Capítulo 2

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Los rezos se oían, retumbando y haciendo eco en todo el lugar. El ambiente era ligero, y Louis pensó que si extendía los brazos y los agitaba, podría volar.

Rezó, cantando con todos, al son tan espectacular al que los demás se acoplaban a la voz principal y al enorme piano. Terminó, y sintió algo en su mano. Lo rodó en sus dedos, sintiendo la suavidad del papel. Extrañado, bajó la vista y abrió la nota.

"Tu voz debería de escucharla el mundo entero"

Sus mejillas tomaron el tono rosado del cielo cuando atardece. Miró a su derecha y vio a Harry sonriéndole. Le devolvió el gesto. Durante todas las oraciones, ambos se la pasaron dándose miradas lascivas, sonrisas a medias y rozando sus dedos cuando creían que nadie los veía, sin atreverse a entrelazar sus manos.

Al finalizar, todos salieron, y ellos se quedaron al último con la excusa de limpiar un poco el polvo, disfrutando del silencio de la capilla.

—Me encanta tu voz, Lou —dijo el rizado, haciendo eco al hablar. Louis soltó una pequeña risita. Había sido un cumplido algo incómodo; él oía su voz demasiado chillona, y eso le disgustaba.

Caminó con cuidado por todo el lugar, observando cada escultura que posaba, con una fina capa de polvo, intacta, sobre una repisa especial para ella. Todas tenían un significado; todas tenían ojos tan reales, tan acusadores.

—¿Qué opinas del dolor? —preguntó, viendo directamente un crucifijo que era mínimo tres veces más grande que él.

—Dios es un concepto mediante el cual medimos nuestro dolor —respondió Harry, viendo el mismo punto que Louis—. Nadie puede morir por otros a los que jamás has visto ni conocido.

—Hasta cierto punto es ridículo.

—No lo es, sólo es con concepto diferente, otro modo de ver cuánto nos ama.

Louis asintió, mirando fijamente la penetrante y dolorosa mirada del Cristo, suplicando que él jamás tenga que morir por otra persona, mucho menos por alguien que ama. Charlaron un poco más mientras sacudían con extremo cuidado todo aquello que apenas si tuviera polvo. Al final, llegaron a la conclusión de que entre más sea tu amor por otra persona, más vas a querer dar por ella, querrás mejorar y te sentirás como en una suave nube con chispas, donde no te bajaran hasta que te rompan el corazón; y, a veces, hace falta mucho más que te rompan el corazón para dejar de amar tanto a esa persona, y te darás cuenta de cuánta falta te hace en realidad. Puede que muchas personas no puedan entender eso, ellos se supone que no podrían, porque su amor siempre sería correspondido por Dios. Otro punto más para que Louis dudara un poco acerca de cómo Dios demuestra su amor, pero estaba claro que no lo discutiría con Harry. Ambos podían tener diferentes preguntas acerca de la religión a la que se entregaban diario, y podían pasar horas hablando acerca de lo que pensaban, y no podían encontrar mejor forma de ocupar su tiempo libre que haciendo eso.

Podría haber pasado sólo una semana desde que se conocieron, pero sentían que lo que hacían de por vida por la maravillosa forma en la que se entendían, aún sin palabras. Ese era su momento favorito del día para Louis; sentarse a tomar un poco el sol después del desayuno con Harry en el jardín, sin palabras, ni uno las podía articular, y no hacía falta.

—¡Louis, el pan se quema! —escuchó que gritaron. Quitó la mirada de la masa que tenía apretada en sus manitas y miró el horno. Un leve olor a quemado comenzaba a inundar la cocina, haciendo que fuese demasiado notorio. Sacó con cuidado el pan, ya negro de algunas partes, sólo para mirarlo con culpa.

—Lo siento —murmuró, bajito, apenas audible, apenado de nuevo por pensar en la rosa que ya estaba casi completamente marchita en su pequeño escritorio. No pensaba tirarla nunca, aunque la tuviera que guardar en un libro para que no se deshaga al tocarla, no le importaría—. Hoy estoy algo distraído...

En Nombre de DiosWhere stories live. Discover now