Películas, gaseosas, y toallas

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— ¿Les importaría no intercambiar saliva cuando yo este aquí?

Se quejó Frank. Pero al parecer a sus amigos no les importó lo que dijo en lo más mínimo y decidieron tomárselo con humor.

— Oye, enano. Nosotros no nos quejamos cuando tenemos que oírte hablar todo el día de Jamia —espetó Mikey, quien se encontraba sobre el regazo de Ray— Así que tenemos derecho a besarnos todo lo que queramos.

— Además, no es nuestra culpa que tú no tengas a nadie con quien abrazarte y te pongas en modo de chaperón enojado —comentó Ray.

Frank rodó los ojos.

— No estoy actuando como chaperón enojado. Es solo que desconozco porque me invitan si todo lo que van a hacer ustedes es besarse —en su parecer Frank tenía un punto, pero sabía que sus amigos, principalmente Mikey, eran difíciles de roer.

— Porque eres nuestro amigo, bobo. Y si no te invitamos luego te enojas y no nos hablas por días. Suficiente tenemos con que no nos quieras decir con quien te acostaste el sábado.

— Es cierto. ¿Porque te empeñas en no decirlo? ¿Es alguien que conocemos? —preguntó Ray.

"Ni siquiera se lo imaginan", pensó Frank. Pero obviamente no pensaba decirlo en voz alta.

— No quiero hablar sobre ello —se cruzó de brazos y volvió a pegar la vista a la pantalla como niño malhumorado.

No sabía que película era, ni siquiera había estado prestando atención y con sus amigos besándose ruidosamente a su lado era imposible. Aquello era una de las principales consecuencias de que tus mejores amigos fueran novios; siempre te quedas fuera y te sientes como la tercera rueda.

— Creo que mejor iré por otra bebida a la cocina —anunció Frank, levantándose del sofá. Aunque en realidad sonó más a una excusa que a una necesidad.

Pasó por sobre las piernas extendidas de Ray y vitoreó cuando logró salir de allí.

— ¡Tráenos bebidas a nosotros también! —rugió Mikey, antes de volver a su tarea en los labios de Ray.

— Sí, Sí. Bebidas para todos. Dejen que el viejo Frank se encargue de todo como un esclavo, no hay problema —murmuró, aunque lo último probablemente no lo hayan oído.

Abandonó la sala de estar y se dirigió a la cocina. Al llegar, estaba tan metido en sus propios pensamientos que literalmente chocó contra una persona que salió de la nada. Su nariz comenzó a doler por el impacto y le tomó apenas un segundo darse cuenta que se trataba de Gerard. Pero eso no era todo; lo único que vestía era una toalla que vagamente cubría su parte inferior. Su cabello estaba mojado y gotas de agua le caían por su blanca piel.

— Gerard. Hola —balbuceó.

Gerard se veía igual de sorprendido que él. Por inercia se sostuvo la toalla y trató de subirla todo lo que pudo. En su mano sostenía una lata de gaseosa.

— Hey. Frank. ¿Q-qué haces aquí?

Frank juraría que sus mejillas se tiñeron de un tono de rojo casi imperceptible a la vista. No había visto al chico desde su salida del jueves, lo cual había sido hacia casi una semana.

— Mikey me invitó. ¿Tú que haces aquí?

— Vivo aquí, ¿recuerdas? —sonrió tímidamente. Frank se sintió como el idiota más grande del mundo. No solo del mundo, sino del universo.

— Oh, cierto. A veces... olvido que ahora también estás aquí —era mentira, pero Gerard no tenía porque saberlo. Cualquier excusa tonta que lo salvase de su estupidez era bienvenida. Su vida últimamente parecía componerse de excusas.

Gerard sonrió y después de la breve charla el silencio cayó sobre ellos. Solo permanecieron mirándose el uno al otro por lo que Frank creyó una eternidad. Veía la aparente incomodidad de Gerard por el hecho de estar semidesnudo frente a él.

