2. El libro

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- Mi nombre es Nicolae, estimada Sibelle, y desde que decidiste comer mis limones te estoy destinado eternamente.
Aquello fue una grata noticia para la niña. ¡Cuán dichosa era al saber que ese hombre le pertenecería para siempre! Sonrió por primera vez ante él, para no dejar de hacerlo sino hasta pasados varios años, cuando tuvo que huír de su lado.
Se preguntarán entonces, ¿por qué Sibelle huiría de él si lo amaba tanto? La respuesta, debemos admitir, está más allá de nuestra comprensión.
Nicolae era muy bueno con ella, y le concedía todo lo que le pidiese. Los primeros años jugaban juntos, y al llegar la adolescencia de Sibelle, comenzaron una relación un tanto más madura, con más charlas que juegos y mucha más responsabilidad.
Sibelle se enteró que el castillo desierto de Nicolae se encontraba muy lejos de cualquier otro reino. Tanto, que no veían nunca pasar a comerciantes, viajeros o caballeros por los alrededores.
También se interesó por saber más de Nicolae. Indagó lo más posible en su pasado, aunque Nicolae era un experto en esquivar sus preguntas. Luego de innumerables ocasiones en que le pedía saber más de él, el misterioso hombre accedió a develar parte de su enigmático pasado.
Lo que descubrió de él, fue que no tenía familiares vivos. La familia de Nicolae había habitado ese castillo por generaciones, hasta que uno de ellos desató la furia de un poderoso y cruel hechicero. El precio fue duro, pues una maldición se cernió sobre todas las mujeres de la familia, dejándolas estériles. Así, su familia fue muriendo con los años, sin poder contar con descendientes a los que heredar sus secretos.
Nicolae explicó que su padre, el más joven de su familia entonces, decidió combatir con el hechicero para recuperar la descendencia de su linaje. Al no poder derrotarlo, hizo un pacto con él: El hechicero debía quitar esta maldición a las mujeres de la familia y a cambio recibiría un tesoro conquistado por cada varón que naciese como pago de su compasión.
Sin embargo, fue una mala época para hacer semejante trato. Una plaga llegó al castillo y todos fueron pereciendo lentamente. Los niños que nacían morían inevitablemente por la enfermedad. De esa forma, la deuda se fue haciendo más grande. Los varones, al no pasar de los dos años, no podían ir en busca de los tesoros que los reivindicarían ante el mago.
El padre de Nicolae murió cierto día sin dejar más descendientes, de modo que el hechicero anuló el pacto y se llevó a todas las mujeres del castillo. Los hombres viejos fueron muriendo con los años, al igual que las mujeres en manos del hechicero. Sólo una mujer dio a luz varios meses después de la anulación del pacto. El hechicero decidió adoptar al niño, nada menos que Nicolae, y lo devolvió al castillo cuando tuvo la edad suficiente.
Sibelle se asustó de que fuera el hijo adoptivo de un hechicero tan malo, pero Nicolae se calmó al decir que desde entonces no lo había vuelto a ver.
-- Sólo te hice un hechizo una vez, Sibelle, uno prácticamente inofensivo - confesó Nicolae sin dejar de sonreír -. Los limones que conseguiste, estaban destinados a revelarme a mi verdadero amor. Ellos se las arreglaron para llegar hasta ti, y te trajeron tan pronto los probaste.
-- Te aseguro que no fueron inofensivos para mi reino - señaló Sibelle ligeramente divertida -. Pero te creo. Incluso si los limones hicieron que me enamorara de ti, lo acepto.
Sibelle ya tenía diecisiete años. Dentro el castillo de Nicolae continuaba siendo un pequeño caos. Llevada por la curiosidad de los secretos del castillo, se metía en lugares estrechos, revisaba cada libro de los estantes, dentro de cada jarrón, al interior de sus depósitos de comida -que parecían no tener límite alguno-, desmantelaba algunos cuadros y rompía varias cortinas sólo porque sospechaba que había alguna puerta detrás. Nicolae lo soportaba con gran paciencia. Él la quería mucho. Hacía mucho tiempo que no compartía con nadie más...
Un año después, Sibelle hizo un hallazgo muy importante. Encontró un libro de hechicería escondido dentro de una escultura de uno de los viejos reyes de la familia. Estuvo unos días intentando comprender sus garabatos, hasta que se lo enseñó a Nicolae.
- ¿Puedes leerlo? - le preguntó Sibelle emocionada.
- Creo que sí - contestó Nicolae admirado por la naturaleza de ese libro. Era enorme, con muchas páginas y forro de cuero. Nunca había visto un libro así antes.
Juntos, comenzaron a practicar el arte de la magia. Nicolae se aseguraba primero de probar cada hechizo, después se lo enseñaba a Sibelle. Pasaron varios años aprendiendo y realizando todo tipo de conjuros, en los que Sibelle notó un cambio en Nicolae.
Antes dulce, ahora frío. Antes tranquilo, ahora impaciente. Algo lo perturbaba, no paraba de practicar con el libro, tenía que llevar sus hechizos a la perfección. Nicolae se exigía demasiado, su salud se deterioraba, ya casi no dormía ni comía, y Sibelle se hacía responsable por haber dado con el enigmático volumen de hechicería.
- Nicolae, es hora de que descanses - le dijo la noche en que cumplía veinticuatro años -. Deja el libro unos días, te hará bien.
- No me pidas semejante cosa, Sibelle - reclamó Nicolae sin dejar de leerlo -. Sabes que me he propuesto aprender todo esto cuanto antes.
- ¿Por qué, Nicolae? ¿Para qué? - Sibelle se interpuso entre él y el libro y lo cerró mientras le obsequiaba un beso -. ¿No estás satisfecho aquí conmigo?
- Sibelle...
- ¿No me amas? De haber sabido que este libro te pondría así, jamás lo habría sacado de su escondite. Te está consumiendo, Nicolae, ¿no te das cuenta?
- Es que es una oportunidad, Sibelle. ¡Es nuestro oportunidad! - manifestó enérgicamente haciéndola a un lado y volviendo a abrir el libro.
- ¿Oportunidad de qué? - insistió Sibelle rodeándole con los brazos.
- De escapar - indicó él en voz baja.

SibelleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora