4. El desvanecimiento de una pared

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Sin importar los esfuerzos que hiciera para convencerlo a intentar salir a la fuerza, Sibelle no consiguió que Nicolae abriera las enormes puertas selladas con magia. Estaba convencido de que debían permanecer dentro. Fue por este motivo que decidió partir por su cuenta.

Un día, Sibelle le anunció que se daría un largo baño y que no debía interrumpirla por ningún motivo. Nicolae incluso le preparó el agua personalmente con esencias relajantes que había obtenido de uno de sus hechizos. Ni bien Sibelle se encerró, comenzó a practicar el único conjuro al que principalmente le ponía gran empeño los últimos días: Uno que haría parte del muro desaparecer.

Nicolae se encontraba repasando algunos capítulos del libro, guardando para sí mismo el secreto que lo hacía sonreír tanto. 

"Tal vez debería decirle de una vez a Sibelle. La hará muy feliz".

Pero su amante, lejos de estar feliz, conseguía realizar en ese momento el conjuro que la dejaría libre.

La pared desapareció. Frente a ella pudo ver paisajes de verdes colores y un cielo turbio, como si estuviese a punto de llover.

"Ya es hora. Perdóname, Nicolae. Volveré por ti cuando haya encontrado la forma de romper tu maldición", se prometió.

Cogió todas las cortinas que decoraban el baño, las ató con cuidado. Estaba por lo menos a tres pisos de altura, necesitaría toda la ayuda posible para descender hasta un punto del que pudiera saltar sin hacerse daño. Estaba terminando de hacerlo cuando escuchó a Nicolae tocar la puerta.

- Sibelle, ¿has hecho algún hechizo ahí dentro? - interrogó preocupado. La mujer se alarmó. ¿Acaso él había desarrollado algún detector de su poder? Por algo estaba allí ahora, mentir no sería inteligente.

- Sí Nicolae, hice un hechizo - respondió con un tono de ligera molestia.

- ¿Puedo entrar, para ver si está bien? - aventuró él.

- ¿Entrar? Estoy en pleno baño, Nicolae, regresa más tarde.

- Al menos dime cuál es - insistió determinado a saber.

Sibelle comenzó a transpirar. El corazón le latía muy fuerte, su cuerpo fue invadido por un leve temblor.

- Te lo diré al salir, ahora déjame - atinó a decir. ¡Qué asustada estaba!

Dejó caer las cortinas luego de haber atado fuertemente uno de los extremos a una de las columnas del cuarto. No alcanzó a ver hasta dónde llegaba, pero ante semejantes circunstancias le parecía suficiente. Se amarró bien la túnica que traía puesta y se preparó para bajar.

Nicolae permanecía al otro lado de la puerta, esperando más señales de Sibelle. Para él era obvio que le ocultaba algo, y a juzgar por su esmero en hacerlo, era algo que no le agradaría en lo absoluto. Tenía que saber, su paciencia tan admirable hasta ahora comenzaba a desmoronarse.

- ¿Sibelle?

Más todavía, al no recibir respuesta alguna, su desconfianza creció hasta desmoronarse. Obedeciendo más a sus instintos que a sus sospechas, Nicolae derribó la puerta.

Grande fue su sorpresa al encontrarse con el viento dándole directo a la cara. El cielo estaba ahí, sin verse limitado por ninguna pared. No veía a Sibelle dentro, pero sí advirtió la tensión ejercida en una cortina atada a una columna del fondo.

- ¡Sibelle!

Cuando se asomó fuera del castillo, la encontró en pleno descenso por las cortinas atadas. Ella lo miró con expresión contrita.

- ¡¿Qué haces?! - preguntó Nicolae con el mayor de sus temores en la garganta, un nudo que no le dejaba respirar bien.

Sibelle no respondió. continuó bajando con cautela.

"No me dejaría caer... Sabe que ya no puede hacer nada conmigo", pensó ella con desesperación. Si Nicolae comenzaba a tirar de las cortinas, se soltaría. No podía volver al castillo, él la retendría para siempre en esa enorme prisión.

Nicolae consideró seriamente tirar de las cortinas, sólo lo suficiente para que su pareja se metiera por alguna ventana. Ah, pero en el fondo sabía que Sibelle saltaría si lo hacía. ¡Cómo le dolía darse cuenta de lo infeliz que era! Aunque si le compartía su secreto... Tal vez así ella consideraría quedarse a su lado.

¡Oh, demonios! ¡Su secreto! ¡Su linaje!

- ¡Sibelle! - gritó Nicolae -. ¡Sibelle, no sueltes las cortinas!!!

La aprendiz lo observó confundida ante el repentino ataque de pánico.

-  ¡Por lo que más quieras, no te sueltes!!!

Nicolae lloraba. Su instinto le hizo sujetar el extremo de la cortina, acción que alertó a Sibelle más de lo que hubiese deseado.

"¡No te atrevas, Nicolae!"

- ¡Sibelle, mi sangre! ¡Estás...!

Pero fue tarde. Sibelle sucumbió ante el pánico y prefirió soltarse a ser devuelta al castillo.

Escuchó los gritos de su amado sin poder creer su intensidad, como si deseara quedarse afónico. Cayó de frente, con los brazos protegiendo su cabeza. Afortunadamente, no faltaba mucho para llegar al suelo. Fue una caída dolorosa, pero sin consecuencias serias para su cuerpo. O eso creía ella.

- ¡No!!! - continuaba gritando Nicolae -. ¡No!!!

SibelleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora