminar con pesadumbre en dirección contraria. No quiso mirar atrás en ningún momento, pues además de estar el castillo y posiblemente Nicolae todavía observándola desde el cuarto sin muro, estaba la espesa mancha de sangre que había fluido de su interior. 

Sin saber lo que hacía, continuó caminando durante horas, hasta que alguien la encontró y la llevó al primer pueblo que ella vio en años. Fue un milagro considerando lo aislado que estaba el castillo.

Sibelle tardó meses en recuperarse, aunque claro, no volvió a ser la misma de antes. Nunca le contó a nadie lo acontecido con Nicolae. Comenzó una nueva vida solitaria, sin hogares ni amistades en los que refugiarse. Se trasladaba de pueblo en pueblo conforme pasaba el tiempo, y se las arreglaba para sobrevivir trabajando de alguna cosa que supiese hacer. La lectura fue su mayor beneficio, pues casi nadie sabía leer en esa época.

Pasó el tiempo. Sibelle se dio cuenta de que no envejecía. Ah, es que Nicolae la quería siempre joven a su lado, y ese hechizo se había realizado mucho antes de que los conflictos pasaran, cuando tenía veinte años. Nicolae también permanecía siempre de la misma edad, ahora que lo mencionamos. Cuando Sibelle lo vio por última vez, estaba igual a cuando lo había conocido, hace tantos años.

Lo último que sabemos de Sibelle, según nos contó nuestro fiero amo, es que se desvaneció en el tiempo, ya después del Renacimiento, y que lleva con ella una carga muy preciada para él. Una prueba justa de su amor eterno y sus disculpas por lo que le había hecho: Sibelle llevaba consigo el libro de hechizos, encontrado cierto día entre sus cosas. Quizás fue por ese motivo que ella se dio cuenta de que nuestro amo la seguía a través de su anillo de oro. El anillo que había crecido junto a ella, firme en su dedo anular. Sibelle debió quitárselo para que Nicolae no supiese más de ella, aunque dudamos mucho de que se haya deshecho de él en su totalidad.

Ahora diríamos que es el final de la historia, que Sibelle se ha esfumado para siempre y que nuestro amo se encuentra en un estado de sopor, antes de su muerte, mas no es así. Tenemos la certeza de que Sibelle todavía anda por ahí, de ciudad en ciudad, probando hechizos y convirtiéndose en una poderosa bruja, pues por algo está su leyenda. Tal como nuestro amo, sabemos que llegará el inevitable día en el que volverá a nosotros.

Te preguntarás ahora quiénes somos. Tememos, por nuestro propio bien, que es muy pronto decirlo. De la oscuridad salimos y en la luz pereceremos, si ha de llegar algún día. Nuestro consejo final, lector mortal, es que vigiles bien a tu alrededor, si hay alguien rondando cerca, porque Sibelle conoce la mente de las personas y es muy probable que te encuentre si continúas pensando en ella. Recuerda que no ha vuelto a ser la misma desde entonces. Es sólo la dulce Sibelle a la que has conocido, aquella que se quedó junto a la mancha de sangre que era su hijo.

Que éste sea un testimonio nuestro.

Post-cARTa: Estimad@ lector(a), espero esta historia haya sido de su agrado. A aquellos que estén en alguna parte de Bolivia y les interesa saber más de Sibelle, los invito a leer mi libro impreso "Sibelle para Benjamín", que sería como la continuación de este relato. A los demás, espero sigan mis demás historias. Seguiré subiendo más cuentos, otros más cortos, otros más largos, tal vez. Gracias, en verdad, por tomarte el tiempo para leer mis palabras. Significa mucho para mí.

¡Hasta el próximo cuento!

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