Capítulo 13: Evangeline Reneé Patterson

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Fue un beso feroz y apasionado. De esos que sientes que el aire se te va y que el corazón está a punto de abandonar tu pecho... de esos que te asustan, porque se siente tan bien que sabes que no serás capaz de saciarte nunca.

Lo que estaba experimentando era un nuevo nivel de intensidad, incluso mayor que el que su toque me transmitía, era tan fuerte que me hacía sentir atontada, mareada, drogada por él.

El beso de Theodore Patterson era desenfrenado, pero hábil y firme, cualquier chica besada por él antes debía sentirse afortunada, porque el chico sabía lo que hacía y sabía lo que provocaba. Inclinó su rostro a un lado para que nuestras bocas encajaran y nuestras lenguas se encontraran. Reprimí un jadeo cuando su mano libre me tomó de la cintura y pegó nuestros cuerpos de tal forma en que estaba segura de que estábamos haciendo una escena demasiado comprometedora.

Mi aliento se acababa, pero aun así, no tenía ni el más mínimo pensamiento de querer separarme de su beso.

¿Honestamente? Estaría dispuesta a romper con Theo el récord del beso más largo del mundo si fuese necesario con tal de no alejarme todavía.

Gemí como una desvergonzada cuando lo sentí separarse de mí.

Su frente se pegó contra la mía y con sus ojos cerrados, esbozó una gran sonrisa.

—¿Con esto te queda claro, no? —dije sin aliento.

—Es la primera vez que siento celos de mi primo, ¿sabes?—murmuró con voz ronca—. Fue así que supe que algo pasaba conmigo. Nunca le he envidiado nada en todos estos años. Hasta que en el primer día de conocerte te llama "Scar", alardea sobre lo linda que eres y te comienza a tratar como si fuesen los mejores amigos en el mundo. De verdad, sentí ganas de arrancarle la cabeza.

No pude evitar sonreír al tenerlo admitiendo aquello.

—Definitivamente hay algo en ti, intrusa. Has logrado hacerme sentir un montón de cosas inexplicables en sólo unas pocas semanas. Estás volviéndome loco.

Sus pulgares trazaron un suave camino desde mis sienes hasta que ambos se encontraron en mi barbilla.

—Debes tener un rostro muy bonito.

Una risa tonta se escapó de entre mis dientes.

—Estoy intentando procesar en este momento el hecho de que me has dicho un cumplido —me reí.

—Y yo estoy procesando el hecho de que has admitido que te gusto. —Su sonrisa se convirtió en una burlona y engreída.

—Tú lo has admitido primero —le recordé, enarcando una ceja.

Dios, su ego debía estar por los cielos.

—Técnicamente nunca dije la palabra "gustar", como tú lo hiciste —se burló—, pero creo que eso quedó bien claro.

Me sonrojé intensamente.

—Bien. —Recobré la compostura, sacudiendo la cabeza.

Teníamos que recordar que estábamos en un cementerio para visitar a su madre y no para terminar besándonos como locos en medio de él.

—Iré a buscar a alguien que pueda ayudarnos a encontrar a tu madre, ¿puedes esperar aquí mientras voy?

—Sí, esperaré aquí —aceptó, colocándose de vuelta sus gafas de sol—. No tardes.

—No lo haré.

Por suerte, no me tardé. Un poco más allá de donde había aparcado, se encontraban las oficinas de la funeraria. Había estado en otro tipo de cementerios donde tenías que buscar por ti mismo la lápida si habías olvidado el lugar, pero gracias a Dios, ellos pudieron buscar el nombre en una computadora y me indicaron el sitio exacto.

Your eyes ©Where stories live. Discover now