Capítulo 21: Vacaciones.

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Uno de César recordándome que lo pasara bien y que disfrutara.

El resto era de… Ryan.

                             “Necesito hablar contigo”

                              “Vicky contesta a mi llamadas por favor”

                               “¿Se puede saber donde estas? Estoy preocupado, llámame”

Todos eran una larga sucesión de lo mismo, junto con otros de llamadas perdidas. Hasta el último mensaje enviado hacía tan solo diez minutos.

                                   “¿De viaje? ¿Te has ido de viaje? Por favor llámame, escríbeme, algo…

                                    me estoy volviendo loco.”

Cavilé durante varios segundos que debía hacer; llamarlo, escribirle o simplemente ignorarlo.

El móvil sonó, sobresaltándome.

Miré la pantalla: Mel.

–Te dije que yo te llamaría– le recordé.

–Lo sé, pero…– se calló unos instantes y continuó– Ryan ha estado en mi casa.

Aquellas palabras hicieron que me incorporara en la cama, apoyando mi  espalda en el cabecero acolchado.

–¿Cómo? ¿Qué hacía ahí? – Pregunté nerviosa.

–Me preguntó por ti, me dijo que necesitaba hablar contigo urgentemente.

–¿Te dijo de que se trataba?

Sentía el corazón martilleandome en el pecho.

–No, simplemente me dijo que tenía que hablar contigo cuanto antes. Parecía…–Volvió a dudar– desconcertado.

La imagen de un Ryan confundido mientras le rogaba a Mel que le dijera mi paradero hizo que un escalofrío recorriera mi cuerpo.

–¿No le habrás dicho donde estoy? – Aquella idea me hizo estremecer, había ido a aquel país a olvidarlo, no a encontrármelo al cruzar cualquier esquina, pero una parte de mi, una gran parte, deseaba, anhelaba encontrarlo.

–No, solo le he dicho que estabas de viaje, pero que ni siquiera quisiste decirme a donde ibas.

Solté todo el aire que no me había dado cuenta que contenía y susurré:

–Gracias.

Al colgar me acosté mirando al techo de la habitación. Agradecía a Mel que no le hubiera dicho donde estaba, pero a la vez me sentía desilusionada; me hubiera encantado que Ryan apareciera en Londres, que me dijera que me echaba de menos, que abandonaba todo por mi… Mi mente romántica no tenía remedio.

El móvil volvió a sonar, esta vez avisándome de un nuevo mensaje.

                                    “Entiendo que no quieras coger mi llamadas, pero necesito saber

                                     que estas bien. Por favor, respóndeme.”

Lo releí unas diez veces sin saber exactamente que tenía que hacer. Terminé respondiendo:

                                       “Lo estoy”

Apagué el teléfono, me di media vuelta en la cama y me dejé dormir. Aquella noche soñé con la misma imagen que imaginé junto al Támesis; un beso perfecto bajo la luz de la luna, pero en mi sueño las siluetas de los amantes tenían identidad, la mía y la de Ryan.

El desconocido.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora