Capítulo nueve | The middle

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»En el fondo me gusta pensar que todo tiene un porqué —recargó sus brazos en el respaldo de la silla y suspiró—. Las cadenas raras del causa y efecto; toda elección y actividad tienen una consecuencia y resultado. Las casualidades no existen —le señaló como si quisiera ser crítico—. Antes de insultar a algún dios o a tu fortuna, todo lo que nos pasa ha sido provocado por nosotros mismos, intencionalmente o no —frunció sus labios y miró al techo—. Si no le temiera a los payasos nunca habría aprendido a hacer malabares, sino hubiese aprendido a hacer malabares no habría aprendido a tocar el bongó y si no supiera tocar el bongó nunca hubiese tenido mi primer beso con Pam Mcguire —recordó—. Vaya...

»No sé, a lo mejor sale algo bueno de todo esto y Claire tiene razón; no evitar lo inevitable solo porque piensas que el efecto puede ser malo, es un efecto al fin y al cabo —siguió mirando al animal que estaba acostado en su cama y que parecía demasiado aburrido ante las palabras que Wesley soltaba—. ¿Por qué te estoy hablando? Eres un gato que se llama Pepino —talló su rostro y bostezó después de eso—. Si Fred no hubiese hecho de Xavier se fuera, Claire no estaría aquí y si Claire no estuviese aquí nunca te hubiéramos encontrado... O a lo mejor sí y en vez de llamarte Pepino —dijo el nombre con un poco de desprecio—, te llamarías Salem, como Salem Saberhagen, ¿lo conoces? Te pareces a él, claro, como un gato. Quizá también eres un brujo que intentó conquistar el mundo; te ves inocente y viejo —sonrió—. Tal vez también vienes con un efecto.



—¡Hey! ¿Por qué no estás usando un disfraz? —habló Claire parándose frente a él llegando de la nada. Wesley se retiró un poco por la sorpresa y mantuvo su lata de cerveza en alto—. ¡No es justo! —se quejó ella.

—Lo siento pero no tuve tiempo de comprar uno —se excusó casi gritando por culpa de la música y las pláticas de las decenas de personas que habían llegado. Todo era demasiado colorido por culpa de sus disfraces y muy abrumador para alguien que esperaba ir a la cama temprano.

—¡¿Qué?! —se acercó.

—¡Tú tampoco usas disfraz! —le dijo señalándole con la bebida para después darle un trago.

—Claro que sí. ¡Soy Lois Lane! —levantó sus brazos invitándole a que la observara con atención. Wesley lo hizo, con bastante gusto a decir verdad, y rio.

Solo usaba un traje de oficina color marrón; una falda muy ajustada acompañada de una camisa blanca de botones y tacones que hacían parecer que llegaba al metro setenta. Sus anteojos estaban sobre su cabeza y tenía un pequeño cuaderno en sus manos.

—Oh —dijo él—. ¡Muy inteligente! —añadió—. ¡¿Y dónde está Clark Kent?!

—No lo sé, ya debe estar por llegar —se puso los anteojos, revisó el reloj en su muñeca y después buscó con la mirada alrededor de ellos.

—Si... No debía preguntar —susurró Wesley para sí mismo.

—¡¿Ah?! —le cuestionó la chica.

—¡Nada! —llevó la bebida a su boca para ocultarse en ella.

—¡Wesley! ¡Aquí estás! —Fred se pegó a su brazo con alivio y con una enorme sonrisa en sus labios como si hubiese estado mucho tiempo buscándolo—. ¡¿Recuerdas aquella canción obscena con la cual tenía obsesión y escuchaba a escondidas de mi mamá?!

—Tu faceta pervertida —Wesley apretó sus labios y respiró hondo mientras miraba al techo tratando de recordar eso.

—¡Gran disfraz! —le dijo Claire al rubio.

Fred subió y bajó sus cejas demasiado orgulloso por su disfraz de mono que lo hacía ver demasiado divertido. Parecía un mameluco, solo que con una cola y un gorro simulando las orejas del animal.

Un, no muy claro, porqué [ACR #1]Where stories live. Discover now