1. Lluvia de mediodía

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Recién iniciaba la época de lluvias en la antigua ciudad de Amida, cuando Fredric se encontró con un joven vecino que bloqueaba la entrada de su edificio. Empapado, obstruyendo el acceso a las escaleras y haciendo girar sus llaves de entrada de forma rítmica, el joven no parecía tener ánimos de levantarse.

Supuso que era su vecino, porque la dueña del edificio siempre entregaba las llaves de los departamentos rentados en un ridículo llavero con el símbolo de la ciudad. No conocía al muchacho, pero tampoco se relacionaba con muchos vecinos. Fredric no se distinguía por ser alguien sociable o tener tiempo para indagar en la vida de los demás.

Fredric miró hacia el viejo elevador a su derecha. Quizá existía la posibilidad de que ese día el cacharro sirviera para su propósito y pudiera evadir el incómodo momento, pero el letrero mal colocado de "Fuera de funcionamiento" y los grafittis en las compuertas, no resultaban alentadores.

El mago de la Agencia de Sanidad y Seguridad Pública suspiró sin saber cómo dirigirse al jovenzuelo. No quería sonar brusco o demasiado directo, pero tampoco se sentía con ánimos de ser ameno y considerado. Eran contados los días en que podía regresar temprano a su departamento, y descubrir el motivo de una 'depresión adolescente', no se escuchaba tan atractivo como disfrutar del jazz en su tocadiscos.

Sacudía su paraguas cuando se percató de que su vecina, la loca prostituta que le coqueteó cuando se conocieron, se acercaba sacándose la ropa con un extraño. Ellos parecían más enfrascados en sacarse las ropas, morderse y gemir con exageración, que en preocuparse de que la lluvia los estuviera mojando.

Bastó un instante para que levantara al muchacho del brazo y dejará paso a la mujer y su 'amante'. Un gesto obsceno con su lengua fue el único agradecimiento que recibió de la vecina.

Fredric mantuvo la vista en las escaleras hasta que escuchó un carraspeo a su izquierda.

-Disculpe ... -Con expresión confundida, algo cohibido, un joven rostro con pecas le interrogó silenciosamente.

-Estorbabas -dijo el mago, un poco enojado, soltando al muchacho-. No provoques accidentes y mucho menos bloquees el paso.

Fredric avanzó hacia las escaleras, escuchando a sus espaldas las torpes disculpas del estudiante, decidiendo que además de escuchar jazz, resolvería un par de sellos mágicos para quitarse la sensación de haber hecho algo innecesario.

Una Taza de Café y LluviaWhere stories live. Discover now