Diecinueve: Calcetines

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Solo debía ser silenciosa, callada, paciente, y cuando fuera el momento: ¡Pum! Llevar a cabo la misión. Sus piernas se estaban debilitando en la posición que se encontraba, ya hasta empezaban a dolerle los tobillos. Este chico debió de salir hace media hora y aun no lo hacía. ¿Acaso no pensaba salir? Bufó desesperada, podía ir ella misma y sacarlo de un jalón de allá mismo, si no fuera ella, claro. Seguramente se enmudecería con solo verlo.

Oh, tan espectacular. Lástima.

Y entonces por fin salió de casa, ¡aleluya! exclamó quedito mientras observaba como un carro se estacionaba justo al frente y el subía, su mejor amigo lo había ido a buscar para ir a la fiesta de Cloe. Al ver que el automóvil arrancaba, salió del matorral donde se había escondido y quitó el gorro de camuflaje que tenía unas cuantas ramas.

Cruzó veloz la calle y empezó a trepar por la escalera de la enredadera para llegar hasta la ventana de la habitación de Victor, no había nadie en casa. Sus padres habían ido a la cena de caridad de su madre, así que podía hacerlo.

Pasó la pierna derecha y luego la otra, manteniendo el equilibrio, seguramente era la habitación más desordenada que había visto en su vida. De repente se lamentó estar obsesionada por dos años de Víctor Spins, que pérdida de tiempo, la próxima vez que atravesara por una relación platónica con alguien que jamás sabría que existe se aseguraría de ver su habitación primero. Así tuviera que enviar una ridícula pregunta en anónimo por ask.fm retándolo a subir una foto de ella.

—Bien, ¿Dónde tendrá un calcetín? —susurró empezando a excavar en la montaña de basura que había en todo el inmundo cuarto.

Se fijó en una pila de ropa sucia y pateando para desordenar las prendas encontró un calcetín, tenía un color a tierra, lo alzó a penas tocándolo y trató de ver en que condición estaba.

De ninguna manera iba a llevar eso consigo, debía buscar uno en la ropa sucia.

Caminó hasta las gavetas y empezó a abrirlas.

—¡Alto ahí! —gritó alguien.

Parpadeó muy asustada, la habían cachado, estaba en problemas. ¿El olor del calcetín había afectado su oído? Debió haber escuchado cuando Víctor llegó, y a todas estas: ¿Qué fiesta dura menos de diez minutos? Alzó las manos derrotada, ni modo, no iba a lanzarse por la ventana.

—Suelte sus armas abajo, si, eso —titubeó. —Date vuelta.

Rodó sus ojos, por lo menos estaba segura que ni sabría quién era.

Se dio media vuelta y vio a un chico sosteniendo un bate de béisbol, pero no era Víctor. Iba en una pijama de Batman.

—¿Quién eres tú? —cuestionó.

—No, tu eres quien debe responder esa pregunta —replicó.

—Pe..¡Yo pregunté primero! —contestó, no era un buen argumento considerando que ella estaba allanando una casa prácticamente, pero no le importó en ese momento.

—Soy... No te voy a decir, dime tú.

—Bien, soy Aria —mintió usando el nombre de una novela de ciencia ficción que estaba leyendo esta mañana.

—¿Eres la novia de mi hermano o una chica loca que está enamorado de él?

—Ya va, un momento ¿Hermano? ¿Eres hermano de Víctor? —se sorprendió.

Al parecer no era tan buena stalkeando a su amor platónico como creía, como era posible que nunca se fuese enterado que tenía un hermano, ¿Dónde lo escondió? ¿En el sótano? Tantos años creyendo saberlo todo de Víctor y ahora se daba cuenta que en realidad no sabía mucho. Menos mal esto acababa hoy, bueno, si podía alcanzar su calcetín.

Coleccionista de HistoriasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora