Capítulo 2: Basofilia

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Apagué el estridente ruido con un manotazo. Como odiaba mi despertador.

No era uno de estos digitales que proyectan la hora en el techo, y que te despiertan con una suave melodía o la radio. No. Eso era demasiado moderno para mi madre. El mío, era un cacharro de metal gris que vibraba y se agitaba, mientras sonaba una sirena, hasta que te levantabas.

Cerré los ojos. Y, cuando los volví a abrir, había pasado casi una hora.

No era nada raro en mí llegar tarde, todos estaban acostumbrados; así que, esta vez, decidí tomarme mi tiempo para desayunar.

Mi nutricionista (sí, tengo nutricionista) quería que tomase cuatro biscotes integrales con jamón york y un vaso de leche desnatada. Pero yo, opté por tortitas con bacon.

Estaba tranquilamente, bebiendo mi zumo de melocotón, cuando apareció mi hermana.

Ella era... como decirlo... ¿perfecta? Vamos, todo lo contrario a mí.

Mientras que yo tenía los ojos marrones y el pelo negro, ella era la clásica barbie rubia de ojos azules. Y todo, porque ella había salido a mi madre y yo a mi padre.

Era delgada y alta; y eso, me ponía enferma.

Además, era la mejor persona del mundo, así que no aguantaba mucho enfadada con ella.

- Hola, Emma. -me saludó revolviéndome el pelo, que llevaba en una coleta, y cogiendo un trozo de bacon.

Eso era lo peor. Podíamos comer exactamente lo mismo, que ella seguiría pesando casi la mitad que yo. Qué digo casi; la mitad.

- Hola, Aurora.

Encima tenía un nombre bonito. Hay que joderse.

- La doctora te dijo que comieras sano.

- ¿Y a ti qué te importa?

Ella se sentó a mi lado y me tomó de la mano; muy a la dramática tragedia griega que me solía montar por estos temas.

- Me importa porque tú me importas.

Dicho eso, besó mi mejilla y cogió su mochila para irse a clase.

Era tan estúpidamente amable... ufff... ¿Por qué no podía ser yo como ella?

Yo permanecí sentada, comiendo en silencio. Algo obvio, no iba a hablar sola, ¿no? Aunque no sería nada raro, puesto que yo era rara... Creo que lo he liado aún más.

Cuando ya hubo pasado la hora de mi primera clase, salí de casa. Y, como siempre, cogí el autobús hasta llegar al Instituto.

Una vez allí, fui hasta mi taquilla.

Justo en ese momento, se cerró la que había a mi lado y pude ver a su dueño.

- Ah, eres tú.

- Un placer para mí también. -dijo él con ironía.

- Perdona emmm ¿Lucas? No estoy de buen humor.

- ¿Alguna vez lo estás?

No respondí. En su lugar, saqué mi libro de química y lo metí en mi bandolera.

- Vaya, parece que vamos a la misma clase.

- Sí... Qué... Honor...

- No pareces convencida. -se encogió de hombros-

- Era sarcasmo. ¿Sabes lo qué es?

Él hace una mueca. El timbre suena.

- ¿Vamos?

FAT LIKE MEWhere stories live. Discover now