(Precuela) Vida x Muerte

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Setenta y un años antes de aquel encuentro en el hospital, la vida y la muerte se debatían en una batalla. Se movía de un lugar a otro, pero siempre tenían mucho trabajo.
La Segunda Guerra Mundial se había llevado la mayoría del tiempo de ambos.
Ocasionalmente se veían, cuando estaban de frente no era más que para las malas noticias.
Seikatsu intentaba mantener con vida a los heridos, lloraba con frustración cada vez que Shi le decía:

—Me lo tengo que llevar... Su tiempo llegó.

Entonces, el moreno sacaba del bolsillo de su chaqueta negra una pequeña bolsa de terciopelo, tocaba el pecho de la víctima y una luz cegadora color celeste se desprendía del cuerpo del humano, luego guardaba el alma en aquella pequeña bolsa y la guardaba cuidadosamente junto a su pecho.

Así pasaron semanas, para ellos no se les hacía nada, pues, no contaban el tiempo, no podían, simplemente cumplían con su deber.

Hasta que una noche pudieron descansar. Seikatsu se encontraba sentado junto a uno de los heridos que logró rescatar, lloraba amargamente por las personas que no pudo salvar, se sentía impotente ante la cruel humanidad.

—Se que te duele...- Shi apareció en la entrada de la carpa color verde militar que se alzaba junto con otras tantas en una zona casi desierta. —Pero mira el lado bueno... Así puedes crear más

—No intentes animarme, - se secó las lágrimas—No entiendo el por qué de tu alegría...

—¿Cómo es que no lo puedes entender? Así tengo un pedacito más de ti, todo lo guardo junto a donde se supone que está mi corazón- sonrío con ironía.

—Yo no tengo nada de ti.

—No, me tienes entero, a tu total disposición, porque te amo.

—La carga poética demuestra lo dramático que eres.

—La muerte siempre es cruel y dramática.

—No estás siendo cruel ahora mismo.- un leve sonrojo apareció en las blancas mejillas de Seikatsu.

—Lo he sido a lo largo de toda esta guerra, y te he hecho llorar.

—Sé el significado que tienen ellos para ti, pero... no te los puedes llevar así.- Las lagrimas de Seikatsu no se detenian, aunque lo intentara. El dolor que sentía en ese momento no se iba a detener ante nada, todo lo que había hecho, todo el esfuerzo que había puesto en esas almas que ahora goteaban sobre el suelo.

Shi, abrazó al albino quien lloraba desconsoladamente. Intentó reconfortarlo, parecía que no escuchaba sus palabras. 

El moreno alzó el rostro de Seikatsu, lo miró a los ojos y besó tiernamente sus labios.

Las lagrimas de Seikatsu se secaron inmediatamente y, en cambio su rostro adoptó un fuerte rubor.

En lugar de decir algo le abrazó con fuerza, la suficiente como para devolverle el color azul a sus ojos que se apagaban siempre que hacia más almas.

-Seikatsu, yo te amo, y no quiero verte llorar más.- lo sentó en una camilla y comenzó a besarlo.

Inició desde su frente, siguió hacia su nariz, sus mejillas, la comisura de su boca y luego sus labios. El albino correspondió el beso con timidez, sus mejillas estaban completamente rojas y su cuerpo temblaba. 

Abrazó al mayor con fuerza y pudo sentir el aroma a rosas que dicen los mortales percibir antes de su muerte. 

Las temblorosas manos de Seikatsu comenzaron a desabotonar la camisa del moreno mientras lo besaba de forma tierna. El mayor le tumbó completamente sobre la camilla y se relamió los labios, solo deseaba tenerlo junto a él, para siempre.

Se deshizo del pantalón y ropa interior del menor y se acercó a su rostro nuevamente para besarlo mientras lo masturbaba. Seikatsu estaba avergonzado, y ahogaba sus gemidos en la boca ajena. 

Shi se deleitaba con las reacciones de su menor; el tensarse de sus músculos ante su tacto, su mirada tímida y los suaves sonidos que emitía.

El albino se avergonzó aún más cuando sintió un cosquilleo en la parte baja de su abdomen.

No quería verlo, no, no podía verlo. Sería una escena muy erótica para él y su inocencia aun estaba, -casi-, intacta.

-¡Ah!- soltó un gemido al sentir su miembro en la boca ajena. 

El chico peli negro mordía ocasionalmente los muslos del albino, quien gemía por lo bajo cada vez que el mayor lo tocaba. 

Dos dedos penetraron la entrada de Seikatsu.

-Relajate,- susurró el mayor. 

Sus labios se unieron en un beso desesperado que le quitaba el aliento a ambos. Las manos frías de Shi hacían que la piel del más bajo se erizara.

El albino rodeó con sus brazos al azabache, alzando su pelvis y rozando su piel contra el cuerpo ajeno. 

-Continua...- dijo en un hilillo de voz.

Shi le hizo caso, y penetró con cuidado el frágil cuerpo de porcelana ante su mirar. La espalda del menor se arqueo y se aferró al la espalda de Shi.

-Shi...- sus ojos se llenaron de lágrimas y su piel se calentó aún más. -¡Te amo!

Lo gritó, fue un grito que solo los animales lograron percibir.

Las caderas de ambos comenzaron a moverse por impulso, no querían que aquella noche acabara, aún sabiendo que podían volver a repetirlo, para ellos había sido una ocasión especial, una reconciliación entre la vida y la muerte. La unión de un amor no correspondido. 

El albino no pudo resistirlo más, sus piernas temblaban al igual que sus labios, sus dedos se aferraban a las sabanas, mientras el movimiento lo hacia subir y bajar en la camilla. 

Una expresión de placer se dibujó en su rostro y llegó a su clímax, olvidando todo, su tristeza y preocupación, se quedó únicamente con esa sensación de satisfacción. con lo único que lo había hecho sentir bien en mucho tiempo.

Shi seguía embistiendo el cuerpo en trance del menor, besando su cuerpo. No dudaba de su amor hacia él. Quería ser feliz eternamente a su lado.


Ambos recostados entablaron una plática. Sobre estrellas, amor y eternidad. 

-La próxima vez... Tendrás que atraparme.



"Addicts" (Yaoi One-shots #2)Où les histoires vivent. Découvrez maintenant