Capitulo cuatro.

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Las cortinas se abrieron dejando que la luz se posara sobre la gran cama, gemí en protesta mientra ocultaba mi rostro en la almohada.  

—Vamos niña, el Señor te quiere ver abajo.  

Me di la vuelta resfregando mis ojos tratando de adaptarme a la luz, Rosa recogía la ropa tirada de ayer en la noche dejandola en una silla. Se acercó a mi con una tierna sonrisa para destaparme y ayudarme a levantar.  

—Rosa—la detuve— estoy adormilada no lisiada.  

—Lo se—río— solo necesitas apurarte, el quiere desayunar contigo.  

—¿El quiere? —tome una blusa— ¿O es una orden?  

Amarrando la blusa en su termino dejando al descubierto un poco de mi abdomen, tome unos pantalones celestes. Camine al baño para armar un desordenado recogido para mi cabello.  

—Orden.  

—Me lo suponía.  

Baje trotando las escaleras procurando no caer para llegar al comedor donde se encontraba Harry sentado bebiendo de su café, sus ojos se fijaron en mi indicando con la mirada que me sentará a su lado.  

—¿Así es como se visten las jovenes?  

—No hables como si fueras un señor de ochenta años— me encogí de hombros— solo que hoy hace calor.  

—Controla tu boca Nessa—apoyo sus manos en la mesa.  

—Me pediste que contestará.  

—Monosilabos ¿Sabes que existen? —el sarcasmo salía de su boca.  

—Entonces si.  

—Bien. 

—Bien—repetí. 

—Hoy no vendrá Chris, por obligación te llevaré a conocer un poco mi trabajo—bebió lo último de cafe— necesito que tapes un poco tu cuerpo.  

Me levanté al mismo tiempo que el, nuestras miradas no se apartaron del otro, fruncí el ceño por lo inquietante que podía ser mirar aquellos ojos.  

—Deja de llevarte por los comentarios de otros.  

—Deja de tutearme —se acercó un poco más— y come que estas muy delgada.  

Desapareció mientras Rosa hacia presencia con la coladera en sus manos, el apetito se hizo presente al igual que algúnas preguntas.  

—¿El... alguna vez tubo una novia? —pregunte. Rosa se giró.  

—No que yo sepa, solo ha tenido cosas de una noche. Es joven y creo que no se quiere atar a nada todavía.  

—¿Entonces por que me adoptó? debe haber visto mi informe y del por que caí en el recinto. Se que a nadie le gustaría tenerme en su hogar ¿Por qué a el si?  

—Haces demasiadas preguntas —pellizco mi nariz— el Señor ya bajará y se deben ir.  

Ella se marchó dejandome sola en el comedor cogiendo el pedazo de pan lo introduje en mi boca para quitar las migas de la comisura, tome la taza de té para levantarme e ir a la estantería con trofeos.  

Algunos eran de basquet otros simplementes de futbol, tenis pero el que más llamó mi atención fue aquel gran trofeo que ocupaba gran parte de la estantería. Dos hombres de oro brillaban ante mis ojos con sus guantes de boxeo a punto de golpearse, vi el año en que ganó aquella pelea.  

—Mil ochocientos diecinueve—pronunciaron a mi espalda, me di la vuelta encontrando sus ojos posados en el trofeo— se equivocaron en la grabación de la fecha.  

Burn.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora