Capítulo 12: "La flor"

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-¿Lo sabes?

-Sí. Mamá nos lo dijo, ¿te acuerdas, Noa? - preguntó el chico mientras le daba un par de codazos a su hermana.

-Sigo sin acordarme...

Esta recibió un puñetazo de su hermano.

Trató de devolvérselo, pero el otro lo esquivó.

-La luz se encuentra en el lago que se encuentra en el interior de un bosquejo muy lejos de aquí.

Noa abrió los ojos cómo platos. Salió escopetada de la habitación.

Al rato volvió con unos planos.

-Ahora mismo esa zona está ocupada por yowis - informó la chica. Señaló un dibujo de un ser similar a los fantasmas.

-¿Yowis?

-Sí - contestó el hermano mayor. - Espectros que no hace mucho aparecieron por aquí.

-Desconocemos su procedencia. Eso sí, son muy peligrosos.

A continuación, Noa sacó de una caja una vela y una cerilla.

-Con esto podremos devolverlos a su mundo.

Lo posó en la mesa.

Quedé pensativo. ¿Sabrá Nao de verdad la ubicación de la luz?

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A la mañana siguiente nos pusimos en marcha.

Ellos llevaban unas mochilas de cuero aparentemente llenas. También llevaban unos bolsos del mismo material.

-¿Vive más gente aquí? - pregunté. Nao no respondió. Noa miró a su hermano con expresión triste.

-No. Sólo hay monstruos, animales, plantas y fantasmas.

-No podemos hacer nada para continuar nuestra especie. Estamos buscando una forma que no duela...

Aquella respuesta me obligó a cerrar la boca y caminar.

-Bueno, hay ángeles - añadió la hermana.

-¿Ángeles? - pregunté mientras miraba el cielo en busca de uno.

- Sí - respondió el hermano. - Dice la leyenda que al morir, tu espíritu sale de tu cuerpo y le crecen dos majestuosas alas.

Estes van un lugar, más allá del cielo.

-Seguro que mamá está allí - dijo Noa sollozando.

Un prolongado silencio inundó la zona.

-Vámonos - finalizó Nao.

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Tras horas de camino, llegamos a un pequeño lago.

En el centro de la masa de agua, había un pequeño islote. En este había una flor blanca que resplandecía a la luz del sol.

-Llegamos - concluyó Nao.

-¿Y la luz?

-Paciencia.

Él sumergió un pie en el agua. Al hacerlo lo quitó rápidamente.

-¿¡Que pasa?! - preguntó alarmada.

Frotaba el pie con dolor. De quejaba mucho.

-¡Me ha quemado! ¡Mucho!

Estuvimos un buen rato tratando de curarle aquella quemadura.

Con unas hojas tratamos de vendarle la herida y con unas flores machacadas creamos una crema que le aliviaría el dolor.

No podíamos llegar nadando, no podíamos llegar saltando...

-Volando - propuso Noa.

-¿Cómo?

De su bolso sacó una carta. Tenía el dibujo de un ángel alzando el vuelo.

-Úsala.

Sin perder tiempo cogí la carta. Intenté concentrarme.

Cerré los ojos y vacié mi mente. Sin pensarlo salté al agua.

Ellos me miraron horrorizados.

-¡Vas a caer!

Estaba a pocos metros del agua cuándo...

Me quedé sostenido en el aire. Los dos hermanos estaban con los ojos cerrados.

- No se escuchó el agua... - dijo Noa.

-Qué raro... - dijo Nao.

Los dos abrieron los ojos a la vez. Quedaron maravillados.

-¡Alas!

Tenía dos pequeñas alas en la espalda. Llevaba puesto un traje parecido al de los dos hermanos.

Descendí y recogí la flor. Volví a la orilla para dársela.

-¡Increíble!

-...

Aquella alegría duró poco. Nos estaban rodeando un grupo de seres flotantes que llevaban un manto rasgado por encima de ellos.

Unas garras metálicas podían verse en sus mangas.

También se podía distinguir un solitario ojo por debajo de su vieja capucha.

La gran multitud de acercaba a paso lento pero tenebroso.

-¡No te muevas Nao! ¡Nosotros nos encargamos!

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