— No es que tengas algo que no haya visto —dijo por decir, pero se arrepintió al instante de haberlo hecho— Quiero decir, no recuerdo mucho... Pero es obvio que te vi desnudo antes.

Los fragmentos de esa noche aún seguían dispersos en su memoria, pero algunos de ellos se habían dignado a aparecer con el tiempo. Uno de ellos mostraba como había bailado con Gerard en medio de la gente.

— Lo mismo digo de ti. Me gustan tus tatuajes

Todo lo que pudo hacer Frank fue reír. Era gracioso cuando no recuerdas algo y luego te dicen lo que habías hecho. Gracioso desde la forma en que lo mires.

— Gracias.

Tenía algunos tatuajes en el pecho y brazo, tatuajes que había ido añadiendo a su piel a través de los años.

— ¿Te gustan los tatuajes?

— Verlos, sí. ¿Hacerme uno? Ni en mis sueños. Les temo a las agujas —declaró, mirando hacía el suelo, tal como si le diera vergüenza admitirlo.

— Yo les temo a las serpientes, las fobias son muy raras —comentó Frank. Luego el silencio los invadió de nuevo. Al darse cuenta que volvieron a quedarse mirándose como completos desconocidos, se aclaró la garganta y señaló el refrigerador— Vine por unas gaseosas.

— Sí, yo también —hizo un gesto a la lata en su mano, con una leve sonrisa— Tal vez debería volver arriba y secarme.

— Está bien. Fue... Bueno verte de nuevo —no sabía que otra cosa decir que no sonará incómodo. Ni siquiera sabía porque se sentía de esa manera, no era como si ya no hubieran pasado todos los límites entre ellos.

— Lo mismo digo.

Se despidieron y lo siguiente que sucedió fue muy rápido. Frank procedió a acercarse al refrigerador, Gerard a salir de la habitación, Gerard resbaló, los reflejos de Frank actuaron antes que él, Frank atrapó a Gerard antes de que cayera al suelo, Frank ahora tenía a Gerard en sus brazos. A un Gerard mojado que únicamente vestía una toalla, la cual de milagro no se cayó.

Y justo en esa posición de película los encontró Mikey.

— ¿Porque te tardas tanto, Frank? Me muero de sed. ¿Acaso te has caído en un agujero negro...? —se frenó en seco al ver la escena que se desarrollaba en la cocina. Primero miró a Gerard, luego a Frank, luego a la toalla, a Gerard, y así sucesivamente— Okay.

Recién en ese entonces ambos reaccionaron. Gerard se estabilizó en sus pies y sostuvo su toalla con más fuerza todavía. Si Frank había creído que antes sus mejillas estaban rojas, entonces no era nada en comparación con el color camersí que lo invadió en toda la cara. Simplemente se abrió paso entre ellos y huyó de la escena del crimen.

La mirada de Mikey siguió a su hermano hasta que lo perdió de vista y luego se plantó en Frank, incrédulo.

— ¿Qué demonios acaba de suceder aquí? ¿Porque mi hermano semidesnudo estaba entre tus brazos?

Al decirlo de esa forma sonó muy elocuente. Y Frank se había quedado mudo por una fracción de segundo, hasta que logró recuperar el habla.

— Él... solo resbaló —dijo con la pura verdad.

Pero Mikey solo frunció el ceño aún más que antes, no había creído que sus cejas pudieran fruncirse tanto. Iba a decir algo, pero Frank se le adelantó.

— Oh, mira la hora. Es tarde. ¿Sabes qué? Debo irme, pero nos vemos mañana en la escuela —divagó, una frase tras otra— Saluda a Ray de mi parte.

Antes que el de lentes tuviera tiempo de formular siquiera una sílaba, Frank ya había comenzado a alejarse rumbo hacía la puerta y salió de la propiedad de los Way. Una vez que logró alejarse lo suficiente, se detuvo junto a un árbol y suspiró.

Mierda.

Mikey's Creepy Older Brother ↠ FrerardWhere stories live. Discover now