Capítulo 7 [EDITADO]

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Thomas llegó a Edimburgo tres días después de su partida desde Saint-Germain-en-Laye. El viaje fue agotador, pero había merecido la pena tanto por lo que había sucedido allí con su padre como por los verdes paisajes de montañas escarpadas y llanuras infinitas que hacían de su tierra la más bella de las regiones. Además, en el puerto, Thomas siempre se distraía con los pescadores que iban y venían a toda prisa por la ruta principal.

La travesía no fue tan dura como la ida, pero el barco en el que viajaba era un galeón de mercancías que tuvo que hacer varias paradas antes de llegar a Edimburgo; principalmente se detuvo en Calais, donde tardaron casi seis largas horas en volver a zarpar. Curiosamente, en Calais, Thomas pudo conocer a algunos escoceses residentes en la corte francesa que anduvieron por allí en el momento: todos partidarios de su padre.

En el puerto le esperaba Abelardo, con su típica vestimenta escocesa, y unos cuantos criados detrás suya: entre ellos, Murtagh Fraser, quien se mostraba muy sonriente.

Lo primero que hicieron fue ir a la casa de los Cárdenas-Windsor, a saludar a la familia: Jimena, Isabel, Mariana, Abel y Antonio. Su madre, Catherine, esperaba en otro lugar.

Tras haberse dado un buen baño caliente en leche de burra, partieron hacia Leod, donde esperaban al joven muchacho su madre, Catherine, el señor de Leod, William Mackenzie, su esposa y sus familiares...

-¡Bienvenido, Tcharlach! -Gritó desde su ventana William Mackenzie.

Fue recibido como invitado del clan Mackenzie y permaneció allí un par de días, en los cuales estuvo descansando en el castillo -ya fuera dando largas caminatas por los alrededores o simplemente leyendo historias de la Escocia profunda-, cazando jabalíes, venados y liebres, y jugando con unos pequeños Mackenzie a los típicos juegos escoceses.

-¡Eh, Jamie, pásala! -Gritó en numerosas ocasiones jugando a la pelota.

Thomas no dejaba de ser un crío. A su edad, incluso el duque de Sandringham jugaba con soldaditos. Incluso su madre jugaba con muñecas cuando le dieron la noticia de que iba a casarse con el duque de Sandringham, muchos años atrás.

Una noche cualquiera durante su estancia en Leod, un fraile -siervo de los Mackenzie- mantuvo a Thomas encerrado en una mazmorra -con la constante supervisión de William-, por no pronunciar bien estos versículos de San Juan:

1. An toiseach bha am Focal, agus bha am Focal maille ri Dia, agus b'e am Focal Dia.

2. Bha e seo air tùs maille ri Dia.

3. Rinneadh na h-uile nithean leis; agus as eugmhais cha d'rinneadh aon ni a rinneadh.

4. Ann-san bha beatha, agus b'i a' bheatha solus dhaoine.

5. Agus tha'n solus a' soillseachadh anns an dorchadas, agus cha do ghabh an dorchadas e.

6. Chuireadh duine o Dhia, d'am b'ainm Eoin.

7. Thàinig esan mar fhianuis, chum fianuis a thoirt mu'n t-solus, chum gu 'n creideadh na h-uile dhaoine trìd-san.

8. Cha b'esan an solus sin, ach chuireadh e chum gu'n tugadh e fianuis mu'n t-solus.

Para Abelardo de Cárdenas y Jacobo Estuardo (desde el otro lado del mar), era muy importante que el joven Stuart aprendiese a la perfección el gaélico, ya que ningún sassenach podría averiguar lo que dijese. Además, fue Jacobo quien le enseñó su primera palabra en gaélico, y por muy increíble que parezca, no fue otra que: "Alba" -o lo que es lo mismo-, Escocia.

Esta obsesión por el gaélico, probablemente le vino a Jacobo por su bisabuela María, reina de los escoceses, pues en un discurso que pronunció en su llegada a Escocia hacía ya muchísimos años, dejó presente lo siguiente: "Podrán derramar nuestra sangre, pero nunca nos arrebatarán la Escocia que nace en nuestras venas".

Pero... No sólo el gaélico fue lo que Thomas aprendió estando en el hogar de los Mackenzie.

Una hermosa joven, rubia y de mirada cristalina, solía pasear por los pasillos del ala oeste, en la cual, por la más mera casualidad, se encontraba Thomas.

-Oh, disculpad mi señor -dijo ella-. No sabía que había alguien por aquí -añadió con la voz temblorosa. Estaba asustada-. Me retiraré con gusto.

Thomas quiso tranquilizar a esa hermosa chica, y se acercó a ella tan seductor como siempre.

-Mi señora -se presentó él-, mi nombre es Thomas Stuart y sería un honor para mí que no os retiráseis aún.

Dicho esto, ambos comenzaron a entablar conversación, y para sorpresa de ambos, resultaron tener muchas cosas en común, y la principal fue su apetito sexual: el joven Thomas, aunque seductor, era inexperto en el mundo del sexo; hasta esa noche.

Ygritte Mackenzie le descubrió un mundo de sensaciones aquel día, y aunque, como era de esperar, no se volverían a encontrar, el nombre de Ygritte y su recuerdo permanecerían siempre en su memoria.
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Traducción de los versículos de San Juan: «En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella. Hubo un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan. Este vino por testimonio, para que diese testimonio de la luz, a fin de que todos creyesen por El. No ere él la luz, sino para que diese testimonio de la luz. Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo. En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció. A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios. Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad».

El Escocés: el bastardo del rey [COMPLETA Y EDITADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora