Donato y yo reaccionamos al poco tiempo, él sujetó a su hermano mientras yo trataba de levantar a Ricardo. Los separamos, todo quedó en silencio mientras que Ricardo y Doroteo se miraban con odio. La respiración de ambos era fuerte, las mejillas de Ricardo estaban rojas pero no presentaba sangre como la mandíbula de Doroteo.

—¡Dios mío! —Exclamó Cristy llamando la atención de nosotros. Se colocó en el centro de nosotros, todas las chicas y Matías estaban paralizados y asustados, se mantenían completamente en paz y sin hablar. La mirada de Cristy se fue hacia el rostro de Ricardo—. Ricardo, acabo de hablar contigo dentro del cuarto sobre que debes controlarte, que nosotros no tenemos la culpa de que tú estés aquí. Y, al instante en el que sales, ya estás sangrando de la mandíbula y respirando como toro enojado.

La desesperación por salir los había llevado al límite, a ambos, tanto que cualquier palabra que les ofendiera reaccionaban de mala manera al primer instante. Y en parte se comprendía, la boda de Ricardo se realizaba mañana y la madre de Doroteo necesitaba sangre. Por lo menos Donato era un poco más calmado y tomaba las cosas con mayor tranquilidad.

—¿Cómo no quieres que esto pase Cristy? —Preguntó ya un poco menos agitado, igual lo mantenía sujetado y él no luchaba por liberarse de mí—. Mañana es mi boda, estoy desesperado por salir de este lugar. ¡Y viene este idiota a decirme estupideces!

—Ya deja de insultar a mi hermano Ricardo —se defendió Donato mientras lo miraba amenazante—, como dice Cristy. Nosotros no tenemos la culpa de que mañana sea tu boda y no puedas hacer nada por ello.

—Puedo defenderme yo sólo Donato —expresó Doroteo con cierto enfado en su voz—. ¡Suéltame! —Gritó y Donato lo liberó—. Ya no haré nada.

Solté a Ricardo, él se mantuvo quieto, nos observó a todos y luego caminó a prisa a encerrarse en el primer cuarto, azotó la puerta y todos dimos una leve sacudida en nuestro cuerpo por el impacto. Cristy iba a ir con él pero Victoria la jaló de su brazo lastimado, Cristy se giró con una mueca de dolor en su rostro.

—Lo siento —se disculpó Victoria con preocupación en su rostro, Cristy asintió dándole a entender que aceptaba sus disculpas—, pero debes dejar a Ricardo en paz, déjalo que piense lo que tenga que pensar. Ya hablará otro momento.

—Es que, no soporto ver a las personas así. Estamos encerrados juntos y juntos debemos encontrar la manera para salir. No es lugar para que el estrés y la desesperación nos gane y nos haga pelear. Todos tenemos cosas qué hacer ahí afuera y nadie puede realizarlas.

—Sí Cristy —le dijo Victoria—, tienes razón. Pero ya habrá momento para que hables con él, por ahora está enojado, sólo piensa en su boda y obviamente no te va a escuchar. Mejor relájate un poco. Cuéntame, ¿cómo fue que te rompiste el brazo? Tú no nos has contado nada sobre tu vida.

—Quizá ella sí se rompió el brazo jugando golf —me susurró Lizzeth con simpatía. Sonreí ante su comentario y Matías también aunque no lo entendiera.

—¿Mi vida? —Preguntó Cristy e hizo una mueca de aburrimiento, como si no quisiera platicar de ello—. Me llamo Cristina Barbens pero prefiero que me llamen Cristy. Tengo 30 años y me rompí el brazo al resbalarme en una alberca. Iba saliendo de ella y el suelo estaba mojado, entonces me resbalé de repente y aquí estoy.

Me recordó a Angélica, por el apellido, ¿cómo se encontrará ella en este momento? ¿Estará a salvo? ¿Neus estará bien? Para controlar aún más la situación, supuse que era el momento para preguntarle a Cristy si tenía algún parentesco con mi esposa. Me coloqué frente a ella y esperé a que terminara de hablar con Victoria.

—Oye Cristy —le dije, ella me miró a los ojos y sonrió esperando la pregunta—. ¿Conoces a Angélica Barbens?

Cristy formó una expresión de suspicacia y me miró de arriba a abajo.

—¿Tú de dónde conoces a esa estúpida? —Preguntó y sentí un impulso de coraje al saber que la llamó de esa manera, ahora sabía que sí se conocían pero no de una buena manera—. Es mi prima, o bueno, la consideraba una prima hace 15 años. ¿De dónde la conoces tú?

—Es una amiga —mentí, no iba a decirle que era mi esposa. Lo que menos quería era pelear o distanciarme de alguien en este lugar y Cristy podría hacerlo si se enteraba de que era mi esposa. Se sintió extraño llamar a mi esposa de esa manera, preferiría mil veces que ella fuera mi esposa a que fuera mi amiga. Es una excelente mujer—. Compañera de trabajo y como llevan el mismo apellido, me entró la duda.

—Lo siento Naúm pero la odio, desde hace 15 años no la he visto y no pienso volver a hacerlo.

—¿Qué te hizo para que la odiaras tanto? —Pregunté. Odiarla y no hablarle desde hace 15 años debía ser por algo bastante grave, aunque así son las mujeres, por cualquier cosa pelean y no vuelven a hablarse nunca más.

—Prefiero no decirlo, es algo que no quiero recordar. Me sorprende que sea tu amiga esa sisañosa. 

—Te pediré que no hables mal de ella por favor —le advertí y ella respondió con un "está bien"—. Es mi amiga y le tengo bastante aprecio.

—Quizá ya haya cambiado su actitud. Está bien y sí, es mejor ya no mencionar su nombre. Nunca creí que lo escucharía de nuevo.

—Por favor —susurré. No quería escuchar más comentarios malos sobre mi mujer. Pero, si salíamos de aquí y si Angélica aún continuaba afuera, la volvería a ver y esta mentira quedaría al descubierto.

HospitalDove le storie prendono vita. Scoprilo ora