No estás enfermo

367 64 11
                                    

(Antonio)

No importaba que me estuviera muriendo de sueño ni la mirada cabreada de Lovino que sorbía su jugo de manzana. No me iría de ahí hasta sacarle de la cabeza aquellas ridículas ideas o, al menos, asegurarme de que no tuviera más botellas escondidas.

-el turno de la noche se acabó hace más de una hora, ¿por qué sigues aquí?

-ni idea, ya me estaba yendo a casa. Pero apareciste por el pasillo y tuve que seguirte.

-eres un jodido acosador, ¿te lo habían dicho? -cuando me detuve a verlo pensé que estaría con su carita enfurruñada de siempre, fue una linda sorpresa ver que sonreía.

-si... me lo habían mencionado. -Lovino negó con la cabeza y siguió su andar de piernas blanquísimas y carro de oxigeno incluido. No podía explicar por qué, pero había algo en el chiquillo que me empujaba a seguirlo por el pasillo principal, incluso aunque fuera muy temprano en la mañana y estuviera hambriento y cansado. Tuve que entrecerrar los ojos cuando el inmenso sol de Madrid nos recibió en la entrada del hospital. - ¿a dónde ibas?

-lo más lejos de ti que sea posible. – y tomó el carro a dos manos para adentrarse por el jardín lateral. Alguien más sensato o con más amor propio lo hubiera dejado hasta ahí y se habría ido, pero la fascinación que me inspiraba era demasiada como para que simplemente la ignorara. Y si en algún momento tuve posibilidades de echarme atrás, ellas murieron cuando Lovi se volteó para ver si lo seguía. Fue cosa de un segundo, apenas se dio cuenta de que me había quedado parado viéndolo de espaldas se giró para seguir avanzando todo lo aprisa que le permitían sus dañados pulmones, y no necesité más para que esa sensación de estar a punto de echarse a reír me recorriera entero. Lo seguía ahora por el césped y las flores. -deben pagarte bien las horas extra. -me dijo cuándo hubimos llegado a un enorme árbol, Lovino se tiró de espaldas con la cabeza apoyada en los brazos.

-es una hermosa mañana. -le dije cuando me hube acostado a su lado. -es la mañana más bonita que he visto hoy.

-eso no tiene sentido. Además, es solo una mañana.

-es una mañana diferente a la de ayer, y a la que habrá mañana... nunca volveremos a ver esta mañana, y es todo un espectáculo, porque está preciosa.

-te está afectando el no dormir...

-hablo enserio, estoy feliz de poder ver precisamente esta mañana contigo. -pero no solo la mañana era increíble, Lovino también estaba precioso. Ya sea porque se le notaba más animado o porque parecía otra persona bajo la luz del sol. Él se sonrojó y me evitó la mirada fijándose nuevamente en el cielo.

-es solo una mañana.

-vale, puede que tengas razón... pero es la mañana en que decidiste salir. -lentamente fui cerrando los ojos. El suave viento y el aroma del pasto me mecían y estaba demasiado a gusto como para no descansar un segundo. -todo se ve mejor con la luz de la mañana, hasta un hospital.

-Antonio, todo está igual que la noche anterior. Sigues estando en un departamento equivocado, el doctor Bonnefoy sigue siendo un pervertido, y yo... ya ves, yo sigo estando enfermo.

-pero estás aquí

- ¿de qué estás hablando? Por supuesto que estoy aquí.

-me refiero a que hoy hace un día precioso y pudiste haberte quedado acostado en tu habitación donde de seguro nadie se hubiera fijado de la botella con... ¿Qué cosa era? ¿ron?... en fin, lo que quiero decir es que pudiste haberte quedado como cualquier otro día, pero aquí estás. Tirado en el pasto con el sol en la cara, tomando jugo de manzana y escuchándome porque querías ver una mañana más. -hablaba con los ojos cerrados, pero también era consciente de que Lovino estaba escuchando. -no todos los pacientes tienen ganas de ver la siguiente mañana.

-t-te equivocas... yo solo, solo quería alejarme de esa horrible habitación.

-porque son para los enfermos, Lovi. Tú no estás enfermo.

(Lovino)

Su voz de por si profunda había bajado mucho desde que empezó a hablar, y no era para menos. El bastardo debía llevar despierto toda la noche y aun después de su turno seguía ahí.

-eso debe ser lo más ridículo que has dicho, -le dije sin mirarlo, pero no recibí respuesta. Cuando me puse de lado su pecho subía y bajaba a un ritmo lento. Antonio se había quedado dormido en la mitad del patio. -oye, bastardo... no me dejes hablando solo. -pero no tampoco hubo respuesta, ni siquiera cuando me acerqué lo suficiente a su cuerpo como para sentir el calor que irradiaba.

Tenía frio. Exacto. Solo por eso me estaba colando en el espacio de su brazo para apoyar la cabeza en su hombro. Antonio dormía como un tronco y no parecía molestarle. -si estoy enfermo. -dije más para mí mismo que para él. Por suerte no había nadie más ahí, por suerte el bastardo estaba durmiendo y por suerte yo tenía suficiente frio como para permitirme acurrucarme a su lado, en el nido de césped y con el sol bañándonos de pies a cabeza.

No pasó mucho tiempo para que me durmiera también.

Ninna Nanna (spamano)EDITANDOOOOWhere stories live. Discover now