Billar

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Los partidos consecutivos al turn heel de Natalya habían ido a peor. La jobber de la división femenil mantenía el apodo por todo lo alto. Sus derrotas eran cada vez más frecuentes y, por si fuera poco, también más tempranas. Duraba poco en el ring desde que sus tobillos se resintieron y era algo que el público notaba. Los admiradores se sentían menos, su canción no provocaba lo mismo y tenía la horrible sensación de que todas las luchadoras a su alrededor cobraban más importancia que ella.

Finn Balor había estado viajando a cumplir con otro tipo de quehaceres y Becky cambiaba de hotel según los eventos no-televisados demandaban. Era imposible combinar el tiempo entre trabajo y amigos.

Por fortuna o por desgracia, The Lass Kicker había consolidado otro tipo de relaciones con otro tipo de luchadores. Dados los eventos en los que debían combatir mediante Tag Team, Paige y Becky habían vuelto a hablarse. Sasha Banks había tratado de acercarse a su antigua compañera de grupo BAE, pero la irlandesa quería contenerse de volver a confiar en ella y eso desembocaba en conversaciones cortas e incómodas.

Alberto Del Río, Sami Zayn, Dean Ambrose, Seth Rollins y el entrañable Big Show también habían hecho migas con ella, pero todos coincidían en lo mismo: Becky Lynch no era la misma luchadora que sufrió las traiciones de sus amigas. Las sonrisas se habían disipado de su rostro, su carácter era notablemente frío y lejano. No hablaba si podía evitarlo y su característico sentido del humor se había ido de un martillazo. Seth Rollins la pilló en una ocasión colocándose otro tipo de protección en los tobillos. A partir de esa noche Becky cambió las botas, abandonando el estilo celta por uno más sombrío y negro, sin color. Su cabello era larguísimo, de un tono cada vez más dorado. La simulación de las llamas se conectaba a su cara con un salvajismo exótico, despeinada, de trenzas escondidas y ondulaciones en las puntas. Parecía una auténtica vikinga.


Vestuario femenino


Después de un exhaustivo partido para el programa SmackDown, Paige recogió su cazadora y se dirigió al vestuario. Había sido duro volver a probar la maldita Figura 8 de Charlotte. Como buena egoísta que era se enfurecía como una adolescente enrabietada cada vez que perdía por rendición, y era motivo suficiente para estar enfadada toda la tarde. Empezó a desvestirse con rabia, retirándose las tiras de cuero y deshaciéndose de las rejillas de las piernas. Estaba dispuesta a marcharse sin perder tiempo en nada más, hasta que un ruido la alertó y la hizo levantar la cabeza.

Paige: ¿Hay alguien ahí? —nadie respondió. Se vistió con una camiseta y otros shorts y se encogió de hombros. Recogió su traje y lo metió en la bolsa, pero nuevamente el mismo sonido la distrajo— ¿quién coño está ahí?

Paige miró irritada hacia los lados y atravesó el pasillo que llegaba a las duchas. La última de ellas parecía tener agua corriendo. Lentamente se acercó y la curiosidad la hizo acercar la mano a las cortinas, para ver quién tenía la desfachatez de ignorarla así. Antes de ver qué cuerpo se escondía detrás, un rápido puñetazo salió de las cortinas y le aturdió la cara.

Paige: ¡Hija de puta! ¡Me has golpeado la nariz! —balbuceó una Paige adolorida, que no sentía la mitad de la cara.

Sasha Banks: Es lo que ocurre cuando cabreas a la Jefa. En serio, Paige, controla tus instintos lésbicos...

Paige: Cállate, estúpida. Creí que... creí que habría otra persona en la ducha.

Sasha cortó el flujo de agua y se envolvió en la toalla. Frunció el ceño al escucharla.

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