35. Capítulo

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—Aquí no— susurró en mi oído.

Ni siquiera estaba escuchándolo, el calor en mi parte baja quería sentirlo dentro de mí.

—Lynn— siseo.

Gruñí en respuesta, balanceándome sobre él.

—Lynn, no podemos hacerlo aquí— repitió.

Me detuve, como si un gran balde de agua cayera sobre mí, miré a mí alrededor y caí en cuenta que era un lugar público y no había nadie pero regularmente circulaban guardias de seguridad o policías, podíamos meternos en un gran problema.

—Está bien— respondí.

Me acomodé el vestido y el cabello mientras tomaba los zapatos que habían quedado en algún lugar, estaba apenada y probablemente hecha un tomate, me había apresurado a los hechos, ¿y si él no quería y yo parecía una desesperada? Después de todo fue él quien lo detuvo.

—Lynn—me llamó.

Me giré.

— ¿Te pasa algo?— se acomodaba la camiseta.

Estaba un poco confusa y me sentía mal.

—No— negué— Pero quiero volver a casa— pedí.

Analizó mi mirada por unos segundos, tratando de entender.

—Está bien— dijo.

Caminamos en silencio hasta su casa donde a fuera reposaba el auto rojo que no vi cuando vine, ¿en qué estaba pensando? Abalanzarme sobre él de esa manera, con tal desesperación y sin si quiera importarme el lugar, me sentía apenada y expuesta, incomoda. Entramos al auto sin decir palabra, todo era silencio a excepción de la radio, que estaba encendida y sonaba una canción underground que Lucas cantaba despacio pero con pasión.

Las calles estaban casi oscuras, teñidas por luces tenue, ni un alma se veía caminando por la calle, corriendo o con sus mascotas por allí, nadie, desee ser de las personas que ahora dormían en su hogar (aunque donde vivía no se sentía como uno) en vez de estar pasando la vergüenza más grande del mundo, ¿pensara que soy una mujerzuela? ¿O que era una virgen desesperada? Me sentía enojada conmigo misma y extraña, ¿a caso él no quería que pasara?

—Hemos llegado— informó.

—Adiós— susurré.

Intenté abrir la puerta y salir pero tomó mi brazo con delicadeza.

—Lynn— llamó.

Miré su rostro.

— ¿Si?

La expresión que tenía era indescriptible, solo pude notar en sus ojos un pequeño rastro de confusión, parecía que no era la única.

— ¿Estás bien?— preguntó— De repente estás un poco...extraña— dijo al fin.

Negué.

—No, todo está bien— intenté sonreír.

Analizó mis ojos.

—Bueno— dijo no muy convencido— Es un poco tarde así que... ¿Qué tal si entras? Tu madre debe estar volviéndose loca.

Recordé a mi madre, cerré los ojos y exhalé, mierda. Lo había olvidado por completo.

—Adiós –repetí.

Se acercó a mí y plantó sus labios sobre los míos de manera firme y delicada.

—Adiós— susurró cerca.

Tóxico©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora