Coopera conmigo

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El primer día dentro del hospital había traído muchísimo trabajo, no solo para mí, sino también para el doctor Francis que tuvo que quedarse hasta muy tarde atendiendo en la sección de urgencias. Como se veía cansado y me había caído tan bien decidí hacerle compañía, pero no me imaginé lo que significaba pasarse la jornada de noche cuidando de los enfermos más graves, era mucho menos glamoroso que la sala de cirugía programada que había esperado y sobre todo mucho más triste. Los pasillos estaban llenos de familias reunidas esperando por su internos, muchos de ellos habían llegado de improvisto, algunos incluso traían puestas las pijamas. Una enfermera les traía café y mantas para los que quisieran pasar la noche en el lugar, y es que la incertidumbre del bienestar de un padre, un hijo, un amigo... te dejaba sin saber qué más hacer.

Ese era el caso de la familia Vargas, que había llegado junto al chico que ingresó esa tarde a cuidados intensivos. Luego de hablar con Feliciano pude enterarme de algunas cosas que no vienen en los informes médicos. Lovino había desarrollado su enfermedad desde muy joven, tanto que seguramente no tendría recuerdos en los que no cargara consigo su tanque de oxígeno, y aunque eso constituyera una pesada carga para cualquier niño no podía compararse con el dolor de su familia al saber que su vida se consumía a una velocidad vertiginosa y que nadie, ni siquera los doctores pudieran evitarlo. -no quiero que llegue el día... -dijo Feliciano en un momento y sus ojos miel miraban perdidos hacia el suelo.

Lograron estabilizar y drenar los pulmones de Lovino a eso de la media noche, y luego de prometerle a Feli que lo llamaría si pasaba algo, él y su tía partieron a casa con el corazón apretado dejando en la habitación de hospital al castaño. No dejaban que nadie más que una enfermera entrara a revisarle el respirador artificial. Según los doctores, le habían suministrado suficiente anestesía para que durmiera tranquilamente hasta el día siguiente y estaría bien, pero mi mente iba a para una y otra vez hacia el área de pediatría y podía imaginármelo con sus bellos ojos cerrados y la resiración pendiendo de un hilo.

Eran las tres de la mañana y el truno de noche estaba en su apogeo, llevaba despierto desde las ocho y a esas alturas no había suficientes tazas de café que pudieran mantenerme en pie. -bienvenido a la vida de un doctor. -dijo Francis apareciendo a mi lado junto a la máquina de café del pasillo. -me sobresaltó aunque no lo demostrase, con mi cara de sueño podía haber pasado un huracán y mi semblante no hubiera cambiado en lo mas mínimo. -lo has hecho muy bien hasta ahora.

-gracias... -dije dándole un sorbo a la amarga bebida. -¿tú no te cansas, eh?

-no puedo cansarme mientras haya alguien a quien ayudar. -el rubio estiró los brazos con los ojos cerrados y se quedó así un largo rato, a pesar de su energía y amor al servicio, no podía ignorar lo obvio. Estaba exhausto.

Justo entonces una enfermera lo llamó desde el extremo del pasilllo, estaba listo el resultado de unos exámenes o algo así. Francis se disculpó y fue rápidamente a cumplir con su trabajo como si no fuera de madrugada.

-es increíble. -me dije a mi mismo con una sonrisa, el doctor Bonnefoy valía por diez doctores.

Cuando hube terminado mi café, tiré el vaso plástico a la basura y estaba listo para seguir con el informe que me habían encargado, pero alcanzé a distinguir por el rabillo del ojo cuando a mis espaldas y muy súbitamente se encendía la luz en una de las habitaciones del pasillo. No podía tratarse de una enfermera, y mucho menos de un interno, todos los niños de la zona de cuidados intensivos estaban durmiendo a esas horas. Todos... excepto tal vez...

Me acerqué sin hacer el menor ruido hasta la habitación de donde salía el resplandor blanquecino por debajo de la puerta, y entre más cerca me encontraba más lograba distinguir los ruidos de pasos moviéndose por la habitación y de alguien que estaba haciendo un lío con las cosas. -maldición. -dijo una voz del otro lado, me quedé boquiabierto al oírlo, esas palabras no estaban permitidas en la zona de pediatría.

Me hice atrás, pero me delató el ruido de mis zapatos y la puerta se abrió en el acto. La luz dibujaba la silueta del chico de conectado al respirador artificial, que se veía mucho más como un gato enfurruñado que como un enfermo de urgencias. Me estaba mirando con el ceño fruncido, tenía los pies descalsos y no podía moverse muy lejos de la camilla por la longitud de los cables que lo mantenían respirando. -¿se te perdió algo, bastardo? -dijo con su voz cantarina que sonaba brusca.

-no deberías estar despierto ni paseándote a esta hora. -le respondí pasando por alto el insulto.

-tú no deberías meterte en cosas que no te incumben. -remató antes de girarse a seguir con su trabajo de revolver la habitación. Me quedé mirándolo no solo porque me parecía la cosa más adorable que había visto, también quería saber dónde quería llegar con todo aquello.

-Lovino. -lo llamé mientras avanzaba a su lado, el menor giró la cabeza con expresión molesta. - tu familia estuvo aquí, ellos me contaron... tu caso. -trataba de suavizar ese ceño fruncido que permanecia en su blanca frente, pero con cada palabra solo conseguía molestarlo más. -mi nombre es Antonio y estaré trabajando en pediatría por unos días, puedes contar conmigo para lo que necesites.

-no necesito tu lástima, bastardo... ¿quieres dejarme en paz?

-no puedo. -Lovino estaba arrodillado buscando debajo de la cama, cuando me oyó decir eso se puso de pie para encararme. Ahora a su lado y con la luz pegándole de frente podía apreciar mucho mejor cada facción en su rostro que comenzaba a tomar color y también su cabello del cual sobresalía un rizo extraño. -no puedo dejar que estés despierto sin la supervisión de un médico.

-tú eres médico ¿no? -enrojecí un poco, aun no era médico del todo y Lovino pareció entender mi situación de inmediato. -ya veo... manaron a un estudiante a cuidarme. Si no eres doctor supongo que va a ser más fácil hacerte cooperar conmigo.

-¿a qué te refieres? -y por toda respuesta Lovino rodó los ojos exasperado.

-calma, bastardo. No te voy a involucrar con la mafia o algo así... solo quiero que me ayudes a buscar algo. -
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han sido muy pacientes con este fic, y les debo una disculpa por dejarlo incompleto :c pero ya volví a escribir y por favor por favorcito, no dejen de leerlo.
Espero que les haya gustado el capítulo, los veo muy pronto :))
Ro.

Ninna Nanna (spamano)EDITANDOOOODonde viven las historias. Descúbrelo ahora