When the day met the night

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-No lo hará. Dime.

-Creo que tú estas hecho para la noche. La luz de la Luna te ilumina el rostro de un modo que nada más puede lograr.

-Es curioso. -dijo Ryan sin dejar de mirar al horizonte- Pasa algo parecido contigo y el Sol. Te favorece. Por eso no quiero que se acabe el día.

-Entonces -dijo Brendon, mirando al suelo para intentar ocultar el rubor de sus mejillas- este es nuestro momento, ¿no? Cuando el día y la noche se encuentran.

Ryan asintió.

-Todo es dorado en el cielo.

-Deberíamos tocar cada día a esta hora. -bromeó Brendon- Así saldrá mejor que nunca.

Ryan tardó un momento en contestar.

-No

-¿No?

-No. Este momento ha de ser nuestro -y, por primera vez en la conversación, se giró a mirar a Brendon- sonará egoísta, pero a veces quiero que brilles sólo para mí.

El corazón de Brendon iba tan rápido que creyó que se le saldría del pecho. ¿Qué significaba eso?

-N-no me suena egoísta en absoluto. -dijo, mirando a su amigo a los ojos.

Ryan sonrió ligeramente.

-Bien.


No hizo falta decir nada más. Despacio, los dos chicos juntaron sus labios, y fue tal y como debía ser. Suave, cálido, agradable, igual que el atardecer al que habían dejado de prestar atención.


Pero ¿quién tiene tiempo de mirar el atardecer, cuando está ocupado creando uno?


Para Brendon, aquello ya era el paraíso. No sólo estaba viviendo su sueño, además tenía con él al que, estaba seguro, era el amor de su vida.

No necesitaba más para ser feliz, que a su voz y a su Luna.


Todos los días, al atardecer, los muchachos se escapaban juntos bajo los cielos de oro, y paseaban por ciudades desconocidas, bailaban en prados repletos de flores y hacían el amor frente al mar, con las olas enredándose entre sus piernas, y sus dedos enredándose en el pelo del otro.


No era fácil para ellos disimular. Por supuesto, Spencer y Jon lo sabían.

-De hecho, ya empezábamos a pensar que tardábais demasiado. -comentó el último.

En cuanto al público, no tenían mucho tiempo para preguntarse por qué esos hombres cantaban tan juntos, o por qué parecía que se recitaban mutuamente las palabras de amor, pues enseguida quedaban tan embelesados con el espectáculo que olvidaban todo lo demás.

Así, lo máximo que se llevaron fue algún improperio por la calle por "comportamiento afeminado", por ejemplo, llevar florecillas en el pelo.

All Was Golden (Ryden)Where stories live. Discover now