—¿Y cómo volvió aquí? —Preguntó Ricardo agachándose mientras el gato caminaba hacia él, una vez que llegó lo tomó en sus manos, comenzó a acariciarlo y se levantó. El gato permaneció quieto—. ¿Subió las escaleras de nuevo?

—Regresó por esta puerta —contestó Lizzeth señalando la puerta por donde el gato regresó. Ricardo observó a Lizzeth, asintió levemente y luego retiró la mirada de ella pero volvió a verla, esta vez con despreció.

—¿Podrías —iba a preguntar mientras entrecerraba los ojos y movía su mano como si estuviera explicando—, evitar hablarme?

Lizzeth rodó los ojos con saciedad y se recargó a la pared mientras bufaba.

—Que inmaduro eres —le contestó—. Cuando el que me gritó fuiste tú y yo debería ser la ofendida. Pero está bien, no te volveré a hablar, en tu vida.

—Gracias —contestó Ricardo—. Así que subió de nuevo. —comenzó a analizar y luego sus ojos se abrieron con sorpresa, nos miró a todos y sonrió—. ¿Y si la puerta de ahí abajo ya está abierta?

Ricardo iba a correr pero lo detuve colocándome frente a él. Me miró con extrañes y quiso esquivarme por un lado, pero me moví al mismo lado que él, deteniéndolo de nuevo.

—No, espera —dije y acerqué mis manos a su cuerpo por si quería esquivarme de nuevo—, ya bajamos y comprobamos que esto no era así.

—¿Eso hicieron abajo? —Preguntó manteniendo su mirada fija en mí.

—Sí —respondí—, el gato simplemente apareció de nuevo y no tenemos ninguna explicación de cómo es que llegó a este lugar.

Ricardo soltó al gato a una altura considerable para que no se lastimara. Éste siguió caminando hasta que se perdió por el pasillo de la izquierda.

—¿Cuál es tu teoría? —Le preguntó Donato. Ricardo lo observó detenidamente como queriendo saber quién era si Donato o Doroteo. Se distinguían fácilmente, llevaban el mismo peinado pero diferentes prendas de ropa. Doroteo llevaba una camiseta celeste y un pantalón de mezclilla, su cabello estaba un poco aplastado por la gorra que se había quitado hace unas horas y Donato estaba un poco más formal. Tenía una camisa blanca y un pantalón negro, estaba peinado formalmente y llevaba zapatos negros y cinturón apretado.

—Nos vigilan —respondió Ricardo y sus ojos se fueron a los rincones del hospital, al techo, a las paredes. Buscando algún tipo de cámara o algo con lo que pudieran observarnos, pero no había nada. Tenían que tener algún otro método en el que supieran que la maestra Ximena estaba muerta. Es un hospital, saben cuando las personas están muertas pero esto ya es demasiado.

—No hay ninguna cámara Ricardo —dije y el asintió levemente aún viendo a los lados—, algún otro método debe de haber.

—Necesito agua. Esta tos mantiene mi garganta seca.

—¿Y cómo quieres que la consigamos? —Preguntó Doroteo comenzando a meter cizaña, al parecer a este hombre le gustaba discutir y hablaba con cinismo para hacer enojar aún más a Ricardo. Ricardo apretó la mandíbula y trató de contenerse—. Trágate tu propia saliba para ver si con eso consigues algo.

Ricardo se giró y nuevamente quise detenerlo pero esta vez no lo logré, caminó hacia Doroteo y lo tumbó al suelo de un fuerte empujón.

—¡¿Crees que esto es un juego, estúpido?! —Le gritó y se agachó para proporcionarle y un fuerte el golpe en el estómago, subió su mirada y le dio otro fuerte golpe en la mandíbula con el que la cabeza de Doroteo se movió hacia un lado bruscamente.  Doroteo le dio una doble patada a Ricardo tirándolo de espalda. Se levantó sin quejarse y se tiró encima de Ricardo, él quiso zafarse pero Doroteo era más fuerte, le dio un golpe en la mejilla izquierda y luego otro en la mejilla derecha. Su mandíbula sangraba pero no se detenía, quería seguir golpeando a Ricardo.

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