9. Rocío en una noche de otoño

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Fredric conocía el restaurante de hamburguesas, no solo porque comía de vez en cuando allí, sino también porque Alrik trabajaba en el lugar durante sus vacaciones. Era sábado, y sabía que el muchacho trabajaría turno completo.

Para cuando llegó al lugar, no solo estaba empapado, sino que también su humor se había calmado. Una mesera se asustó al verlo mojado, pero su estudiante, que estaba por irse, lo reconoció de inmediato.

—Maestro. —Se acercó feliz al hombre, que trataba de secarse un poco la chaqueta—. Espera un segundo, traeré algo para que te seques.

Sin esperar respuesta, caminó al área del personal del restaurante.

El mago, intentando no mojar más el lugar, se paró cerca de la puerta. Después de la plática con su hermano no sentía hambre, y en cualquier caso, ese no era el motivo de su visita.

Casi al instante, su vecino regresó con una toalla chica.

—Es extraño que salgas sin paraguas.

—Tenía prisa y no pensé en sacarlo. —Con la toalla como excusa, evitó en un principio mirar al muchacho.

—¿Comerás? Puedo regresar para prepararte algo. —Radiante, Alrik pensaba en cocinar una hamburguesa especial.

—No, estoy bien. Necesito hablar contigo.—Serio, finalmente miró a su estudiante.

—¿Pasa algo? —preguntó Alrik, preocupado.

Fredic miró hacia afuera. La lluvia era demasiado intensa como para poder platicar mientras caminaban. Resignado, señaló una de las mesas vacías.

—Tráenos dos cafés —ordenó el mago a una mesera, mientras tomaban asiento en la mesa.

—Entendido —contestó la mesera, con alegría.

Sin saber cómo empezar, dedicó más tiempo del debido a secar sus ropas. El café llegó, y aún así no sabía cómo iniciar la plática. Se sentía patético, se sentía cobarde.

No es solo Arabisso, hermanito. Sino Amida, Tracia, Laconia e incluso Mileto.

Las palabras de su hermano resonaban en su cabeza. Sabía que si su hermano lo decía, era verdad. Pero estaba volviéndose tan difícil hablar. Tomó el vaso con café y sorbió un poco. Una mueca de desagrado se dibujó en sus facciones.

—Espantoso —murmuró para sí—. Me he acostumbrado demasiado a los cafés que preparas.

Ansioso, el joven no levantaba la cabeza para mirarlo.

Fredic suspiró, reconociendo que debía de hablar.

—Me han ofrecido trabajo nuevo —inició.

No era una mentira como tal, pero tampoco necesitaba decirle la verdad.

—Eso es fantástico. —Confundido, Alrik no supo qué más decir.

¿Era realmente eso lo que tenía que decirle?

—Me iré de Amida —agregó Fredic, y su estudiante palideció.

—Pero...

—Es una oportunidad única, y tampoco queda tanto tiempo antes de que presentes tu examen.

—Falta una semana. Es verdad, pero...

—Me voy mañana.

—¿Mañana? Pero eso... —Alrik parecía que lloraría en cualquier momento.

—Saldrás bien en tu examen. Ya no necesitas mis tutorías. —Fredric mantenía un gesto indiferente.

—¡No se trata de las tutorías! —gritó Alrik, asustando a su vecino—. No se trata de eso.

—Ya no es necesario que nos veamos. Pronto iniciarán las clases.

—¡Me gustas! —confesó el joven—. Me gustas. Por favor, dame una oportunidad.

El mago apoyó la cabeza en su mano y suspiró.

—¿Te gusto? —cuestionó crédulo.

El muchacho se sonrojó.

—Eres muy joven.

—Eso no cambia lo que siento.

—¿Eres consciente de lo que dices?

Fredric se preguntaba en qué momento la conversación se había desviado del tema principal.

—Claro que sí. No sé en qué momento me enamoré de ti, pero es lo que sucedió.

—No puedes saber lo que es el amor —debatió el hombre. Aunque, internamente, se sentía feliz.

—Claro que lo sé.

—El amor es solo una tontería. Incluso, puedes decir que es una enfermedad. Un estado crónico que deja imposibilitadas a las personas.

—No es verdad.

—Es lo que yo creo.

Palabras tajantes, crueles e incluso insensibles. Fredric no estaba seguro de lo que decía, pero era claro lo que esperaba.

—Tu vida seguirá, iniciarás la carrera, conocerás otras personas. Quién sabe, puede que encuentres alguien que comparta tu visión del amor.

—Pero no lo necesito. —Extrañamente, el tono de voz del joven parecía seguro—. No necesito a alguien que comparta la misma visión que yo sobre los sentimientos. Solo quiero que los aceptes.

—¿Y después? —cuestionó el mago—. Acepto tus sentimientos... ¿Y después quieres una relación conmigo? ¿Quieres que salgamos en citas, tomados de las manos, y tener sexo conmigo?

Con cada palabra, Alrik se sentía acalorado.

—Yo...

—Has visto mi casa. Sabes cómo vivo. ¿Crees que cumplo el perfil de alguien que espera una relación?

—Eso no me importa. —Testarudo, enamorado, el muchacho no quería ceder.

—Importa. Si no puedes respetar mis propias expectativas de vida, no creas que aceptaré tus egoístas sentimientos.

El joven tartamudeó. No quería ofenderlo, pero no quería salir de su vida.

—Solo olvídalo. No puedo aceptar tu 'amor'. Me iré de la ciudad.

Sin esperar más, Fredic se levantó de su asiento y caminó hacia la salida.

—¡Espera! —Alrik trató de detenerlo, pero algo impedía que se moviera. Miró a sus pies y descubrió un sello mágico.

—Sello de contención de nivel 2. Deberías estudiar más esa parte. —El mago se detuvo cerca del chico—. Esfuérzate. Adiós.

Alrik trató de gritar, pero otro sello impedía que hablara.

Esa noche, Fredric se fue de su departamento.Para el lunes, su casa estaba totalmente vacía. 

Una Taza de Café y LluviaOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz