VIII•(Actualizado)

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D:¡Vamos contesta! Niegame que no estuviste con mi marido.

I: Señora Santos, no tengo ni las mas minima idea de lo que usted me habla. No sé de dónde habrá inventado tales acusaciones.

D:(Riendo) ¡Ahora no te hagas la santa Inésita! Ten por seguro que se la clase de mujer que eres, una cualquiera, una pordiosera, una-

Inés se hartó, sin pensarlo dos veces levantó su mano derecha y la mando directamente hacia la mejilla de Debora. El sonido resonó por toda la casa, al igual que el gemido de indignación de Debora.
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Fuera del despacho-

Día: Esperen un momento, ¿eso sonó como una cachetada?

Cons: ¡Y que cachetada! Sono re fuerte.

Cas: Dejemos de habladurías, tenemos que intervenir. ¿Que tal si se empiezan a pelear?

Cons: No quites la emoción Cassie. Esperemos, a ver qué ocurre.

Día: Pero, esa cachetada la recibió ¿la Nani o Deborah? (dijo confundida)

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Despacho-

D:¡Cómo te atreves a pegarme! Yo soy tu superior.

I: ¡No dejaré que me insulte de esa manera! Yo siempre la he respetado como la mujer del señor Santos. Pero estos insultos sobrepasaron mi límite, no dejaré que me insulte como si nada. Al igual que yo la respeto usted debe respetarme a mi.

D: ¿Respetarte, yo? (Riéndose) La comedia es lo tuyo, querida Inés. No olvides que en esta Hacienda, tu eres simplemente una criada (mirándole de pies a cabeza) Es cierto, que a comparación de los otros sirvientes usted tiene más beneficios, porque las niñas la adoran y la consideran una madre... Pero, dime Inés, ¿qué pensará Casandra, Diana y Constanza cuando se enteren que su preciada Nani es la pordiosera de su padre?

I: Sus amenazas no me intimidan, señora...

D: Oh, ¿eso crees? Inés, no soy tan estupida como tu crees, crees que tu relacion con mi marido podría mantenerse siempre en secreto, que nunca me enteraría. Es posible que no te intimide y que mi presencia no te cause molestia pero ¿sería capaz de mentir a "tus niñas"?

Inés lo pensó y llegó a la conclusión de que sus niñas no sabían del pasado de su padre y ella. No conocían su historia de amor. Tal como dice Débora, si sus niñas se enteran de la infidelidad de su padre, ella sería sin lugar a duda la otra, la amante. El silencio de Inés le hizo dar la razón a Debora.

D:¡Lo sabía! Eres ni más ni menos que una simple vulgar siv-

I: No se atreva a insultarme, señora.

D: Pero, Inés si tan solo digo la verdad. Las mujeres como tu, las que se acuestan con hombres casados son unas pu-

Inés tuvo suficiente con los insultos. En su mente volvieron recuerdos de Loreto insultandola, y recordándole lo sucia e impura que era. Fue tanta su ira que le dio otra cachetada mucho más fuerte que la anterior, la cual casi hace caer a Debora.

I: Cómo se atreve a insultarme. Cuando usted, señora, es la mujer más vulgar en esta casa. Usted es una zorra, en todo el extenso de la palabra. Yo a comparación de Victoriano, y todo aquel que se comió su farsa, se que usted no se casó con Victoriano por amor, sino por dinero. (Debora la miró sorprendida) ¿Que creía que no lo sabía?

Las Amazonas: Ines y VictorianoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora