El niño vestía con una pijama color vino, a su lado cargaba con un oso de peluche blanco y lo apretaba con fuerza, como si significara mucho para él.

La pelirroja se acercó a mí y me observó con detenimiento, como buscando algo en mi mirada.

—Tiene bata —anunció Matías detrás de la pelirroja, su llanto comenzaba a cesar—, también es un jugador.

—¿Un jugador? —Pregunté y la chica pelirroja me lanzó una mirada amenazadora, de esas que lanza nuestra madre cuando estamos haciendo algo indebido. Sabía que tenía que seguirle el juego. Lizzeth y la señora de tez morena permanecían inmóviles.

—Sí —contestó la pelirroja con obviedad—, un jugador al igual que todos nosotros.

La chica me tomó del brazo y me sacó del cuarto, los otros 3 permanecieron dentro. Verificó que estábamos solos y entonces habló:

—Escuche —dijo y yo permanecí callado para que ella pudiera continuar, vi sus ojos, eran azules—, ese niño cree que esto es un juego, porque yo se lo dije. Tanto usted como yo sabemos que no es así y no sabemos el por qué de lo sucedido. El niño creía que iba a morir aquí y no paraba de llorar hasta que le dije que era un juego, uno en el que tenía que ganar y para eso debía estar atento. Le dije que no tuviera miedo, que sólo es un juego que pronto ganaremos. —Giró a hacia el cuarto y volvió la mirada a mí—, explíquele esto a la muchachita, no hagamos que el pequeño se asuste.

Asentí y la chica apretó los labios para después abrir la puerta del cuarto de nuevo. Quizá las mentiras sea la manera más fácil de no caer en la realidad. No me gustaban pero tenía que hacerlo si no quería asustar a Matías.

Entramos, Lizzeth hablaba con la señora y Matías, después nos giraron a ver y Matías corrió hacia mí. Me abrazó de la pierna y dejó caer al oso, éste comenzó a sonar con una canción.

Pin pon es un muñeco, muy guapo y de cartón, se lava su carita con agua y con jabón.

Se desenreda el pelo con peine de marfil y aunque se da tirones no llora ni hace así.

Observé el oso de peluche quien frotaba sus ojos al repetir el último párrafo de la canción. Ésa fue la canción de mi infancia, una canción que todos conocemos.

—¿Es cierto que usted nos sacará de este lugar? —Preguntó sin soltarme la pierna, miré a Lizzeth y a la señora que asentían para que yo confirmara.

—Claro que sí Matías —respondí sonriendo—, yo soy el jugador supremo.

—Que bueno —dijo soltándome y dirigiendo su mirada hacia la mía—, este juego no es divertido. Por eso a mi mamá no le gusta que juegue en la noche.

Me agaché y recogí el oso de peluche, a éste le faltaba un ojo y estaba algo sucio. Se lo devolví a Matías y él lo tomó con alegría.

—Es mi acompañante, nunca lo suelto. Es un regalo que mi abuelo me regaló antes de morir. ¿Sabía que mi abuelo también estaba calvo como yo cuando murió? —Preguntó inocentemente, quizá su abuelo también tenía cáncer. Yo sonreía ante su plática que me otorgaba muy animado—. Mi mamá dice que me parezco mucho a él y a mí me gusta parecerme a él, por eso acepté que me cortaran el pelo, para parecerme más a él.

HospitalWhere stories live. Discover now