Como siempre estaba aburrido en mi celda.
Los libros y cosas que habían a mi alrededor ya no eran suficientes.
Y a pesar de todo no me cansaba de estar ahí pues tenía una razón para permanecer quieto.
Una bella y misteriosa doncella que todas las tardes sin falta atravesaba el pasillo frente a mi.
Nunca miraba a nadie pues se veía asustada.
Con el tiempo supe que era encargada de suministrar algún tipo de suero a los "villanos".
Supuse que algún día llegaría mi turno y así fue.
Caminó y se detuvo al frente de mi celda.
Observé detenidamente cada uno de sus movimientos mientras atravesaba la puerta.
Al estar frente a mi por completo sacó de una bolsa una jeringa con algún líquido dentro.
-Esto dolerá- avisó acercándose.
-¿Qué pasará si me rehuso?- pregunté poniéndola a prueba.
-No podrás.
-Vamos, puedo engañarte fácilmente, ¿a caso no sabes quien soy?
-Lo sé perfectamente, por eso estoy aquí- dijo con una sonrisa algo malvada.
Se escuchó a lo lejos una explosión, algo había sucedido en la ciudad.
Ya había notado extrañeza en todo eso.
Era el momento perfecto para escapar y al parecer ella había leído mi mente.
-Sé lo mucho que necesitas salir, te ayudaré a escapar. Será fácil ya que todos están distraídos. Al salir deberás irte y no volver jamás, ve a donde nadie te encuentre- habló mirando a los lados.
Avanzó y abrió el acceso a la celda.
Pero yo no me moví ni un centímetro.
Prefería mil veces quedarme encerrado que huir.
Pero todo tenía una razón, en la primera opción podría verla siempre pasar y en la segunda sería libre pero estaría sólo.
No tuve el valor de decirle porque fue que me quedé.
