Prólogo

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Las frías ventiscas de invierno azotaban con brutalidad las ventanas, mi nieta había decidido que esta tarde pasaríamos la tormenta frente a la chimenea bebiendo té de tilo y galletas de chocolate, hace rato dejé de comerlas por el azúcar, la vejez me está cobrando factura por mis buenos y emocionantes años de juventud. No puedo quejarme de ello, fui un hombre activo, fuerte, valiente y encantador, tuve todo en cuanto quise, me rodeaba de poder, mujeres y mucho alcohol, pero de eso solo queda un cuerpo decrepito, un hombre viejo que camina lento y que sufre del colon. Todo lo que tengo, es la compañía de esta jovencita cuyas ocurrencias me hacen olvidar la amargura de estar completamente solo.

Las galletas comienzan a enfriarse y mi nieta se apresura a acompañarme, el fuego arde con voracidad y me he permitido adecuar el espacio para estar cómodos, pues no sabemos cuánto durará la tormenta. Nos sentamos frente a la chimenea y tomamos nuestro primer sorbo de té, está horrible cómo siempre, pero la calidez pronto invade mi cuerpo y empiezo a sentir como van desapareciendo todos mis males. Ella aproxima un libro viejo y lo pone sobre sus piernas, - ¿Hablaremos por fin de esto, abuelo? - Me pregunta, y a pesar de la temperatura, una gota de sudor recorre mi espina dorsal. Recordaba perfectamente cada página que reposaba entre la cubierta marrón de aquel antiguo diario cuyas letras doradas exhibían el título intacto "CAZADORES CLANDESTINOS".

Por aquellos tiempos y cuando yo podía aparentar la edad que ahora tiene mi nieta, nuestro pueblo se hallaba sumergido en las penumbras. El clan Azael dominaba todo el sur del país y se aproximaba una guerra sin precedentes contra el clan Sabbat, ¿La razón?, los primeros, eran bestias que convivían tranquilamente con los humanos y respaldaban la mascarada, los segundos habían aceptado su naturaleza salvaje, mataban a las personas y ponían en riesgo los esfuerzos de la camarilla por ocultar la existencia de los vampiros ante el mundo. Todo el país supo lo que sucedía, luego de que al gobierno ya no se le ocurrieron más historias para justificar los extraños asesinatos que se presentaban casi a diario en distintos lugares y cuyo patrón era el mismo: ausencia de sangre en los cadáveres.

Aurora parecía un ángel. Recuerdo seguirla a escondidas cada domingo al mercado, dónde compraba sus rosas rojas, todos la miraban con devoción; las mujeres sonreían con envidia y los hombres le hacían reverencia al pasar. En ese entonces, nadie conocía su verdadera identidad, para todos era la bella esposa de Clarens Azael, un político respetado en todo Nueva Orleans. Clarens era todo lo contrario a su mujer, era un hombre grande y corpulento, su apariencia era tosca y primitiva, pero en realidad era una persona culta y con clase. Se rumoraba que sus sirvientes jamás abandonaban sus lugares de trabajo y que eran tan obedientes, que las grandes señoras del pueblo corrían a preguntarles cuál era el secreto para amaestrar tan bien a sus esclavos, la molestia del patriarca de la familia era tan evidente cuando sin miramientos despotricaba contra los visitantes y de un portazo en las narices los despedía de su morada.

El día en que la mascarada cayó, el clan Azael difundió en los periódicos que no descansarían hasta cazar a todos los traidores y devolver la tranquilidad al pueblo, pero el pánico invadió a las personas y pronto bajo amenazas, ese bello ángel y todos los suyos fueron obligados a huir hacia las colinas en dónde permanecerían alejados de los límites de la ciudad hasta que cayeran todos los Sabbat.

Pete era un vampiro joven, la líder del clan lo protegía porque además era huérfano. Pronto creó tal devoción hacia ella, que estaría dispuesto a ponerse en el camino de cualquiera que intentara hacerle daño. Solía ir con la Señora cada domingo al mercado para comprar sus hermosas rosas rojas, la acompañaba en la lejanía pues temía perturbar la calma con la que Aurora disfrutaba del aroma de las flores, del sonido del viento y de la embriaguez que le producían los encuentros en callejones obscuros con aquel pobre mortal. El joven compadecía a ese hombre, pues sabía que en cualquier momento terminaría muerto, ya fuera por la mano del gran líder Clarens o por las suyas mismas. Amaba con tal desmesura a su protectora que no le importaba deshacerse de cualquiera que hiciese rodar una preciada lágrima por sus ojos.

Con el tiempo, habría llegado el momento de la iniciación de Pete, frenaría su proceso de envejecimiento y su sangre vampírica sería despertada por el "abrazo" de su Señora. El desterrado clan Azael, se reuniría como de costumbre en algún lugar secreto en dónde se llevaba a cabo el ritual y se ofrecía un banquete tanto para humanos como para vampiros. No costaba mucho comprar el silencio de personas poderosas para llevar a cabo los planes de la familia, que siendo más poderosos que cualquiera, preferían no derramar una gota de sangre para realizarlos.

Pete había entrenado durante un tiempo para efectuar su "despertar". Había dejado de comer para debilitar su cuerpo mortal y cuando estuvo listo también dejó de beber, solo se alimentaba de frutos secos y de pequeñas dosis de un letal veneno para saciar su sed. Durante doce lunas su sangre sirvió de elixir para Aurora, quien bebía de a pequeños sorbos para degustarla mejor y cuando ya estuvo listo para "renacer", todos los preparativos fueron dispuestos a gusto de la Gran Señora. Clarens, se sentía orgulloso del joven vampiro, lo habían protegido durante mucho tiempo de aquellos salvajes que querían matarlo por su condición y ahora había ganado al descendiente que prolongaría las costumbres de su familia, en la que por la infertilidad de su esposa no contaban con un heredero.

En medio del salón, el joven vampiro reposaba en un trono; señal de un descendiente de sangre pura para el clan. Se veía bastante mal, su boca estaba seca y apenas podía mantenerse consciente, pero no parecía importarle ni si quiera a los humanos que presenciaban la ceremonia. Él sabía lo que le pasaría y no temía puesto a que su rígido entrenamiento lo había preparado para eso; Una vez despertara, serviría por siempre a Aurora y le devolvería toda la protección y las atenciones que había recibido, la llenaría de frescas rosas rojas y haría que su familia ganara la derrota frente al clan Sabbat.

El tintineo de un cubierto de plata en una copa atrajo la atención de los invitados, era hora de dar inicio al ritual, todo lo que Pete podía apreciar era el evanescente andar de la líder del grupo, parecía flotar entre la gente, la lejanía se acortaba y entonces ahí notó la daga que ésta traía consigo; en ese momento sintió temor de ser un humano ordinario y nunca ver flotar a ese ángel de nuevo. Aurora tomó la muñeca del muchacho y con un gesto solemne realizó un corte que dejaba salir algunas gotas escasas de la vida que le quedaba a su débil cuerpo. Una copa de oro recibía la sangre derramada que más tarde fue bebida por los protagonistas del ritual. Todos aguardaban con impaciencia y en el momento en el que el joven murió, el silencio de los invitados fue tan abismal que casi podían oírse cómo respiraban estrepitosamente.

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- ¿Qué sucedió luego abuelo? -La joven recorría con el dedo el borde de la taza de té mientras esperaba respuesta del viejo.

- Después querida, inició mi historia con la dama obscura. -Respondió con melancolía.

EUDOXIAWhere stories live. Discover now