1: Esta bien, acepto.

62 6 3
                                    

— Muy buenos días alumnos, mi nombre es Jefferson Mayor, pero obviamente ustedes van a llamarme profesor Mayor. Me presento nuevamente en el caso de que no hayan asistido a clases en lo que va del año. — Todos reimos observando a Max Holland, un rubio despreocupado que solo sirve para emborracharse y salir de fiesta.

El profesor de antropología forense es, medianamente, el más centrado de la universidad. Y al mismo tiempo, el que mejor hace su trabajo. El resto de los maestros son simplemente personas resagadas que cumplian horario.

— Mi asignatura sirve, prácticamente, para determinar el sexo, talla, edad, grupo étnico, e incluso llegar a la reconstrucción facial de restos humanos. — Su cabello gris y la piel arrugada en el rostro le daban una leve impresión de maestro sabelotodo —. Así que por favor, intenten, aunque sea presentarse a mis clases.

Mayor siguió explicando los requisitos que debían ser tomados en cuenta para acreditar la materia, que básicamente eran presentarse a un %98 de sus clases, aprobar los exámentes y entregar todos los trabajos prácticos. La mayoría — y con la mayoría quiero referirme a todos los alumnos exceptuando a Max — accedimos a las condiciones y la clase continuó con normalidad.

Si bien fueron muchísimos los que se inscribieron en la carrera criminalística, fuimos pocos quedamos luego de las vacaciones de invierno. No era algo fácil de tolerar, y mucho menos los primeros años. Tampoco es que por haber leido libros policiacos o de suspenso tu vida entera y que en un par pudiste resolver el misterio antes que el mismo libro, estés automáticamente dotado del carácter que se requiere para estudiar esto.

Una vez que la clase se dio por finalizada, me levante de mi pupitre y me dirigí a mi siguiente clase: arte forense. Tengo un fanatismo incurable con esa materia ya que siempre fui creativa.

El arte es prácticamente lo que mejor se me da. La pintura, el dibujo, e incluso otros campos como la música, la danza, el teatro. Desde pequeña que tengo una gran afición a todo lo que el arte respecta.

Y si bien soy buena haciendo lo que me gusta y me considero alguien inteligente, no soy fanática de las etiquetas, por ende sería incapaz de cualificarme como la típica nerd cuyos amigos únicos son los profesores. Aunque tampoco me iría al otro extremo de la zorra antipática que se cuelga de los chicos cual ladilla. Soy prácticamente, el punto perfecto entre esas dos. Sé que soy bonita, si, pero no como para ser arrogante. Y se que admitir que lo soy de por sí ya me hace ver engreída o petulante, pero el concepto de belleza esta realmente sobrevalorado y todo el mundo debería temer la libertad de admitir que se siente cómodo con uno mismo. Tengo varios amigos y todos me saludan en la universidad, pero no por eso soy popular. Y admito que varios chicos estan obsecionados conmigo, pero de igual forma, yo siempre encuentro el modo de posponerlos sin ser tan obvia.

— Buenos días Max. — Lo salude cuando apareció caminando por el pasillo —. ¿Concordamos clase?
— ¿Arte forense? Si es así entonces vamos muñeca. — Si bien Holland es la viva imágen de la vanidad y la petulancia, puede ser agradable de vez en cuando. Así que deje pasar su comentario y caminamos juntos hacia el salón. Si no se me insinuara, podría considerarlo mi mejor amigo... aunque este tipo se le insinua a todas.

La clase comenzó, yo escogí un lugar cerca de la ventana y coloqué mi lienzo en blanco. La señorita Adkins ya estaba gritando y chillando sobre los ángulos en los pómulos, la inclinación gradual en las cejas entre otras cosas. Si el dibujo no esta perfecto, con Adkins puedes considerarte desaprobado. Es la profesora más exigente del instituto, aunque eso tampoco la convierte en la mejor. Solo es buena, aunque me caiga mal.

— Pst, hey, chica. — Me susurró alguien detrás y opté por ignorarlo antes de que la profesora nos eche de la clase a ámbos—. ¡Darby!
— ¿Hay algo que desee compartir con la clase, Stone? — Al oir su apellido mi mente se revolucionó hasta que caí en la cuenta de que era el que solía gustarme en la preparatoria: Devin Stone. El típico mariscal de campo forzudo y hermoso, pero al mismo tiempo hueco y altanero del cual todas se enamoran.
— No señora Adkins, no va a volver a pasar. — Concluyó él y la profesora asintió satisfecha.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Feb 02, 2018 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

AVOWDonde viven las historias. Descúbrelo ahora